Por: Adrián Ortiz Romero

+ Operación electoral, la clave de este proceso

A estas alturas, la campaña por la Presidencia Municipal de Oaxaca de Juárez entró en la ruta del choque entre partidos y candidatos. Este episodio, aparentemente inevitable, nos está permitiendo ver de cuerpo entero a quienes gobiernan, a quienes pretenden recuperar el poder, y a quienes –contrario a lo que prometían- están haciendo todo, hasta lo ilegal, para conservarlo. En este caso, el poder los desnudó. Y eso debe ayudarnos a clarificar el panorama en el que votaremos dentro de nueve días.

En efecto, desde la semana pasada los dos principales contendientes por la alcaldía citadina entraron en la ruta de la descalificación. El equipo de campaña de Francisco Reyes denunció, primero, supuestas transferencias de recursos de los supuestos operadores fácticos del Gobernador del Estado, a personas cercanas a la campaña de Javier Villacaña. Esta fue una versión documental y legalmente pobrísima, que en realidad sólo dio el banderazo para los ataques entre candidatos.

Esta semana los señalamientos arreciaron. Particularmente, el equipo de Villacaña denunció la entrega indebida de zapatos por parte del equipo de Francisco Reyes, a personas a las cuales les solicitaban su credencial de elector y otros datos que les servirían el día de la jornada para la llamada “operación electoral”. Ayer mismo, fue dada a conocer una grabación —que por sus características deja en claro que fue hecha por la misma interlocutora— en la que Alejandra García Morlán, integrante del equipo de campaña de Reyes, ofrece dinero para que la autora de la grabación “movilice” a gente que garantice votos por ellos, el día de la jornada electoral.

Todo esto demuestra dos cosas: primero, que la civilidad en esta campaña de nuevo fue una supuesta buena intención, que apenas si ha servido para disimular la falta de argumentos y proyecto para la ciudad por parte de los gobernantes; y segunda, que unos y otros —priistas y coalicionistas— son potencialmente susceptibles de utilizar los mismos métodos de operación electoral, que unos y otros reprueban de sus adversarios pero que simplemente no desechan. ¿Cuál es la diferencia?

Que hoy el PRI del “mapacheo electoral” no tiene prácticamente ninguno de los elementos con el que podrían hacer posibles las acciones de ingeniería electoral. Y que los partidos que integran la Coalición gobernante (que ganaron las elecciones a partir de denunciar los excesos y las ilegalidades electorales del PRI que entonces gobernaba) hoy sí tienen las posibilidades de emprender las tareas de movilización de electores que en el pasado reciente tanto denunciaron de sus adversarios. Esto es, que hoy los puros y los conversos están ubicados exactamente en la misma situación.

Esto, de entrada, banaliza profundamente la contienda electoral. Pues se hace claro que aquí quien denuncia lo está haciendo no por convicción democrática, sino por frenar a sus adversarios. Unos y otros, echarían mano de cualquier tipo de trapacería con tal de ganar la elección. Sólo que unos pueden —y tienen con qué— y los otros no. Y eso reduce lo que podría ser una campaña de propuestas y de verdadera conquista del voto, al mero ejercicio democrático simulado, en el que gana la elección no el que hace la mejor campaña y tiene las mejores propuestas, sino quien logra hacer la mejor operación electoral y tiene los mayores recursos para movilizar personas a su favor.

CAMPAÑAS SIN MORAL

Moral y política son palabras que por naturaleza se repelen. El problema es que aún siendo contrarias, la una no debería separarse de la otra, justamente para que el ejercicio del poder tuviera como fin último la posibilidad de conseguir el bien común. Pero como hemos perdido esa noción, estamos acostumbrados a ver la operación electoral como algo normal, y a las campañas como un mero requisito para justificar la compra de votos, la movilización, la cooptación, el acarreo y el condicionamiento de programas y recursos a cambio de votos, que vemos en todas las jornadas electorales.

Este caso no es la excepción. Hasta ahora se ha visto que el PRI tiene poco margen para moverse en esos terrenos (los de la operación electoral, “a la antigüita”) no porque esté convencido de que no debe hacerlo, sino porque no tiene los recursos ni el margen de maniobra para hacerlo. Como lo señalábamos en otras entregas, hoy ni la campaña de Villacaña, ni ninguna otra del tricolor, tiene los apoyos federales que soñaban los aspirantes que sí tendrían.

Pero es paradójico que hoy el candidato panista de la capital sí lo esté haciendo utilizando recursos económicos que posiblemente provengan del Ayuntamiento de Oaxaca, del Gobierno del Estado y, sí, créanlo, también del gobierno federal. ¿Cómo? A través de las delegaciones federales que siguen operando con panistas. Dependencias como Sedesol, Oportunidades, y otras, no han sufrido cambios en su estructura. Eso, y la idea clara que tienen los actuales encargados de esas dependencias de que —hagan lo que hagan— de todos modos sus días están contados, les ha permitido buscar y conseguir los márgenes para favorecer a la única carta electoral que puede ofrecerles algún futuro. Por eso no sería raro que muchos de los recursos con los que hoy la campaña de Reyes está generando su operación electoral tengan como origen las arcas federales.

Eso da cuenta exacta de que la campaña es una simulación para justificar la operación electoral. Al final, lo que buscarán será apretar en los últimos días a través de sus estructuras para generar votos comprados que puedan dar un giro, o confirmar una tendencia, a favor o en contra de un candidato. Eso es lo que buscan. Por eso el PRI ha intensificado la búsqueda de acciones ilegales por parte del equipo de Francisco Reyes. Y por eso éste último se “amarra el dedo” anunciando una campaña negra que, hasta ahora, de “negra” sólo ha tenido el hecho de haber sacado a la luz puras verdades.

GRAVÍSIMO…

Si hacía falta un elemento para enrarecer no sólo la elección, sino la imagen de Oaxaca ante el país, eso era la desaparición de Nicolás Estrada Merino, cuyo cadáver ayer fue finalmente encontrado en la región de la Cuenca del Papaloapan. ¿Qué queda? Demostrar fehacientemente que esta ola criminal no es una tendencia, sino un conjunto de hechos aislados. Y esclarecer este crimen, que por la calidad política de la víctima, indudablemente trascenderá e impactará negativamente en la imagen de nuestra entidad.