Por: Omar Alejandro Ángel

A Paula Ciuffolotti, con amor

¿Por qué, en ocasiones, nos sentimos con la misma soledad que la
página mal impresa del libro que jamás leeremos, arrumbado al fondo
del placard? Oculto, avergonzado de causar lástima, con el ilusorio e
improbable anhelo de encontrar unos ojos perdidos que se crucen con
nuestra fealdad.
¿Por qué, aferrados a la espera, la calidez y humedad de la saliva en
aquellos dedos deseemos nos pase por las hojas, nos resulta la
monstruosa inanición?
Por eso, y no por otra razón, juntamos las fuerzas que hace siglos nos
perdieron, aquellas que perdimos en la inútil tormenta de palabras
dentro nuestro. Sentimos como, desde el primer signo hasta el último
punto, una vibrante sensación nos sacude del placard, abre la puerta y
salimos, cayendo -irremediablemente- al suelo.

Y, como en otras ocasiones, pensamos en la triste inexistencia de
alguien que nos levante y regrese a nuestra realidad.