Por: Jaime Palau

En enero de 1996, tres distinguidos personajes de la historia del beisbol mexicano, Alfredo Harp Helú, José Marrón Cajiga y Roberto Mansur Galán, principales propietarios del naciente equipo Guerreros de Oaxaca, nombran Presidente de la Directiva al C.P. Edgar Nehme Slim, quien debía encabezar los esfuerzos de formar un equipo que competitivo, que se identifique con la afición y plante las bases para llegar a ser triunfadores, nada sencillo considerando que la mayoría de jugadores activos que recibía de los Charros de Jalisco eran de mediana calidad o sin motivación después de una temporada perdedora

También se heredaron los derechos de retorno de algunos peloteros que salieron de ese equipo para jugar en las Grandes Ligas, a la larga no ejercieron ninguno, destacaba el nombre de Fernando Valenzuela, el pitcher mexicano con más logros en el béisbol de Estados Unidos, la esperanza de verlo en vivo en Oaxaca solo fue una ilusión, se desvaneció cuando finalmente se retiró como jugador y decidió quedarse a vivir en Norteamérica.

La cirugía que había que hacer en los Guerreros era mayor, traer a préstamo de Diablos Rojos del México, jugadores jóvenes con mucho talento, que de momento no tenían cabida en el primer equipo y debían foguearse en Liga Mexicana y alguna estrella en el final de su carrera cuya aportación de talento y experiencia fuera balanza de equilibrio, de alguna forma todos salían ganando, el primer campanazo fue la incorporación de Nelson Barrera Romellón, tremendo pelotero que aunque ya había visto pasar sus mejores años, aun tenía rapidez para sacar el bate y mucho poder en las muñecas para conectar la bola, le quedaban algunos jonrones por conectar y muchas carreras por producir, con los años llegaría a ser el gran ídolo de la afición oaxaqueña.

 

Foto: Archivo del Beisbol