Por: Juan Pablo Vasconcelos

La Cultura como elemento de Cohesión Social titula el Pacto por México a un grupo de 5 líneas o compromisos de trabajo a desarrollar en los próximos años en la materia: compromete una reforma legal a presentarse en 2013 y aprobarse en 2014 para reconocer las nuevas relaciones entre niveles de gobierno para la protección de sitios y monumentos históricos.

También, la renovación de la infraestructura cultural del país; la introducción de programas de educación artística en las escuelas (particularmente en las de horario ampliado); el incremento de número de becas para apoyar todas las artes, incentivando en particular los proyectos que ofrezcan contenidos para nuevas plataformas; y el relanzamiento del proyecto de los Institutos de México en el mundo.

Hasta aquí. Son 5 puntos, enmarcados en la intención de impulsar una política cultural como elemento de cohesión social que permita recuperar espacios públicos y fortalezca el tejido social.

Es verdad que son apenas los compromisos básicos y que no es posible esperar, a bote pronto, una política integral en la materia, pero desde ahora se denota un perfil: la política cultural será una política de gestión del arte, es decir, se hará énfasis en la dimensión artística de la cultura por sobre otras, como la perspectiva de corte comunitario o indígena, una orientada a su dimensión económica, o una garantista y popular. Será pues, el periodo de las artes.

Y si esto es así, son evidentes las oportunidades para quienes participan directamente en los campos de la creación, la interpretación, la animación y la promoción cultural. Sin embargo, también es cierto que este perfil tendrá que ser pulido, delimitado y determinado finalmente en las próximas semanas.

Por ejemplo, deberá tomar en consideración otras esferas atendidas en México en las más recientes administraciones o por la sociedad civil y que significan áreas valiosas de trabajo recorrido. Son los casos del impulso de las empresas culturales; la relación de la cultura y el turismo; la formación artística, no sólo en el sistema educativo formal sino más aún en el informal; así como la relación con asociaciones y grupos culturales sin fines de lucro que requieren cada día más de estímulos para realizar su trabajo, en particular el gran latifundio del mecenazgo. Es decir, aunque haya un perfil general no tiene porqué excluir áreas de trabajo valiosas sino más bien complementarse.

De cualquier manera, coincido en lo general en el perfil seleccionado. Creo que no hay un modelo ideal de política cultural que pueda ser aplicado como receta en cualquier tiempo, lugar y circunstancia, sino que la política cultural debe responder al momento histórico del Estado.

Y en este sentido, creo que una política que ponga por delante a los trabajadores del arte, los valores del arte y las posibilidades sociales del arte es lo que requerimos en nuestro tiempo, cuando debemos recomponer relaciones, símbolos, valores, percepciones, formas de vida.

En un momento, en que la violencia ha cascado las mentes y la convivencia en nuestras ciudades, es el arte una forma de impulsar una renovada manera de construir.

Es claro sin embargo que el trabajo estará en una adecuada interrelación de esta perspectiva con el resto de las políticas; si en efecto se quiere que la cultura sea elemento de cohesión social, entonces la instancia gubernamental relacionada con el tema deberá estar presente en los organismos y gabinetes de mayor injerencia en el gobierno. Deberá tener asiento, por ejemplo, en el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública; debe participar del Plan Nacional de Prevención de la Violencia; en las reuniones de gabinete social; en las reuniones de política exterior; en aquellas que tengan relación con el rescate de espacios públicos e infraestructura.

La pregunta es si la actual figura administrativa alcanza para ello y, más aún, si esa es la voluntad política de los actores.

Para lo primero, la respuesta es evidente y negativa, por lo cual debe abrirse y cumplimentarse el debate largamente postergado sobre la estructura orgánica del CONACULTA. Para lo segundo, creo que la participación ciudadana debe impulsar activamente una política que coloque a la cohesión social en el centro del debate nacional y, por lo tanto, a las instancias culturales en la primera línea de las principales determinaciones en México.

Cultura para la cohesión social, sí, pero con todas las herramientas para hacer (las) posibles. Herramientas con poder, auténticas, capaces de transformar en serio las estructuras.

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