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1 de julio de 2013
- Este 30 de junio se celebró el cumpleaños 74 del escritor que se dio a conocer a los 20 años con su libro de cuentos La sangre de la medusa
José Emilio Pacheco es figura central de la poesía en español de los últimos 50 años. Ha desarrollado la creación en la poesía, narrativa (cuento y novela), divulgación cultural (investigación histórica y literaria, redacción editorial, periodismo) y en traducciones, adaptaciones, guiones teatrales y cinematográficos.
Dueño de una gran erudición y lucidez, José Emilio Pacheco ha logrado investigar y reconstruir la vida cultural mexicana, establecer vínculos con la literatura de otros países, fomentar el estudio de obras y autores poco conocidos.
Los jóvenes también escriben poesía
José Emilio Pacheco Berny nació en la Ciudad de México el 30 de junio de 1939. Sus primeros años trascurrieron en la calle Guanajuato número 183 de la Colonia Roma.
Su madre procedía de una familia de empresarios con los que vivió en el puerto de Veracruz, ahí fue donde se despertó su pasión por el mar, un tema frecuente en su obra. Mientras que su padre logró una sólida formación alcanzando el grado de general de brigada en 1927.
Estudió la preparatoria en el Centro Universitario de México y acudió a los cursos de José Enrique Moreno de Tagle, quien le enseñó a leer, entre otros autores, a Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes. En esta época, además, entabló amistad con Juan José Arreola y se interesó por el teatro, prueba de ello son las piezas en un acto La reina (1958) y El pasado lo guardan las arañas (1960).
Para el poeta y académico mexicano Eduardo Lizalde, se trata de un José Emilio Pacheco que puede verse “como un escritor joven, precoz, excelente, versátil, inteligente y con grandes capacidades creativas a quien todos celebrábamos sus primeros textos como lo hizo el poeta Octavio Paz.
“Se trataba de un escritor que desde ese momento dejó ver que se convertiría en uno de los poetas más destacados de su generación y actualmente uno de los más importantes y reconocidos internacionalmente por diversas cualidades: es un hombre ordenadísimo, trabajador, laborioso, serio y culto, con un comportamiento discreto y tímido”.
Para el escritor, guionista, periodista y dramaturgo Vicente Leñero, se trata de un joven que desde los 20 años se convirtió, para diversos escritores igualmente jóvenes en un amigo entrañable, “y así ha sido desde que nos conocimos en mi juventud entorno a Juan José Arreola: un amigo muy entrañable a pesar de que no nos vemos mucho, pero nos seguimos a la distancia.
“Es una excelente persona y muy generoso, fue mi primer compañero de toda la generación y para mí el más apoyador, estimulante y el que me dio más ánimos para seguir en el mundo de las letras”.
Mientras que para la escritoray periodista Elena Poniatowska, se trata de un escritor joven que mostró con su trabajo inicial que se convertiría “en un gran poeta mexicano después de Octavio Paz que reúne la inteligencia y la posibilidad intimista que tenía Jaime Sabines. Somos amigos desde que él era joven y desde entonces es un hombre muy cálido, solidario y que siempre está dispuesto a ayudar”.
Para la narradora, ensayista y editora Silvia Molina, desde joven, José Emilio Pacheco se mostró a los mexicanos como un escritor de obra vasta, seria, obsesiva y crítica.
“José Emilio es un escritor obstinado que busca la perfección hasta el cansancio, corrige tanto como puede. Es uno de los escritores más cultos que tenemos, con un dominio de la historia de México impresionante. También es un hombre generoso, tímido en presencia de multitudes, pero alegre y divertido en cortito”.
Mientras que para el novelista, cuentista, ensayista, editor y catedrático Hernán Lara Zavala, hablar de José Emilio Pacheco “es como un joven tímido que se convirtió en un gran poeta de habla española, que tiene un perfil muy particular porque se niega a estar en la farándula, en la parte social de la literatura.
“Es un hombre que se ha dedicado en cuerpo y alma a ejercer su obra. Un individuo obsesivo que tiene una peculiaridad: corrige sus propios textos y expone el sentido de ejercer una crítica muy feroz sobre sí mismo, un elemento que lo ha convertido en un ser muy original dentro del ámbito de la literatura mexicana”.
Para la escritora, ensayista, crítica literaria y académica Margo Glantz, José Emilio Pacheco es “un poeta que trabaja enormemente y que se ha mantenido escribiendo poesía desde que era joven. En este sentido, puede verse como una persona encantadora, con mucho sentido del humor, muy irónico y sabio”.
Escribir bien, mi mayor ambición: José Emilio Pacheco
José Emilio Pacheco emprendió la carrera de derecho -que abandonó a los 19 años- y estudió filosofía en la UNAM. Pero él siempre ha comentado que obtuvo su verdadera preparación fuera de las aulas gracias a que alternaba las más diversas lecturas con los paseos por la Ciudad de México con sus amigos entrañables: Carlos Monsiváis y Sergio Pitol.
El poeta, ensayista, traductor, novelista, cuentista, cronista y crítico literario, se dio a conocer en el mundo de las letras a los 20 años con La sangre de Medusas (1958) un cuento de escasas 20 páginas que le publicó Juan José Arreola en su colección Cuadernos del Unicornio.
A partir de ahí, su vocación literaria sería un entramado de obras narrativas, líricas, cuentos, traducciones, antologías e incesantes colaboraciones periodísticas.
En 1963 publicó su primer libro de poemas Los elementos de la noche y ese mismo año su texto de cuentos El viento distante. El reposo del fuego (1966), es su segundo libro de poesía, un texto en donde el autor se revela como un poeta maduro, ágil y rebelde que conoce el mundo y toma parte activa en él.
En esta etapa “el aprendiz de escritor” como él mismo se decía, dio a leer sus textos a autores consagrados como Octavio Paz, Rosario Castellanos, Emilio Carballido, Carlos Fuentes, Juan García Ponce, Luisa Josefina Hernández o Juan Rulfo, quienes lo miraron con simpatía y destacaron en más de una ocasión su indudable madurez.
“La poesía de José Emilio Pacheco se inscribe no en el mundo de la naturaleza sino en el de la cultura y, dentro de éste en su mitad, en sombra. Cada poema de Pacheco es un homenaje al `No´, al tiempo, que para él es el agente de la destrucción universal y a la historia que para el escritor es un paisaje de ruinas.
“Podría suponerse que este parti pris lo convierte en un doctor Pangloss al revés, empeñado en demostrar que vivimos en el peor de los mundos posibles”, escribió Octavio Paz en el texto Cultura y natura publicado en José Emilio Pacheco ante la crítica, editado en 1987 por la Dirección de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Después escribió Morirás lejos (1967), una novela que en palabras de Carlos Fuentes “es una obra que aborda un tema que hubiese parecido vedado a un novelista latinoamericano: la suma de instancias históricas, la destrucción de Jerusalén por las regiones romanas de Tito y el holocausto de los judíos en los campos nazis.
“Es una historia en donde el eslabón es el misterioso narrador que, posiblemente, está sentado en la banca de un jardín público de la Ciudad de México y del que, a la manera de Borges, no se sabe si piensa –recuerda, inventa– los acontecimientos o bien si es pensado o inventado por ellos”.
A esta obra siguió No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), El principio del placer (1972), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Desde entonces (1979), Tarde o temprano (1980) y Las batallas en el desierto (1981).
“Estos libros se nos presentan como la obra de un virtuoso de la techné. Son textos impecables, de melodía experiencial de un absoluto enamorado de las palabras. Se trata de una obra sobre la experiencia de vivir, pero sin relato, sin cuento. Tiende a ser criptica –sin serlo– y se nutre de una atmósfera que pidiéramos acaso denominar `lirismo metafísico’.
“Ahí lo real –el vivir, los objetos, el amor, el mundo– están siempre presentes y (los lectores) tenemos la sensación de que se trata de presencias elididas, metafísicas o místicas”, detalló Luis Antonio de Villena en su libro José Emilio Pacheco, editado en la Colección Los Poetas de Ediciones Júcar, 1985.
Pacheco Berny también ha escrito Miro la tierra (poemas de 1983 a 1986), Los trabajos del mar y Fin de siglo y otros poemas (1984), Zona de desastre (1986), Ciudad de la memoria (poemas de 1986 a 1989), Tarde de agosto (1992), El silencio de la luna (1996), La arena errante (1999), Siglo pasado (2000), Como la lluvia y La edad de las tinieblas (2009).
“Proyectos que nos permiten conocer dos modos completamente distintos de concebir el acto creativo y su relación con la realidad cotidiana que distinguen la narrativa de José Emilio Pacheco: uno de ellos, la rememoración del pasado que contrapone la versión objetiva y subjetiva de una misma circunstancia vital, integrando el acontecer individual al imaginario cultural mexicano; de tal modo que vivencias, acciones y reacciones humanas son transformadas en una respuesta ética y estética.
“Pero también que en varios relatos suyos la evocación de la infancia o de la adolescencia se convierte en el centro generador del texto, prevaleciendo el afán de recuperar la huella afectiva impresa en la memoria, de crear una tensión dialéctica entre el mundo real y el deseado”, escribió Hugo J. Verani en José Emilio Pacheco: Umbrales de lo fantástico publicado en José Emilio Pacheco: Perspectivas críticas, editado por Siglo XXI Editores.
Para Eduardo Lizalde, se trata de obras que muestran que José Emilio Pacheco es un hombre de muchísimas facetas literarias y culturales, que destaca como ensayista y traductor por ser un personaje que posee información, cultura y minuciosidad.
“Son libros que muestran cómo es un escritor que conoce la historia de la literatura latinoamericana, española, mexicana e internacional y una persona severa para la ejecución de su propia poesía. No podría decir cuál de esos libros es el mejor, porque es un poeta de muchos registros y versátil, con muchas posibilidades de desarrollo cuya obra es muy extensa, pero puedo decir que son textos extraordinarios sobre el modernismo y la poesía mexicana.”
Vicente Leñero expresó que las obras de José Emilio Pacheco muestran que es un hombre de literatura que abarca todos los géneros.
“Se trata de textos que muestran primero su conocimiento como ensayista y su conocimiento histórico ya que es un hombre muy estudioso de la historia de México y la conoce muy bien. Pero también que destaca como novelista, como un hombre de búsqueda en la literatura. Como poeta no me atrevo a juzgarlo porque no tengo elementos suficientes, pero tiene una voz muy personal y propia que es diferente a la de todos”.
Para Hernán Lara Zavala, son obras que muestran que José Emilio Pacheco es un gran hombre de letras y un escritor “raro” que práctica todos los géneros, “pero principalmente que es un gran poeta. Su poesía es a lo que le ha dedicado más tiempo y donde su obra se ha ido consolidando.
“Son libros en donde vemos que su gran mérito como escritor es precisamente la enorme gama y abanico de intereses que tiene y ejerce bien ya que va desde la crítica literaria, ensayo, cuento, novela y poesía, pasando por el narrador, traductor, divulgador de la cultura y estudioso de las letras”.
También son libros –añadió Elena Poniatowska– en donde se muestra el interés de José Emilio Pacheco por diversos temas en los que hemos coincidido: la pobreza, Tlatelolco y la masacre del 2 de octubre. A mí me gustan sus novelas que son buenísimas, principalmente Los elementos de la noche, que reflejan lo que yo viví y es de mi época.
“Además porque es una obra en donde vemos que la aportación de José Emilio Pacheco a las letras mexicanas es la autenticidad, la familiaridad, la confidencia, el amor al prójimo, la sencillez e inteligencia y el don de síntesis, ya que dice todo en muy pocas palabras”.
Silvia Molina consideró que José Emilio Pacheco muestra interés por hablar de la crítica, la nostalgia y la visión del pasado de México. Pero también por plantear la pérdida de la inocencia y una introspección hacia sí mismo.
“Si miras su obra en conjunto es imposible no verlo allí, mirándose, explicándose, mirándonos, explicándonos. También son textos que muestran que su aportación a la literatura es la honestidad de su persona y de su literatura.
“Me gusta porque refleja su afán de pulir hasta lo último y que es un escritor tras su escritorio y no un escritor mediático. Admiro su transparencia, su forma, a veces conversada de hablarnos. La manera de entreverar la literatura y la historia aunque sea la personal”.
Tengo una ambición muy clara que es una locura…escribir bien: José Emilio Pacheco
José Emilio Pacheco también colaboró en la revista Estaciones y la antología de poesía mexicana Poesía en movimiento (1915-1966), prologada por Octavio Paz y realizó la compilación La Poesía mexicana del siglo XIX.
La labor de divulgación cultural de Pacheco comenzó en 1957, con publicaciones estudiantiles entre las que destaca Medio Siglo. Fue asiduo colaborador de Estaciones, revista en la que inicia dos actividades de su incesante quehacer literario: el trabajo de redacción editorial y la escritura de notas culturales.
Su primera participación en una sección literaria fue “Simpatías y diferencias” en Revista de la Universidad de México cuando aún no llegaba a los 21 años, la cual inaugura su participación en una larga e ininterrumpida serie de columnas culturales semanales: “El minutero”, “Calendario” e “Inventario”, tarea por la que fue reconocido con el Premio Nacional de Periodismo en 1980.
Ha realizado colaboraciones periodísticas en Novedades, Revista Mexicana de Literatura, Diálogos, El Heraldo de México, Plural, Vuelta, Letras Libres, La Cultura en México, Siempre!, espacios en donde dio a conocer aspectos desconocidos de la vida cultural mexicana de los siglos XIX y XX, a autores olvidados y estableció puentes entre diversas literaturas.
Fue editor del programa Entre libros de Radio UNAM; director de la Biblioteca del Estudiante Universitario; redactor del noticiero cultural Cine-Verdad; secretario de redacción de México en la Cultura del periódico Novedades y colaborador de la Revista de la Universidad de México e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
José Emilio Pacheco ha sido docente en la Casa de Lago y el Centro Universitario de Teatro de la UNAM y profesor visitante en universidades de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido que le permitieron obtener el título de Distinguished Profesor Emeritus otorgado por la Universidad de Maryland.
Ha destacado por sus traducciones a diversos personajes sobresalientes en las letras: Samuel Beckett y su obra Cómo es; De profundis de Oscar Wilde; Un tranvía llamado deseo, de Tennesee Williams; Cuatro cuartetos de T. S. Eliot y Vidas imaginarias de Marcel Schwob.
También sobresale –destaca Hernán Lara Zavala– como un periodista culto, un ensayista de revista, “un autor de artículos famosos que publica en su columna cultural semanal Inventario, en donde lo vemos como un crítico de la cultura y literatura nacional, que tiene la mente enciclopédica y que lo mismo te habla de los grandes poetas mexicanos del siglo XIX y XX, que de la poesía norteamericana, inglesa, latinoamericana y hasta de efemérides.
“Asimismo destaca por ser un historiador de la cultura: él hizo la historia de la Ciudad de México y no podemos olvidarnos del gran antologador, ya que es el primer escritor que recopiló la poesía mexicana del siglo XIX. Finalmente no podemos dejar de lado su lado de maestro, ya que aunque él no imparte directamente clases en el sentido de ir a darlas en una aula, ha sido un gran formador de escritores y de jóvenes”.
Lo más importante de un reconocimiento es demostrar que uno no ha escrito en el vacío: José Emilio Pacheco
José Emilio Pacheco ingresó a El Colegio Nacional en 1986, convirtiéndose en el miembro más joven en la historia de esta institución fundada en 1943, y donde ha impartido cursos anuales sobre escritores mexicanos del siglo XIX y XX.
Entre los numerosos premios y distinciones que ha merecido por su obra se encuentran: el Premio Magda Donato (1967) por su novela Morirás lejos, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1969) por su poemario No me preguntes cómo pasa el tiempo, el Premio Xavier Villaurrutia (1973) por El principio del placer.
Obtuvo el Ariel compartido con Arturo Ripstein a la mejor historia original y adaptación cinematográfica con El castillo de la pureza (1973) y por el guión de la cinta El santo oficio (1975).
Asimismo ha recibido el Premio Nacional de Periodismo en el área de Divulgación cultural (1980), el Premio a la mejor traducción de la Sociedad de Críticos Teatrales por Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams (1984), el Premio Malcolm Lowry por su trayectoria en el campo del Ensayo literario (1991), el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura (1992), el Premio Fernando Benítez en periodismo cultural (1995).
También ha sido reconocido con el primer Premio Iberoamericano de Letras José Donoso otorgado por la Universidad de Talca, Chile (2001), el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2003), el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2004), La Academia Mexicana de la Lengua lo nombró Académico Honorario (2006).
El Instituto Nacional de Bellas Artes, por medio de la Coordinación Nacional de Literatura, le rindió un homenaje con motivo del 70 aniversario de su natalicio y le fue otorgada la Medalla de Bellas Artes (2009) y ese mismo año recibió el Premio Reina de Sofía de Poesía Iberoamericana y la Medalla 1808 otorgada por el Gobierno del Distrito Federal.
En 2010 en el marco de la sesión del 13 de octubre de 2010, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Artístico y también la UNAM lo distinguió con el Doctorado Honoris Causa por ser figura central de la poesía en español de los últimos 50 años, además de recibir el Premio Miguel de Cervantes por enriquecer el legado literario en lengua española. En 2011 El Colegio de México le otorgó el Premio Alfonso Reyes creado por esa institución.
@El_Oriente te comparte un documental sobre este gran poeta y su discurso íntegro al recibir al Premio Cervantes 2009.