Por: Omar Alejandro Ángel

Me doy cuenta de que me faltas


y de que te busco entre las gentes, en el ruido,


pero todo es inútil.

 Jaime Sabines

 

Recuerda. Dime, Mariana, Sofía, Catina, Daniela, Samantha… Ana. ¿Cuántos nombres has tenido? ¿Diez? ¿Veinte? Piensa. En verdad, recuerda. Nîmes, México, Oaxaca, Córdoba, mi casa, mi cama… yo. ¿Qué lugares has habitado? Da igual, siempre te pierdo. ¿Es que habitas en mí, tan dentro, que ni siquiera puedo encontrarte? ¿Estoy tan perdido?

Mariana, necesito la frialdad de tus manos, encontrar paz en tus caricias. Sofía, grítame, grita, gritemos para el mundo lo poco que nos importa. Catina, aún no te conozco, ya te sueño. Daniela, tu voz es mi música; ¿recuerdas a qué suenas, a lo que juntos sonamos? Píntame con la tinta de tu cuerpo, fúndeme en el lienzo de nuestras sábanas, Samantha. Ana, perdóname.

Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta. Dirás que soy un loco. Leer esto no provocará más que la repugnancia a mi inútil búsqueda de ti. Entiende, no lo hago porque quiera. No soy, si es que soy algo, por gusto, ¿piensas que es agradable? Mujer, amor… esto es un infierno; es similar a estar saliendo de un manicomio para entrar a un 
panteón. Y sí, espero curarme de ti, pero antes… antes debo ceder ante esta desesperación, a esta locura que me hace idearte, soñarte, amarte, vivirte y perderte sin tenerte. Espero, debo, hacerte recordar.

Tú, tan bella. Linda, sutil e intranquila. Escapas de mis dedos, eres tinta. Recuerda, entiende la metamorfosis de tu sexo, fúndete en mí. ¿Sientes cómo me invades? Me gusta, me gustas. Amo amarte, sufrirte.

Me has muerto. Espero disfrutraras.

Ahora, ¿recuerdas cómo nos conocimos, Elisa?

Foto: Carolina Murga, Algunos derechos reservados.