Por: Adrián Ortiz Romero

+Progresismo: signo que en Oaxaca no se ve

Una vez que son claras las definiciones del régimen oaxaqueño a favor de las fuerzas de izquierda, harían muy bien en dejar las palabras y las conveniencias para trabajar en la justificación de ese convencimiento que se tiene sobre la izquierda mexicana. Más allá de los partidos y de las filiaciones políticas, lo cierto es que un gobierno de izquierda debe estar determinado por un conjunto de decisiones y políticas que al menos en Oaxaca han sido muy tenues, por no decir que inexistentes. Si la definición es por la izquierda, debía entonces trabajarse en una agenda rigurosa de los temas que este gobierno debía hacer para justificar sus decisiones.

En efecto, en México tenemos muy pocos parámetros para poder distinguir entre un gobierno de derecha, de centro o de izquierda. En realidad, tanto las administraciones federales, como las estatales, y qué decir de las municipales, se han visto muy determinadas por las prioridades, por las inercias y por los asuntos de coyunturas, pero casi nunca por la decisión de llevar al gobierno, y a las leyes, ciertos rasgos del programa político e ideológico con el que, a través de sus partidos, llegaron al poder.

Esto lo hemos visto en el hecho de que independientemente del color partidista y de la inclinación ideológica de las tres últimas administraciones federales, las grandes determinaciones han sido alrededor de temas, pero no de causas. En ese caso, una de las principales prioridades de los sucesivos gobiernos de la República —en los que no han variado las políticas, a pesar del cambio de partido en el poder— ha sido respecto a fortalecer las finanzas nacionales, incrementar la recaudación y evitar otra crisis económica.

En ese mismo sentido, puede entenderse el hecho de que en los últimos 18, o 24 años, las políticas de combate a la pobreza hayan sido prácticamente las mismas, y que los cambios que se han hecho en ese sentido hayan sido meramente de nombres y de formalismos, pero no de los grandes planteamientos de fondo. Un tema más, que ha ido cobrando relevancia en la actualidad, es el del combate al crimen organizado y el de la lucha por la seguridad. En esos asuntos, las políticas a través de las cuales se encaran los problemas no distinguen entre gobiernos de derecha, de centro o de izquierda.

Ahora bien, si vamos al caso de los gobiernos estatales, la cuestión ha sido mucho más tenue. De hecho, de las pocas expresiones claras del progresismo o conservadurismo de las administraciones locales del PAN o PRD, son las que hemos visto, en el primero de los casos, en temas como el de la intolerancia a la diversidad sexual o al respeto a la no discriminación; también frente a temas como el aborto, el matrimonio entre parejas del mismo sexo o el derecho a la adopción por parte de esas parejas.

Muchas de esas distinciones las hemos encontrado sólo cuando vemos a gobiernos (como el de Jalisco o Guanajuato) que se cierran por completo a cualquier discusión como esas, o que, como en el caso del gobierno de la capital de la República, deciden abrir los temas y convertirlos en ley a pesar de que ni ellos mismos están bien seguros de las repercusiones sociales o quizá de la constitucionalidad de sus decisiones.

Pero fuera de eso, en temas de política social, de revisión del marco jurídico, de la visión del gobierno y de la atención a los sectores marginados, vemos que las políticas y las decisiones de los gobiernos son prácticamente las mismas independientemente de la fuerza política o la inclinación ideológica de la que hayan emergido. Por eso vemos con mucha más facilidad que un gobierno actúe en base a presiones, a que lo haga en base a convicciones o decisiones que impliquen una auténtica carga ideológica a favor de los derechos o de las causas que enarbolan quienes tienen sus mismas ideas.

 

GOBIERNO DE IZQUIERDA

El gobierno de Oaxaca se dice de izquierda, pero se niega a abrir los temas que podrían demostrar su convicción progresista. Del mismo modo, la administración anterior, la del gobernador Ulises Ruiz, se decía priista, de centro y de amplia tolerancia, pero impuso reformas a la Constitución del Estado respecto a la “protección a la vida” que dejaban ver una inclinación franca, y hasta intolerante, en favor de las convicciones más retrógradas y conservaduristas, con las que se supone que no coincide la ideología y el programa de acción del partido que lo había llevado al poder.

En estas circunstancias, sería ampliamente edificante que el gobierno de Gabino Cué tuviera la convicción de ser un gobierno de izquierda pero no sólo en lo partidista, sino también en lo social y hasta lo ideológico. Si este es un régimen identificado con aquella ideología, debía también llevar a los hechos las convicciones progresistas que hasta ahora han estado guardadas. En hechos tangibles, debería entonces transformar su política social; debía también promover cambios profundos a la administración pública, e incluso debía poner en la mesa de la discusión, y favorecer con su fuerza de gobierno, temas que hoy son hasta tabú en la entidad oaxaqueña, pero que bien podrían comenzar ya a ser discutidos.

Por ejemplo, si hay convicción por la izquierda, el gobierno de Oaxaca debía dar contenido a sus decisiones proponiendo una revisión profunda de las leyes civiles, penales y relativas a derechos humanos, para que éstas, en todos los niveles, estuvieran acordes a los tiempos actuales, se identificaran con las causas más avanzadas en esos temas, y proveyeran de la máxima protección y tutela de derechos a las personas.

Hasta hoy en Oaxaca la discusión de temas como el de los matrimonios entre personas del mismo sexo, el aborto —y muchos otros que en otras entidades no sólo ya no son tabúes, sino que están convertido en ley—, están inhibidos por completo. Es un contraste enorme que, por ejemplo, se declare a un gobierno como de izquierda, pero que al mismo tiempo varias de sus instancias estén combatiendo con toda energía el intento de dos personas del mismo sexo, por contraer matrimonio bajo la tutela de las atrasadas leyes locales. Esa es una muestra entre la enorme brecha entre el decir y el hacer.

 

¿ES BROMA…?

Que Adosapaco deslice la posibilidad de ser “el mejor organismo regulador de agua potable del país”, cuando son capaces de dejar sin agua potable a zonas completas de la ciudad por varias semanas seguidas. ¿Así de mal están los organismos homólogos de Adosapaco? ¿O es que, de plano, alucinan?