Marion Reimers, periodista deportiva. Imagen: Édgar Durán

Por N22

Me gustaría iniciar este texto con una frase, que ya en otra ocasión he usado y a la que llegué no precisamente en una lectura de la obra de Virginia Woolf, sino a través de Twitter. El día que apareció publicada por una escritora mexicana a la que sigo, me cayó como anillo al dedo. En ella se enuncia un gesto que marca a muchos en diferentes ámbitos, en este caso, a las mujeres al ejercer su profesión: «Es fatal, para cualquiera que escriba, pensar en su género». Con esta frase quise iniciar también esta entrevista con Marion Reimers, periodista deportiva.

 

¿Qué significa para ti como profesional el pensar en tu género al ejercer tu profesión, cuando los hombres, en realidad nunca tienen que hacerlo? 

Es difícil contradecir a alguien como Virginia Woolf. Es complicado porque, por ejemplo, en términos de la labor que ejercemos como comentaristas, yo he notado que la resistencia de parte del público, los insultos, las molestias, etc., radican justamente en subrayar nuestro género. A mí me dicen, “bueno, es que tienes colegas que también son objeto de insultos o reciben críticas, o frases violentas”, pero generalmente tiene que ver con que alguien no está de acuerdo con una opinión que expresó en X o Y transmisión, o X o Y programa, y con nosotras, los insultos tienen que ver siempre con el género

¿Cómo es vivir así? Es que no conozco otra cosa. También es una pregunta difícil de responder. Pero lo que sí considero es que si bien es complicado, si bien es un reto, si bien no tendría que ser la normalidad, también nos lleva a cuestionarnos mucho más nuestro entorno y nos lleva a buscar dejar nuestro profesión y nuestro gremio mejor de lo que lo encontramos. Y eso lo noto también con las deportistas, por ejemplo, y lo noto con mujeres en muchos otros gremios, pero digamos, centrándonos en las deportistas, es notable ver cómo distintas mujeres a lo largo de la historia han querido dejar el deporte mejor de lo que lo encontraron. Cosa que no es una normalidad con los hombres porque todos los privilegios y toda la cancha ya está bastante pareja.



En esta propuesta que tú tienes, con tus compañeros, Versus, ¿cómo inicia, cuáles es su objetivo principal y cómo ha evolucionado desde su inicio hasta el día de hoy? 

Surgió como un proyecto en el que nosotros queríamos generar una especie de observatorio, de decir “a ver, ¿qué es lo que está sucediendo en los medios de comunicación, particularmente en los medios de deportes, como para que –es lo que yo denomino un Caballo de Troya– un vehículo tan importante como lo es la industria del deporte, esté siendo utilizado de esta manera y existan tan pocos controles o tan poca rendición de cuentas. Lanzamos una primera campaña con otras dos colegas mías, que se llama Más allá de 140 caracteres, en donde buscamos visibilizar las distintas violencias de las cuales somos víctimas por estar en una esfera considerada preponderantemente masculina.Y con el paso del tiempo nos hemos ido insertando en otros proyectos que no únicamente tienen que ver con la presencia de mujeres en medios de comunicación como quienes contamos las historias o detentamos la narrativa, sino cuáles son las historias de éxito que vamos a contar, cómo vamos a promover la práctica deportiva entre mujeres también o cómo vamos a ir en contra de esta ola tan enorme en la que los medios de deportes son espacios creados por hombres, para hombres, para hablar de lo que hacen otros hombres.

 

La cosificación de las mujeres en el deporte, desde las comentaristas hasta las mismas deportistas, ¿cómo lograr erradicarla? Porque sí, están todas estas mesas de reflexión, de debate y análisis, pero al final acaban siendo mesas en las que participan puras mujeres, ¿cómo lograr que trascienda esa reflexión, que se erradique esa cosificación y esas formas de enunciar el trabajo de mujeres en distintas ramas y en este caso en deportes?, extenderla más allá de una mesa en la que sólo participan mujeres.

Creo que una primera aproximación muy importante es entender que este es un problema que nosotras no creamos, que nosotras padecemos y que mágicamente nosotras tenemos que resolver, pero sin las herramientas, el acceso a los puestos de decisión, el poder y el posicionamiento histórico siquiera.

Creo que es muy importante hacerle ver al público en general que esto no se va a erradicar con paneles y con mesas de mujeres o con generar conciencia. Yo creo que hay una conciencia súper importante de lo que está sucediendo, pero hay poca voluntad política, poca voluntad de parte de los hombres que detentan los puestos de poder. ¿Por qué nadie está poniendo en la mesa a los tipos que toman estas decisiones?, porque son hombres. Nadie los está sentando ni les está diciendo: “Oye, ¿por qué sigues promoviendo este tipo de estereotipos?” No, nos preguntan a nosotras, “Oye, ¿cómo lo van a resolver?” Está medio complicado. Digo, yo con mucho gusto lo resuelvo, pero entonces denos acceso a los puestos de poder que corresponde para que lo podamos erradicar.

Otro que es tal vez menos pragmático, tiene que ver con el sistema de premios y castigos que es el patriarcado. Es el sistema de opresión más perfecto y antiguo del mundo. Al final, las mujeres nos circunscribimos a un sistema de premios y castigos en el que si nos vestimos de cierta manera o satisfacemos la mirada masculina de cierta manera, entonces somos premiadas. Y si no, somos castigadas, aisladas. Y pasa lo mismo con los hombres. Si un hombre llega y dice “a ver, yo quiero parar esto, voy a salirme del grupo de whatsapp en el que comparten imágenes privadas de mujeres sin su consentimiento, etc”, ¿qué es lo primero que le van a decir? Eres un poco hombre, porque el respetar a las mujeres automáticamente convierte a un hombre en homosexual, cosa que me parece tremenda.

Volviendo un poco a lo más pragmático, considero que también tenemos que empezar a privilegiar y plantear nuevas narrativas, nuevos personajes de mujeres. El ver a una deportista dueña de su cuerpo, fuerte, sin complejos, sin cuidar su cuerpo para satisfacer una mirada masculina, sino para ella poder proveerse de sensaciones maravillosas y estar en una buena relación con su aspecto físico, creo que es algo muy poderoso y que tendríamos que alimentar más.

 

También hay una responsabilidad muy fuerte del lado de los medios, no en la proyección –y me refiero también a los medios escritos– en la manera en la que se enuncia el trabajo de las mujeres, los adjetivos que se utilizan, las palabras, las formas, y eso no sólo viene de hombres sino también de otras mujeres, que no es la mayoría, pero pasa.

Es que en general creo que tenemos que empezar a entender el peso de las palabras y tenemos que empezar a entender que los grupos de poder o quienes tenemos privilegio, es muy poco a lo cual renunciar. Para mí, el ejemplo perfecto es el grito de “puto” en los estadios. Esa palabra, si bien quieren hablar de que es un folclore, y que “El Piojo” Herrera saluda así a sus amigos y la normalización de una palabra de esta naturaleza, él lo está diciendo desde el privilegio: el del hombre heterosexual, cisgénero, blanco, de derecha, católico, famoso. Pero preguntémosle a alguien que creció en un espacio de mucha marginación y para el cual la palabra “puto” significa golpes, miedo, persecución. Y a quienes tenemos el privilegio de no haber atravesado esas situaciones se nos está pidiendo que renunciemos a una palabra y somos incapaces.

Lo mismo pasa en medios de comunicación, ¿es tan difícil decir “la arbitra”, es tan difícil decir “la centro delantero”, es tan difícil decir “la presidenta”? Y nos amparamos en la RAE que es un grupo de diez señores –perdónenme– de más de sesenta años, rancios, que aprueban palabras como “tqm”, pero no quieren aprobar el lenguaje inclusivo. Yo creo que tenemos que empezar a trascendernos a nosotros mismos.

Y ahí voy a sumar algo más: Se habla mucho de que las mujeres tenemos que ser más acertivas, de que nos tenemos que disculpar menos, que tenemos que adoptar estos valores masculinos como para poder “figurar”. ¿Por qué no empezamos a enseñarle a los hombres valores que “tradicionalmente” han sido considerados femeninos como la empatía, como el guardar un poco más de silencio, como el aprender a disculparse en lugar de, literalmente, montarse en su mancho y querer siempre tener la razón?

Creo que eso, a nivel público, también va a despertar una manera de debatir que sea mucho más constructiva y un discurso que sea un poco más sano y menos competitivo y dañino y tóxico.

Tenemos que ser más críticas y críticos: ¿cómo está hablando aquél periodista de las mujeres?, ¿qué notas se están usando?, ¿qué ángulos se les está dando? Ahí también hay una responsabilidad en nosotros.

 

Cuando hablas de nuevas narrativas y en específico de la forma en que cuando un hombre quiere cambiar el discurso es denominado, ¿se necesitaría hablar de nuevas masculinidades, de nuevas formas de entender ‘lo masculino’, en donde se compartan esos valores muy de ‘roles femeninos’?

Fíjate que yo me expresé tal vez de forma inadecuada en mi intervención anterior, pero en ese sentido no estoy tan de acuerdo. Yo creo que no tendríamos que hablar de nuevas masculinidades, yo creo que trendríamos que hablar de abolir el género por completo. O sea, porque no hay masculinidades positivas y negativas. El tema del binarismo, masculino-femenino, y que eso sea el único espectro o las únicas dos cajas en las que en este momento 8 mil millones de habitantes en la Tierra tengamos que meternos y todos los que han venido antes y todos los que vendrán después. Creo que tenemos que abolir esto y tener un espectro mucho más amplio con el cual las personas puedan sentirse cómodas siendo personas. Sí, por supuesto, hay que abolir las masculinidades completamente y esta concepción de lo femenino también.

¿Por qué no hablamos de cierto tipo de valores? ¿Por qué no hablamos de una tendencia hacia lo agresivo o una tendencia hacia lo dominante o una tendencia hacia lo tóxico, una tendencia hacia lo competitivo? ¿Por qué no hablamos de eso mejor, en vez de atribuirle ciertos valores a todos los hombres? Yo creo que no hay un solo modelo de hombre y para ellos es una prisión.

O cuando hablamos del “empoderamiento de la mujer”,  ¿cuál?. Somos más de 3 mil millones de mujeres en el planeta, ¿no sé de cuál me están hablando? ¿Por qué no hablamos de todas  y de toda esta variedad de modelos que pueden existir?

 

Qué bueno que tocas este tema, porque te iba a preguntar sobre la mesa en la que vas a participar en la FIL, “Este es mi lugar. El mundo en femenino”, que va contra el acoso y justo uno duda que a mí me surgió cuando leí este título fue esta diferenciación de lo femenino y de lo masculino y el pensar “un mundo en femenino”,  ¿no sería, de alguna forma, caer del otro lado, en lo que estamos criticando?

Estoy de acuerdo. Digo, yo no le puse el nombre a la mesa, pero estoy de acuerdo.

 

Pero justo quería caer en que el feminismo no es sólo un mundo mejor para las mujeres, sino un mundo mejor para todos, ¿no? Pensar el feminismo como un humanismo.

Ahí hay un debate eterno. Yo no soy teórica feminista ni académica feminista. Es un tema que a mí me interesa y en el cual todas y todos seguimos aprendiendo. Lo que sí creo que es importante es que dentro del sistema patriarcal o machista, como le quieran decir, ha habido históricamente, hace siglos, una campaña muy importante en contra del feminismo. ¿Por qué?, porque le significa una pérdida de privilegios a un grupo que se ha mantenido en el poder desde hace milenios.

Pero creo que es muy interesante que hoy en día tenemos toda la información en la palma de nuestras manos –quienes tenemos acceso a ciertos medios de comunicación y cierto privilegio– y me parece increíble que tantas y tantas personas no se tomen la molestia en abrir su buscador de internet y teclear “¿qué significa feminismo?”. No sabes la cantidad de gente que me escribe diciendo: “es que el feminismo es como el machismo, pero al revés. Tendría que ser igualitarismo”. El feminismo por lo que pelea es por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Entonces, en ese sentido, como dice Chimamanda Ngozi [Adichie], todos tendríamos que ser feministas. Lo que pasa es que hay gente a la que no le cuadra el término porque no entiende, o no quiere entender o no quiere ver, que históricamente las mujeres no somos una minoría. Somos un grupo históricamente vulnerado que hasta hace muy poco no podía ni votar, no podía ni trabajar sin el permiso del marido. Es un grupo al cual se le sigue desprotegiendo de violación dentro del matrimonio, legalmente, por ejemplo, o en Irán las mujeres no pueden entrar al estadio de futbol, y nos escandalizamos porque decimos “ay, qué horror, los musulmanes. Uy, que horror, Oriente Medio, tan lejano, se tienen que tapar todas…”. Y las cosas que pasan en nuestro país no son muy distintas. Lo que pasa es que es más velado porque somos un país mucho más hipócrita.

Tendríamos que acercarnos mucho más a otras maneras de pensar. E Incluso yo te diría, ¿por qué no cuestionamos más las ideas en vez de a las personas? Dentro de los feminismos hay maneras distintas de apreciar el mundo, pero creo que eso es muy sano y habríamos de acercarnos un poco más al entendimiento de estas ideas y al por qué el mundo es como es.

 

Las redes sociales si bien son un escaparate muy amplio de información tanto verídica como falsa, también han sido un espacio de generación de mucha violencia. Desde tu perspectiva y posición como figura pública, ¿qué opinas de esta violencia que se ha desatado en redes sociales, sobre todo en Twitter?  

Considero que particularmente Twitter, por ejemplo, es una plataforma extraordinaria. He aprendido un montón de cosas ahí. He conocido gente increíble. He conocido ideas increíbles, pero no creo que sea una plataforma para debatir y creo que hemos buscado sustituir las conversaciones, los debates, la escucha con plasmar ideas muy complejas en 140 caracteres; creo que no es el foro.

Twitter es una herramienta maravillosa, al igual que pueden ser otras redes, Instagram, Facebook, ustedes pónganle el nombre que quieran. Pero son cada una, una herramienta distinta. Yo no puedo clavar un clavo con un desarmador y querer debatir en Twitter es querer clavar un clavo con un desarmador. No tiene sentido. Busquemos otros foros en donde el debate pueda ser nutritivo. En donde yo pueda ver a la persona a la cara.

Pero también nosotros, desde la posición de figuras públicas que podemos tener o periodistas o medios de comunicación, hemos alimentado que ése sea el foro para debatir. Y yo creo que eso es lo incorrecto, porque entonces las personas que no tienen ganas de debatir y sólo tienen ganas de insultar, encuentras un caldo de cultivo perfecto.

Creo que le estamos atribuyendo valores que no le corresponden.

 

En este sentido, Versus, es una plataforma para analizar este tipo de ideas y debatir este tipo de ideas 

Sí, lo es. Buscamos justo poner sobre la mesa debates que tengan que ver incluso con la filosofía del periodismo deportivo: ¿dónde empieza el entretenimiento y donde empieza el periodismo? Son dilemas éticos muy interesantes. O ¿cuáles son los discursos que estamos reproduciendo? ¿Cuáles son nuestros ídolos? ¿Cuál es la reacción de la prensa frente a las acusaciones de violación de Cristiano Ronaldo? ¿Por qué nos convertimos en reporfans?

El deportista hoy en día ha venido a suplantar a un montón de clases que han perdido mucha credibilidad entre el público: primero fue la burguesía o antes la aristocracia y luego la burguesía. La clase política que a principios del siglo XX era muy importante y ahora no tiene credibilidad. ¿La credibilidad la tienen las superestrellas? Entre ellas están los deportistas. ¿Qué valores le vamos a atribuir como periodistas a eso? ¿Cómo los vamos a cuestionar?

Otra cosa que estamos haciendo es trabajar con distintas organizaciones. En el 2020 vamos a estar alcanzando acuerdos muy importantes con Oxfam y con TECHO, justo para trabajar con comunidades marginadas y hablar de derechos sexuales y reproductivos con niñas de distintas comunidades. Ir a acercarles el deporte y hacerles ver que el cuerpo de la mujer no únicamente es para la reproducción o para satisfacer una mirada masculina, sino que el cuerpo de las mujeres también puede ser una herramienta maravillosa para podernos sentirnos bien con nosotras mismas.

En la medida en la que tengamos a más mujeres interesadas en el deporte, automáticamente vamos a tener más historias que contar y a quienes están en esos puestos de editores y de productores, pues ya no les quedará mucha opción más que contar esas historias.

 

Hay una cosa que no quiero dejar que se me pase. Ahorita que mencionas este debate entre entretenimiento y deporte, también está una cosa que es inevitable sobre el consumo de deporte, lo que se proyecta en la televisión, si se pasa la liga femenil, si se pasa la liga varonil, ¿cuánta gente lo consume?, ¿cómo lograr que haya más personas que se interesen y le den relevancia al trabajo de estas mujeres que están ganando premios, medallas, olimpiadas?

Te voy a decir la primera que es la más clara y que espero que para la audiencia sea interesante y que les resuene y les sirva para analizar. Hay muchas personas que dicen: “es que las mujeres están exigiendo ganar lo mismo que los hombres, quieren ganar lo mismo que Gignac, pero primero tienen que generar”, ese es el argumento general. Y coincido. Va a ser muy difícil que la mejor futbolista de nuestra liga, a dos años y fracción que ha arrancado esta liga femenil, pueda ganar lo mismo que Gignac porque la liga de hombres lleva más de 114 años. Entonces, dejemos eso de lado. Además, hay que tener en cuenta que la FIFA prohibió el futbol femenil en sus campos durante casi sesenta años. Cosa que poca gente sabe. Teniendo ese contexto en cuenta, yo te diría que dejemos de lado el debate de los sueldos.

¿Por qué no hablamos de inversiones? ¿Cuánto se le está invirtiendo a este torneo para que pueda crecer? ¿Cuánto se le está invirtiendo a las mujeres deportistas, futbolistas profesionales para que puedan tener éxito? Porque la gente dice, “es que se tienen que ganar un lugar”. Bueno, es que si no pueden desayunar, es difícil que una atleta profesional pueda rendir adecuadamente.

Este es un negocio nuevo. Esta es una industria que está empezando a crecer. Y eso tiene que ver con el público también. El público está muy acostumbrado a recibir el deporte profesional de hombres ya todo digerido y prácticamente hecho. Tiene que existir también una voluntad de nuestra parte, de ir a los estadios, de ir a ver jugar a las futbolistas; los boletos no son demasiado caros. De ver los partidos en la televisión. De comprometerse con consumir noticias sobre esto.

De parte de los medios tiene que existir esta voluntad de generar estas narrativas en donde el público pueda vincularse con las jugadoras, las pueda reconocer, pueda saber quiénes son.

 

Qué reflexión te ha detonado cuando marcas como Nike toman el discurso de las mujeres empoderadas, o como #ThisGirlCan, que adoptan este discurso y hacen unas campañas increíbles. ¿Realmente crees que funciona? ¿Realmente crees que tiene un discurso de fondo o simplemente es marketing? 

Creo que este es un debate muy interesante. Sin centrarme en una marca en particular, porque además Nike ha tenido muchas situaciones polémicas en torno al trato de sus atletas y en específico de sus atletas mujeres, creo que tenemos que entender una cosa: las marcas no son ONGs, las marcas son marcas y las marcas van a querer vender y las marcas van a querer encontrar o generar nuevas necesidades. Teniendo eso en cuenta, creo que no hay que echar en saco roto el hecho de que se visibilicen nuevas narrativas, que haya extraordinarios creativos en publicidad que puedan hacer campañas poderosas, que nos saquen una lagrimita y a las personas las inspiren, buenísimo. Pero la labor no es de las marcas. Las marcas se van a subir a la ola, ¿por qué?, porque están notando que hay una tendencia de consumo, lo cual es muy positivo, pero las marcas no son las responsables de la industria, contribuyen. Como consumidoras y como consumidores, tenemos que estar muy conscientes de eso y buscar cómo estamos nosotros contribuyendo positivamente. Reitero: está muy bien, cómprate la camiseta, pero ponle el nombre de tu jugadora favorita y llévala al estadio. Consume futbol femenil. Consume deporte femenil.

Y yo no estoy diciendo que el público sea enteramente quien tenga que hacer esto, pero son la mayoría. El consumidor premia y castiga. Ahí es en donde radica su verdadero poder.