Por: Adrián Ortiz Romero

+ El boicot, fraguado por sus militantes

Movimiento Ciudadano en Oaxaca es un raro ejemplo de cómo un partido político puede ir de más a menos en tiempo récord, y de cómo, en él, no hubo sustancia más corrosiva que el poder y las disputas feroces entre sus mismos militantes. Hoy, ese no es el partido del Gobernador; tampoco es uno de los partidos en el poder en la entidad, e incluso está lejos de ser una fuerza importante en el panorama político estatal. Todo eso, gracias no a fuerzas externas, sino a sus propios militantes.

En efecto, Movimiento Ciudadano nació, como Convergencia por la Democracia, hace poco más de una década en Oaxaca. Su primera batalla formal se dio por la alcaldía citadina cuando todos los espacios del poder eran ocupados por el grupo de quien entonces gobernaba la entidad bajo las siglas del Partido Revolucionario Institucional.

En ese escenario, el llamado Grupo Oaxaca fue uno de los principales desplazados. Y por eso buscaron cobijo en una fuerza política incipiente, pero ya con posibilidad de postular candidatos a cargos públicos. A partir de las diferencias entre el Grupo Oaxaca y el entonces Gobernador, surgió la figura de Gabino Cué, que bajo las siglas de Convergencia ganó como oposición el Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez.

Desde entonces, a nivel nacional Convergencia tuvo un bastión importante en Oaxaca. La Verde Antequera fue una de las primeras ciudades importantes que consiguió gobernar ese partido. Y luego, desde esas filas salió Cué a participar en 2004 por la gubernatura del Estado, obteniendo resultados nunca antes vistos para la oposición en la entidad. Dos años después, en 2006, Cué llegó al Senado de la República nuevamente desde la militancia de Convergencia y arropado por la coalición nacional de partidos de izquierda.

Desde años antes, otro oaxaqueño, Jesús Martínez Álvarez, había también renunciado al PRI y se había incorporado a Convergencia en calidad de secretario General de su Comité Ejecutivo Nacional; en la LIX Legislatura fue diputado federal bajo las siglas de ese partido, y por su doble calidad fungió como coordinador de la fracción parlamentaria del partido naranja en la cámara baja. Martínez, ciertamente, tomó distancia del PC. Pero lo cierto es que nunca renunció a la militancia en ese partido.

Todo eso daba cuenta, pues, de que Convergencia era un partido fuerte en Oaxaca. En 2010, cuando Cué ganó la gubernatura, se asumió que ésta era la primera gubernatura que ganaba Convergencia en el país. Y cuando se suponía que ese partido tenía todo para consolidarse como fuerza política y como fuente de poder en la entidad, resultó que dentro de ese partido comenzó una crisis prolongada que finalmente llevó fuera a prácticamente toda su militancia para dar paso a “nuevos” cuadros que son los que ahora están terminando de dar la idea de que ese partido ya no es el del Gobernador ni el del poder en la entidad. ¿Qué pasó?

Pasó que una vez que llegaron al poder, nadie se interesó en fortalecer a Convergencia. El gabinete se confeccionó de tal forma que los espacios fueron repartidos en función del aporte de cada partido a la coalición que los llevó al poder. En esa lógica, tuvo más peso el PAN o el PRD en el otorgamiento de los espacios, aunque Convergencia, o Movimiento Ciudadano, no podía decir que no se le cedieron posiciones importantes. Pues al margen de los espacios de segundo nivel en que se colocó a muchos de sus dirigentes y militantes que habían aportado trabajo político en los tiempos de oposición, al PC se le otorgaron la Consejería Jurídica del Poder Ejecutivo, y la otrora poderosa Secretaría General de Gobierno.

Empero, ya en el poder quedó demostrado que los supuestos militantes convergentes no eran tales, ni había sentido de lealtad, de compañerismo, ni de construcción de partido. Si alguien, por ejemplo, torpedeó incansablemente a todas las posiciones de Convergencia en el gobierno, esos fueron nada menos que Jesús Martínez Álvarez y Víctor Hugo Alejo Torres.

Ellos mismos tuvieron posiciones políticas encontradas y hasta tormentosas dentro del gobierno. Luego sufrieron la colonización por parte de los intereses de Benjamín Robles, que primero tomó el control del MC, para luego echar a pelear —a muerte— a los grupos que aún quedaban al interior, y finalmente tomar la decisión de renunciar a su militancia y adherirse al PRD como ciudadano y como Senador.

 

POR LA PUERTA DE ATRÁS

Lo que quedaba de Convergencia se fue yendo. Grupos como el de la diputada Margarita García, o el del regidor Mario Mendoza, quedaron en la orfandad, luego de su estéril disputa —y posteriores componendas, también inútiles— con el grupo de Saúl Díaz. Hoy, ambos grupos están fuera del MC. Alejo, Martínez Álvarez y demás, tampoco se acuerdan que militan, o militaron, en ese partido.

El común denominador, es que fueron sus propios militantes quienes destruyeron al partido. Por eso, desde la capital del país consideraron que como no hubo ningún  “rendimiento” por haber sido parte de la coalición, por tener posiciones en el gobierno y por no poder construir una militancia activa y unificada, el MC debía ir solo a los comicios y participar con nuevos cuadros. Hoy todos se lamentan porque en el MC se impulsa a personajes que nada tienen que ver con ese partido. Pero nadie reconoce los errores cometidos en los últimos años, incluso ya teniendo a un militante suyo como Gobernador del Estado.

Por eso, en común parece que todos sus militantes se fueron por la puerta de atrás, y que hoy el MC es el mismo partido, pero con una composición que nada tiene que ver con el pasado. Es cierto, sí, que detrás de su nueva integración hay componendas cupulares que apuntan al resurgimiento formal del grupo que gobernó la entidad entre 1998 y 2004. Pero también lo es que si su militancia hubiera cuidado a su partido, nada de esto estaría pasando ahora.

 

RENUNCIAS

En el estallido del MC como lo conocíamos, han pasado varias cosas: la diputada Margarita García, por ejemplo, se quedó sin militancia y, a menos que se incorporada al gobierno, sin futuro político. Mario Mendoza renunció también al MC pero, dicen, para ir a identificarse con lo peor del priismo a través del grupo del ex gobernador Ulises Ruiz. Todos los demás, saltaron al vacío en la nada política. Y los que aún se encuentran en el gobierno prefieren el bajo perfil para no llamar la atención, y ser “convocados” a que rindan cuentas y presenten su renuncia. Esta es, pues, la devastación del MC… a manos de sus propios militantes.