Por: Omar Alejandro Ángel

Eros que participas del origen

-Sófocles-

Le veré en unas horas. Renazco. Fíjese, linda señorita, que este viaje me resulta muy agradable, el cielo aquí sí es azul, el agua, clara (¡aún hay río!), el campo, fértil y, a pesar de no estar en pleno contacto, el viento, dulce. Con mucha razón, bella muchachita, se preguntará que hago en tan bello paisaje pues contrasto, no soy de él; y en efecto: no soy aquí, no estoy. Es usted, junto a la Tierra, el campo, la belleza, la vida misma, quien viene a mi… ¡no! quien me permite nos encontremos nuevamente.

Le cuento también, cheranita, que visto un suéter nuevecito, me gusta. Es cremita y me recuerda mucho a usted, a sus abrazos y a su frágil —tan tierna— esbeltez.

Bien sabe el gran amor que le tengo, que estoy enamorado de usted y que el corazón aguardo pese a todo; pero también hay miedo, de mi, en mi. ¿Y si ya no le gusto? ¿Si ya perdimos alas y nos resulta imposible volar, experimentar el aterrizaje forzoso de un espasmo? Tengo fe (hasta creyente me ha vuelto, señorita), sé que seremos nuevamente.

Pues así, le comento que le veré en unas horas. Aunque… ¡espere! líneas atrás, el punto y coma de su pestaña me guiñó el ojo. Le he visto. Usted vive en mi.

Foto: Zuarte bolsas, Algunos derechos reservados.