Por: Isidro Ramírez López

Como humanos recordamos buenas y malas experiencias, tenemos la sensatez de discernir sobre lo bueno y lo malo, nuestra libertad es absoluta e individual, pero también esa libertad a veces la sometemos a situaciones que contravienen a una vida sana y sin agravios.

Recuerdo esa imagen pesada y tediosa de los sábados en el Seminario, cuando reconocido monseñor destinaba una hora de su tiempo a dialogar con todos los estudiantes. Esas mañanas entre risas por los chistes, para algunos la hora de la siesta matutina, para otros momento para criticar al entonces rector de la institución. Sin lugar a dudas, lenguas de doble filo y de doble posición social, otros más con gran pasión religiosa, había de todo, todos queriendo saber más.

Se me vienen a la mente las imágenes de los imponentes edificios de la institución, rodeados por pinos, pastos, rosales y un extenso campo con una vista hacia las montañas que circundan el Valle oaxaqueño, excelente lugar para meditar y reflexionar lejos de los ruidos de la ciudad, lejos de las regiones, lejos del contacto exterior, y cerca de la exigencia del respeto y la vida comunitaria.

Los mejores maestros que imaginaba los conocí aquí, uno que otro clérigo despistado inspiraba a que algunos compañeros expresaran que “serían buenos maestros si no fuera porque les faltaba pedagogía”, una verdadera expresión sarcástica pero aproximándose a eso real hace ya una década. La verdad es que lo poco o lo mucho académicamente aprendido es digno de compartirlo y de replicarlo.

El anuncio inesperado, un maestro recién egresado de la Universidad Gregoriana de Roma, llegaba a darnos clases con una actitud tan cuadrada que a toda la comunidad estudiantil la hizo patinar en lagunas de conocimiento e incertidumbre académica, pero a los tres meses el nuevo catedrático se alineó a la realidad y dejó la retórica por la inculturación de la enseñanza pero eso si conservador y satanizador de las expresiones “progresistas”, porque allí donde los demás no tienen acceso las líneas son dos: Conservadores y Progresistas (extintos de la opción por los pobres), no hay de otra, y cual partidos políticos, había que decidirse por una línea, lo malo es que a veces sin decidirte por línea alguna te clasificaban (benditos prejuicios).

La Opción Preferencial por los Pobres se difundió mucho en Oaxaca con grandes exponentes hasta la conclusión de una era, hoy solo queda el recuerdo de los tiempos donde se pregonaba “Y el Verbo se hizo Indio”, y se cantaba con gran entusiasmo el “Cristo de Palacagüina”. Eso ya es historia. Como decía doña Tencha: “Antes si creíamos en la palabra de los que visten de blanco, hoy dicen mucho y hacen poco”.

Pero bueno, muchos con alma trovadora alegraban los diversos momentos pero la madre Fany era un ejemplo de fortaleza a sus más de ochenta años nos platicaba con enorme sabiduría sus experiencias en las comunidades ya que desde joven le tocó abrir paso a la evangelización en México. Ella caminaba por horas para llegar a una comunidad, le faltaba poco para cumplir noventa años y seguía trabajando duramente ahora en la cocina haciendo la comida para los más de doscientos alumnos, esa vida difícil y cansada era la que más instruía y perfilaba hacia una vocación fuera cual fuera.

Las siluetas comienzan a surgir cuando la verdad contrasta con los dichos, pero eso requiere hablar con detenimiento en el próximo artículo…