Por: Omar Alejando Ángel

“Desde el margen se ve al centro con distancia”. Eso me habían dicho, e incluso había afirmado a otros sin saberlo con certeza. Qué difícil la vida de quien se dedica a pregonar ficciones, fantasías… sinceramente, mentiras; pero, ¿quién soy yo para negar esa transmisión? no soy más que un médium, lo sé, y muchos —en verdad muchos— me han hecho creerlo.

En ocasiones amo sentirme parte de lo que cuento: saberme una línea que corre por el espacio con su compañera; amo cómo nos fundimos en figuras, evolucionamos y, de vez en cuando, morimos para regresar a nuestro carácter lineal. Otras más, el terror de despertarme cucaracha me atormenta todo el día, me crispa los nervios y experimento una locura tal que Orfeo se vuelve mi fiel compañero. Patético, ¿verdad, querido lector? Aunque…

¿Y si la mía es la gran verdad? Desde aquí, en mi margen, el centro es irreal: fantasía pura. Espera, no soy un necio. He intentado vivir normalmente. Me resulta tedioso, aburrido, sin sentido; más patético que mi realidad. ¡Ay lector si supieras! prefiero el hipérbaton al habla común, la confusión de versos vanguardistas a diálogos estúpidos y vacuos, hablar de “realidades” dentro de una ficción, por irónico que parezca; sentirme observado por un desconocido a quien, horas después, seduciré de tal manera que me recordará por siempre (claro, sólo si soy suficientemente bueno). Tú sabes de qué hablo, en tu vida también lo acostumbras, siempre buscaremos la perfección.

Pero, ¿sabes? encuentro mi esencia en mi patetismo.

Finalmente, opto por este país interior.

Yo, pequeño libro.