“Pero si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento”.
George Orwell
Después de vivir uno de los procesos más competidos en la historia de México, no podemos dejar pasar en alto el papel clave que tuvieron las casas encuestadoras en esta elección. A través del tiempo, las encuestas se han alejado de su naturaleza informativa y han pasado a ser una fuente de distorsión en la mente del electorado. Es decir, muchas de las agencias de investigación se han manejado de acuerdo con los intereses de sus clientes y han manipulado la información hacia el elector, convirtiéndose en un instrumento de propaganda política causando un efecto “bandwagon”, al consagrar un favorito en las encuestas y un efecto “underdog”, al declarar un perdedor anticipadamente.
Otro de los factores importantes dentro de las encuestas, es que sólo toman en cuenta a las personas entrevistadas que manifiestan abiertamente su voto y dan por hecho que las personas que “no contestaron” o “no saben” las consideran como indecisos, cuando la mayor parte de estas mantienen su voto oculto para poder convertirlo en “voto útil”, este fenómeno ha sido definido por la politóloga alemana Elisabeth Noelle- Neumann como espiral del silencio.
De acuerdo al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COPIFE) en su único artículo regulatorio 237 señala la reglamentación que “deberían” presentar las casas encuestadoras que publiquen resultados, sin embargo esta regla queda al vacio ya que no existen en ninguna parte sanción alguna al incumplimiento de este artículo, grandes casas encuestadoras durante este proceso no entregaron sus metodologías correspondientes y muchas de ellas las entregaron incompletas.
Precisamente sobre el tema polémico de las metodologías, Leo Zuckerman en un artículo publicado en Nexos de marzo del 2012 y titulado “¿Quién es quién de las encuestas” nos retrata de manera sistemática la clasificación con distintos criterios el desenvolvimiento de las diversas casas encuestadoras en México y considera una metodología rígida, “las encuestas deben medirse por si aciertan o no en el resultado, y en las proporciones del resultado”, lo dicho que términos prácticos, si sus predicciones coinciden con el resultado final que los votantes emiten en las urnas.
John Ackerman académico de la UNAM y miembro del Observatorio electoral ha sido uno de los primeros en señalar las fallas metodológicas de fondo como la necesidad de considerar la tasa de rechazo, el promedio de negación de los ciudadanos al contestar una encuesta y pone en tela de juicio la ética de las casas encuestadoras.
Finalmente, durante este proceso electoral los ciudadanos fuimos saturados de encuestas que señalaban una diferencia de rango entre 20 y 12 puntos entre el primero y segundo lugar y al día de hoy nadie las ha hecho rendir cuentas por estos errores graves en incluso dolosos al inducir el voto y que debería ser sancionado fuertemente porque atenta contra la equidad en las contiendas electorales.