Señales en espiral

(www.eloriente.net, México, a 2 de noviembre de 2018, por Vania Rizo).- Hace dos semanas el gobierno municipal de Oaxaca de Juárez, puso en marcha un programa llamado: “Miércoles sin comercio en la vía pública en el Centro Histórico”. Pretende que los días miércoles, las calles sean liberadas de puestos ambulantes, y que esto permita fomentar la economía de comercios y mercados. Así como una mejor movilidad y disfrute en el Centro Histórico.

El tema del ambulantaje es significativo porque engloba varias realidades. El ambulantaje existe como resultado de un proceso social. Las organizaciones, sus líderes, el gobierno, intereses políticos, evadir el fisco, apropiarse de los espacios, lucrar con la necesidad, son piezas clave que nos sugiere el porqué de la realidad.

En ese contexto, para los que transitamos todos los días por calles con una rica historia, lamentamos que la experiencia de desplazamiento por las calles del Centro, sea una que visualmente se llene de estructuras de metal, lonas, habladurías y basura. Y por supuesto, el tráfico de personas que se genera al quedar poco espacio para el transeúnte.

En contraste, cuando llega el segundo “miércoles sin ambulantes”, me sucedió una mezcla de emociones que me hicieron celebrar el programa. Primero, iba caminando en el zócalo con cierta resignación y melancolía. Segundo, mi movimiento se sentía fluido, sin obstáculos, sin ruido.

Tercero, del quiosco brotaba música, poco a poco iba reconociendo el ritmo y la voz. Era Gustavo Cerati con “té para tres”, melodía suave, acorde a un corazón que no sabe qué hacer para conciliar. Con esa banda sonora, pude ver todo en cámara lenta. Mis ojos parpadeaban, en cada abrir y cerrar, una escena.

Pude ver las jardineras de color cempasúchil, intactas de puestos, con personas sentadas y a su alrededor, ambiente cálido. Un señor que barría, su escoba recibió un rayo de sol, notando las partículas de polvo que bailaban en espiral. De manera sincrónica, un reportero y un camarógrafo en apuros pero serenos.

Seguí caminando, atenta al movimiento y a la música. Me pregunté si tenía que hacer una pausa y disfrutar de mi músico favorito o seguir camino a mi destino. Decidí, que mis sentidos fueran dejando de escuchar la música conforme seguía a mi compromiso. Los pasos nunca se habían sentido así, con paz, con lágrima de felicidad.

Esta escena, mezcla de voluntad y magia, me hace remitirme a la idea de que es posible mejorar la calidad de vida de las personas a través de los espacios públicos. Si no fuera por la atención que tenemos que hacer por lo común, cada quien seguiría su camino, cómo robot. Sin tocar ni ser tocado por alguien más.