Por: Omar Alejandro Ángel

A Doña Petra,

mi abuelita

 

Aquí, ahora, las cosas son distintas.

¿Recuerdas? Aunque, bueno… resulta difícil que a tu edad y en tu condición conserves algo de esas tardes.

Las dos. La pequeña chicharra me liberaba y corriendo, casi volando, me dirigía a casa, contigo. Sobre la mesa, el amor; el cariño de madre que no tenías obligación de dar. Una hora después, tres platillos comenzaban a entrar en mí, y tu esencia con ellos.

La masa era crujiente, mas no dura. Recuerdo perfectamente cómo los pequeños trozos que no habías molido del todo en el metate, al ser triturados por mi boca, se fundían con el exquisito sabor del amarillo, con ese mole amarillo. Ya nadie —nadie, nunca— hace empanadas como tú, abuela.

Realizabas todo el proceso: despertabas a las cinco, molías el maíz, preparabas el mole (suculenta mezcla de chiles, caldo de pollo y algunas yerbas que nunca comprendí). Me dabas más que comida. Ahora lo entiendo.

Tu arroz —más parecido a arroz con leche— apelmazado, de aspecto irregular e incapaz de incitar el apetito. “Lo bueno es siempre lo de adentro, mijo” decías, y yo dirigía el tenedor a la boca, inseguro. Tortillas después, el plato como espejo.

Nunca negaste tus raíces, la costa oaxaqueña no debe —ni deberá— negarse, jamás. La comida de tu tierra. Disfrutar del manjar enchilado, el “bazo” cocido en las entrañas mismas del animal, aderezado con ese tan salado y poroso queso de Jamiltepec. Tostadas recién doradas. Un buen vaso de jamaica (criolla, sin duda)  y la cuestión estaba hecha.

Me mirabas, de cerca, bien cerquita.

Las cuatro. Con el sopor de la comida, te acompañaba a ver tu programa, que jamás vi: con tu comida y tus caricias, terminaba dormido en el sillón. Y así sucedía, día a día, hasta ese día.

¿Ya recuerdas?

Te digo que aquí, ahora, todo es distinto.

Las dos. Sin chicharra que me libere, me dirijo… en realidad no me dirijo.

—Joven, ¿con todo sus tacos?— escucho a lo lejos y recuerdo dónde estoy, que ya no estás.

—Sí, con todo— ¿qué más da? tu comida sí que lo tenía todo.