Por N22/ Ana León

Nos preguntamos si esta crisis sanitaria por el COVID-19 tiene la capacidad de cambiar a largo plazo el comportamiento y los hábitos de consumo y, por ende, su impacto en el medioambiente. Aquí, una respuesta

El 28 de febrero de este año, una nota en la BBC Mundo, reportaba la bajada sustancial en el consumo de combustibles fósiles en China debido a las restricciones impuestas por la pandemia provocada por el COVID-19, es decir, se registraba un aire más limpio y una reducción en las emisiones de gases que contribuyen al cambio climático. Se produjo una caída de a menos 25% en sus emisiones de dióxido de carbono, esto de acuerdo al Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), en EEUU.

Luego, una nota aparecida el 16 de marzo en el diario La Vanguardia hacía referencia a que el COVID-19 y el confinamiento reducen la contaminación. En ella se menciona el mismo dato sobre las emisiones de CO2 en China y se agrega la reducción de contaminantes como el dióxido de nitrógeno en Italia.

¿Esta crisis tiene la capacidad de cambiar a largo plazo el comportamiento y los hábitos de consumo y, por ende, su impacto en el medioambiente?Para intentar aproximarnos a una respuesta, charlamos con el zoólogo y escritor mexicano, Andrés Cota Hiriart.
En esta era de la información, que en realidad el exceso de información a veces se convierte en desinformación, hay gente que está pensando –entre broma y realidad– que esta “pausa” puede abonar a la regeneración del medioambiente, ¿pero qué tan real puede ser?

Cualquier alteración a nuestras actividades cotidianas a nivel global, algo aportará, pero no se dimensiona del todo el impacto que genera la humanidad porque, de alguna manera, parecería o daría la impresión de que parar el transporte global y la movilidad humana debería significar un evento considerable, pero eso no tiene ningún tipo de efecto sobre nuestro comportamiento o actividades que causan más detrimento al medioambiente. No cambia la extracción rampante de recursos naturales que hacemos. No cambia el manejo de nuestros desechos, no cambia la tala indiscriminada de bosques y selvas, no cambia la extracción de mantos acuíferos para riego y consumo humano, no cambia la contaminación de los ríos. La industria no está parada. No es que en este mes, o dos o incluso tres meses, no se esté produciendo basura a la misma escala que lo hacemos habitualmente.

De alguna manera hay un problema ahí de apreciación y en redes eso pega muy bien porque es un buen gancho. Pero eso es no entender el problema, porque es un proceso histórico, no es algo que puedas parar de golpe ahorita. Incluso si quitaras a la humanidad, si nos erradicas por completo, el proceso climatológico seguiría adelante porque las actividades de los últimos siglos se van adosando y el efecto viene con un poquito de retraso, su manifestación.

Creo que para que realmente tuviera algo significativo, tendría que ser algo mucho más largo, un mes, dos meses, un año, eso en la escala geológica no existe realmente.

¿Cómo explicarle a la gente cuando suben videos de animales que vuelven a las ciudades si esto es real o no, o si se está dando una manipulación de la información?

En lo que respecta a los animales, hay un montón de especies que coexisten con nosotros en las ciudades, que si bien algunos ciudadanos a veces no se percatan de ellos, pues depende mucho de la localidad. Lo que sí pasa es que si tú, de alguna manera liberas el espacio público de la actividad humana constante, pues algunos de esos animales van a salir al espacio público en momentos que habitualmente no lo hacen, parecería como que están retomando los espacios, pero ahí están.

A mucho más largo plazo, si quitas a la población, por decir, Chernobyl, y después de cincuenta años Chernobyl va a ser reclamado por especies silvestres. Pero es una escala de tiempo mucho más larga que un par de semanas, que unos meses.

Imagen: Pixabay
De una fuente confiable como puede ser tú que eres científico, justo la intención de la pregunta va para aclarar esta especulación o la referencia que se ha hecho a la reducción de las emisiones de CO2.

Claro, pero la industria tiene un aporte mucho mayor y la industria no está parada porque se te cae la economía. Para todas estas cuestiones de calentamiento global, no es tanto responsabilidad de los ciudadanos ni de las acciones de los ciudadanos, sino algo de mucha mayor escala, de las políticas públicas del gobierno que, a su vez, debe tener ingerencia en regular las industrias y las empresas.

¿Qué se necesitaría para sí, en un periodo de tiempo más largo, generar un cambio?

Son un montón de frentes de batalla. Habría que cambiar nuestros hábitos de consumo, de sobreproducción de absolutamente todo, para realmente poder hacer un cambio, ni siquiera deberíamos tener automóviles propios, debería ser un sistema colectivo.

Tendríamos que cambiar la noción que tenemos sobre nuestra especie, sobre la humanidad y sobre lo que significa el desarrollo y el mundo moderno. Si no cambiamos esa concepción, es imposible que cambiemos los hábitos cotidianos. Ése es el gran reto, porque realmente cambiar tus focos a led, estas micromedidas, son aportes pequeñitos, pero se necesitan cosas a mucha mayor escala.

Si lavas tu ropa una vez a la semana y no es algodón puro, todas esas fibras sintéticas se van por el drenaje y terminan en el mar y si eso lo piensas para 7 mil 500 millones de personas, sí es un impacto severísimo.

Puedo pecar un poco de pesimista y no le veo mucha salida y no creo que esta pandemia vaya a tener una repercusión significativa en nuestras actividades a escala global.

¿Como científico qué reflexión te detona una crisis como ésta?

No me detona nada. Me sorprende que para los medios y para mucha gente, lo ve como algo nuevo, como algo extraordinario. Cuando en realidad las pandemias son una constante, han sido una constante, y viene desde la concepción que tenemos de nuestra especie, porque el humano es un animal más. Cuando hay una zoonosis, que se dice cuando saltó del murciélago al humano, de las aves al humano, en realidad está saltando entre animales y para un virus no somos tan distintos de cualquier otro mamífero de sangre caliente. Es común, es lo más normal, que haya virus que saltan y hacen zoonosis, y de vez en cuando nos toca a nosotros. Y si ves nuestras actividades, la industria de las aves de cautiverio y los billones de pollos que tenemos, sería de esperarse que haya más zoonosis de ese lado.

Siento que hay muchos problemas de nociones fundamentales que hacen que uno interprete las cosas de una manera u otra. Virus hay literalmente trillones y conocemos muy poquitos, y apenas empezamos a entenderlos. Hay muchos debates abiertos si podrían ser concebidos como vida o no, pero es que todas las narrativas que tenemos para explicarnos el mundo, finalmente son construcciones, interpretaciones antropocéntricas. El concepto de “especie”, no es que los virus se vean rebasados, es que incluso en algunos vertebrados no funciona nuestro concepto habitual para decir una especie, ya no digamos en las bacterias y en los microorganismos.

De hecho, el término virus es también como una especie de común denominador, un concepto hasta cierto punto un poco ambiguo donde caben un montón de manifestaciones que quizá no están tan relacionadas entre sí. Cadenas proteicas que se pueden replicar si usan la maquinaria celular de algún otro organismo.

Imagen: Pixabay
¿Imaginas nuevas formas de habitar el mundo, nuevas formas de plantearnos cómo habitarlo?

En la imaginación sí me detona muchas especulaciones, pero siendo realistas no creo que vaya a cambiar mucho las cosas. Creo que para esto tendría que ser una pandemia con, no sé si un virus o una bacteria, sino con un agente patógeno mucho más amenazante, como la peste bubónica que mató a 200 millones de personas o la gripe española, para que realmente esos alcances pudieran catalizar un cambio significativo. La verdad es que el COVID, al menos, se va a desarrollar una vacuna y el próximo año tú vas a decidir si te pones la vacuna o no, y va a ser un poco como la influenza. Y a nadie le sorprende que se mueran 70 mil personas a nivel mundial por la influenza.