Por: Rodolfo Naró
Siempre me he enamorado de la mujer equivocada. Aquella que tenía un pasado tortuoso y un futuro incierto. Madres solteras. Mujeres golpeadas. Mujeres con síntoma de abuso por anteriores parejas o por su familia. Mujeres que habían protagonizado un divorcio escandaloso. Mujeres pegadas a drogas duras, que entraban y salían de psiquiátricos dos o tres veces al año. Dependientes del alcohol y algunos fármacos. Mujeres con más de una enfermedad sexual. Mujeres arrogantes, voluptuosas, berrinchudas y posesivas. Mujeres que tenían más de una cicatriz en el alma. Mujeres expertas en prácticas amatorias filosas, que se dejaban degustar como un manjar. Mujeres de instintos primitivos, que amaban no hasta la muerte sino amenazando de muerte. Mujeres suicidas. Mujeres vampiro. Mujeres tan al borde del abismo como el agua que se despeña. Mujeres exhibicionistas, no de medias verdades sino de grandes mentiras. Mujeres con mil y un cuentos en una noche. Mujeres de claroscuros. Mujeres de rara belleza, que atraían otras miradas. Mujeres egocéntricas. Celosas. Despechadas. Exploradoras de nuevos placeres, de instantes mortales. Mujeres que lloraban de rabia más que de tristeza. Mujeres que jamás perdían, que reclamaban apuntándome con el índice. Mujeres capaces del indulto. Mujeres tatuadas. Mujeres rencorosas y vengativas. Que confiaban en el amor como en una inagotable cifra. Mujeres tan feministas. Mujeres misóginas. Mujeres que me hacían llorar de tristeza más que de coraje. Mujeres autocomplacientes. Mujeres que amaban el chocolate por sobre todas las cosas. Mujeres anticlericales, pero místicas. Mujeres de izquierda, políticamente incorrectas. Mujeres que mis amigos preguntaban, ésta de qué pie cojea, y que mi familia miraba de soslayo. Independientes como una isla. Mujeres guerreras, que me mostraron el mundo como un campo minado. Mujeres araña, con red en la entrepierna. Mujeres cuarto de milla. Abeja reina más gran que mi sueño de poseerla. Mujeres con un mundo propio, cielo e infierno incluido. Mujeres que no viajan, se mudan. Mujeres que destruyen lo que tocan. Mujeres que reconstruyen lo que sueñan. Mujeres promiscuas. Pornógrafas. Soñadoras. Mujeres solas. Mujeres imperfectas. Mujeres ambiguas. Mujeres depresivas. Mujeres que me pedían con la mirada que las rescatara. Mujeres que al tratar de rescatarlas me salvaba a mí de mí mismo.
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Rodolfo Naró, Tequila, Jalisco, 1967. Poeta y narrador. Su novela El orden infinito, fue finalista del Premio Planeta 2006. www.rodolfonaro.com