eloriente.net/ Unidad Regional Huajuapan de Culturas Populares

31 de octubre de 2012

Desde la época prehispánica esta planta, que se produce en la época calurosa del año, ha sido un complemento importante en la dieta de las comunidades indígenas que habitan las tierras semiáridas y subtropicales del país.  Durante la conquista, la pitaya llamó la atención de los españoles por su vistoso colorido y sabor dulce. El término pitaya, proveniente de la lengua antillana, fue introducido a México por los conquistadores y difundido por los colonizadores.

La pitaya se adapta a condiciones adversas del suelo y clima en las que no sobreviven otros cultivos; además es muy rentable por los bajos costos de producción.

La mayor parte de las especies se usan como cerco vivo y para controlar la erosión, por lo que podría jugar un papel importante en la reforestación de regiones semiáridas. Las ramas secas son empleadas como leña. Algunas especies son usadas como zacateras o almacenes de rastrojo de maíz.

El fruto es comestible y a diferencia de otros frutos de cactáceas, la pitaya cuenta con gran cantidad de pulpa ( el 90 por ciento) pues su cáscara es delgada y las semillas son pequeñas.

La producción de pitaya se da entre los meses de abril y junio; Oaxaca, Puebla y Jalisco son los principales productores.

Una de las regiones pitayeras donde se ha acumulado mayor cantidad de conocimiento sobre el manejo de la pitaya es la que comprende el valle de Tehuacán, la mixteca baja oaxaqueña y la mixteca poblana, en donde la cantidad de especies de cactáceas productoras de frutos comestibles es muy amplia, pero donde la pitaya y el xoconostle son las dos de mayor importancia.

Aunque  sólo se reconocen dos clases de pitayas, la silvestre y la criolla, la gente suele identificar a la fruta por su color y tamaño, así la denominan de diferentes maneras como “pitaya roja”, “bugambilia”, “amarilla” o “blanca”. Ninguna desmerece en frescura, pero varían en tamaño, sabor y cantidad de azúcares. La diferencia de colores sólo se debe a la especie a la que pertenece el fruto.

Los investigadores coinciden en la existencia de una enorme diversidad genética  en la mixteca poblana y oaxaqueña, misma que es necesario estudiar y registrar.

La pitaya es un recurso fitogenético muy importante, motivo por el cual es necesaria la caracterización de la enorme diversidad genética presente en la región, como una primera medida de protección ante los riesgos que representa el saqueo biotecnológico.

El mayor desarrollo de la producción de pitaya se presenta en cinco municipios del distrito de Huajuapan, estos son: Santiago Chazumba, Cosoltepec, San Pedro y San Pablo Tequixtepec, Santiago Miltepec y Asunción Cuyotepeji.

La fruta cosechada se conserva con espinas, para evitar daños entre ellas y es clasificada en diferentes tamaños para su comercialización. Generalmente las muy pequeñas se quedan para el consumo familiar o son vendidas en los tianguis regionales, mientras las de mayor tamaño son empacadas en cajas de madera para su posterior traslado a la central de abastos del D.F.

La comercialización directa se realiza en la mayoría de los casos por los  dueños de los huertos  en Huajuapan de León, Oaxaca, Acatlán, Ixcaquixtla, Tepeji de Rodríguez y Tehuacán, Puebla.

La producción de pitaya enfrenta una serie de problemáticas entre las que podemos mencionar el envejecimiento de los huertos, la falta de infraestructura para la comercialización y la aparición de nuevas plagas y enfermedades, entre otras, que de no atenderse oportunamente pueden convertirse en un grave problema para los productores de la región mixteca poblana y oaxaqueña.

Las comunidades productoras han desarrollado una serie de tecnologías y utensilios  para cada una de las diferentes etapas de producción, comercialización y consumo.   Entre los utensilios podemos mencionar el chicole,    hecho de carrizo  con una especie de jaula en un extremo, el cual funciona de tal modo que al desprender los frutos estos se queden atrapados evitando que caigan al suelo y se maltraten.  Para transportar los frutos se utiliza el chiquihuite elaborado con tiras de carrizo y para acomodar los frutos  se emplea la tenaza, elaborada con ramas de cazahuate.

La pitaya, además de consumirse como fruta fresca, se utiliza para obtener diversos alimentos, entre los que sobresalen mermeladas, bebidas refrescantes y nieve.  El agua fresca se elabora combinando la pulpa de la pitaya con agua y azúcar.

En algunos lugares, las semillas se utilizan para enriquecer las tortillas tostadas o totopos. Para los especialistas la pitaya puede ser un sustento económico de las poblaciones rurales de regiones semiáridas y extenderse a los mercados mundiales, donde los frutos exóticos tienen una gran demanda.