Por: José Francisco Vásquez Pinacho

Agradecimientos al Dr. David Adelfo López Velasco y a

Virginia Martínez,  quienes fueron los primeros

en acercarme a estos temas

 

El domingo 7 de julio (o sea ya en corto)  se realizarán elecciones para elegir Presidente Municipal de Oaxaca de Juárez, la tierra donde nací y me reproduzco socialmente. Mi morbo y el ocio que tanto gozo, me hicieron reflexionar un poco sobre las mismas y decidí realizar un breve análisis sobre la competitividad y el comportamiento electoral en el municipio.

La competitividad electoral se refiere a qué tan reñidas son las elecciones, apela a la fuerza electoral de los partidos; revela qué tan fuerte son comparativamente según la distribución del voto y las victorias.  Giovanni Sartori distingue competencia y competitividad. La competencia, de acuerdo a este autor, son básicamente las reglas escritas y no escritas del juego electoral. La competitividad, por el contrario, consiste en el estado real del juego en un momento determinado.[1]

Para el ejercicio se echó mano del método empleado por Irma Méndez de Hoyos en su estudio sobre competencia y competitividad en México de 1977 a 1997[2] y se utilizaron datos de los últimos cinco procesos electorales municipales los cuales se obtuvieron de la página del IEEPCO (http://bit.ly/10zHhg1).

Se ha medido la competitividad en el municipio con tres indicadores: Margen de Victoria (M.V.), Índice de Fuerza de la Oposición (I.F.O.) y Diferencia entre el Número de Victorias por Partido (D.V.); juntos a través de una fórmula matemática conforman el Índice Compuesto de Competitividad (I.C.C.)

El M.V. mide la distancia en el porcentaje de votos entre el primero y segundo partidos. Entre más pequeño es el margen de victoria más competitiva es la elección. La siguiente gráfica muestra el comportamiento de éste indicador en las últimas 5 elecciones.

Podemos observar que las elecciones intermedias, como la que está por venir, son bastante competitivas, ya que el M.V. es menor a 5%. En el 2010 el indicador se dispara, esto tiene varias explicaciones: la elección se empata con la de diputados locales y gobernador, genera expectativa y tiene una gran participación ciudadana, lo que provoca que la coalición PAN-PRD-PT-PC gane por un amplio margen.

El I.F.O mide el peso electoral de todos los partidos de oposición juntos respecto al partido ganador, indicando si éste ganó por mayoría relativa y obtuvo un porcentaje de votos menor al conseguido por los demás partidos, o si, por el contrario, obtuvo un porcentaje de votos mayor que el de la oposición reunida. Entre más alto es el índice más poderosos son los partidos de oposición en su conjunto. La gráfica siguiente muestra este indicador.

 

 

Se observa a primera vista que existe cierta regularidad. Y en el 2010 el índice baja por las mismas cuestiones antes mencionadas. En general, todos los que han ganado la presidencia municipal ha sido por mayoría relativa.

El indicador D.V. mide el grado de concentración de los triunfos electorales entre los partidos; entre más alto es menos concentradas están las victorias en un partido. Para el caso de Oaxaca de Juárez el índice es igual a cero, ya que durante el período estudiado el PRI ha ganado en dos ocasiones al igual que el PAN, y PC en una ocasión, lo que se anula con el número de posiciones en disputa que es 1 (la presidencia municipal), por eso es 0.

Méndez de Hoyos diseña un Índice Compuesto de Competitividad Electoral a partir de los tres indicadores anteriores los cuales son complementarios. El ICCE mide el grado de competitividad de la elección en un tiempo determinado. Mientras más alto sea mayor será la competitividad en la elección. En la siguiente gráfica se expone el ICCE para las últimas 5 elecciones.

 

Como podemos observar en la gráfica existe regularidad en el ICCE durante las últimas cinco elecciones. Los índices menores de 50 puntos son considerados como de “baja competitividad”; en general las elecciones en Oaxaca y todo México se encuentran dentro de éste umbral, esto se debe sobre todo a la cultura política insertada dentro del imaginario colectivo, resultado del sistema autoritario de partido hegemónico que anula por completo la construcción de ciudadanía y por lo tanto la participación ciudadana.

Los tres indicadores vistos y la composición del ICCE no resultan suficientes para tratar de comprender las elecciones municipales de Oaxaca de Juárez del 2013 y poder avizorar algún resultado, también debemos analizar el comportamiento electoral dentro del municipio.

El comportamiento electoral se refiere al problema de las relaciones entre las elecciones y la conducta de los votantes, a fin de poder establecer la existencia de mecanismos y resortes para explicar las motivaciones que conducen al elector a tomar su decisión[3]. La decisión de votar por tal o cual partido deviene de una construcción social. Los individuos toman decisiones en función de las presiones y condiciones sociales en las que viven. En estos términos, los resultados de las votaciones obedecen a la situación de clase, a la ocupación y al estatus socioeconómico de los electores, a su pertenencia a grupos, familia, religión, etc.

Es decir, aquel que siempre ha sido priista (por poner un ejemplo) porque desde sus abuelos han votado por el PRI, porque pertenece a un grupo afín, porque le da trabajo, o la razón que sea; su decisión siempre va a ser votar por ese partido sin importar si les ponen un chimpancé de candidato o si las condiciones de vida empeoran, su decisión obedece a actitudes y valores que le fueron forjados durante toda su vida, a una decisión de tipo cultural.

Sin embargo por la forma irregular de la distribución de los votos y los resultados, partimos de la idea que la mayoría de los ciudadanos de Oaxaca de Juárez a la hora de votar obedecen más a una decisión racional. El enfoque racionalista, explica el comportamiento político en función de una escala de costo-beneficio que en distintas circunstancias se les presenta a los ciudadanos, los cuales eligen aquella opción que a su parecer optimizará sus beneficios individuales y de grupo (sí es que salen a votar, claro).

Comencemos por analizar la participación ciudadana en las elecciones municipales. La siguiente gráfica muestra la evolución del porcentaje de ciudadanos que fueron a votar para presidente municipal durante las últimas 5 elecciones.

 

Es de resaltar el hecho que en las elecciones municipales la participación es baja, no existe interés por parte de los ciudadanos en elegir a su presidente municipal. En 2010 la participación sube a un nivel nunca antes visto, recordemos que fue histórica esa elección y todo lo que implicó, es por eso que la participación fue tan elevada, para este año ese entusiasmo parece muy disminuido. Esperemos que para las elecciones del domingo 7 se llegue al menos a un 45% de participación, pero se ve difícil, la opinión pública no siente grandes cambios después de la alternancia y existe descontento hacia la coalición ahora gobernante.

El alto porcentaje de participación es lo que hizo posible sacar al PRI del poder, si los ciudadanos no salen a votar el próximo domingo, los resultados estarán sujetos a la distribución de votos que históricamente han obtenido los partidos en las elecciones municipales, es decir, votarían los del enfoque culturalista. Para que la democracia se consolide es necesario que aquellos que deciden bajo un enfoque racional se decidan a salir a votar como hace tres años.

Ahora estudiemos un poco la distribución de votos de los partidos, para eso utilizaremos el enfoque de realineamiento electoral, se trata de una herramienta que permite estudiar el comportamiento del voto. Desde una visión agregada de este fenómeno se ocupa tanto por su volatilidad y/o estabilidad, así como de los distintos momentos en que experimenta cambios significativos[4].

La siguiente gráfica expone la evolución de votos obtenidos por cada partido político durante las últimas cinco elecciones.

 

El PRI mantiene una estabilidad en cuanto al voto, siempre se ha mantenido arriba de los 30 puntos, conserva esa regularidad porque hablamos de su voto duro, los que siempre salen a votar; el PRI ha dejado de ser una opción para los indecisos, o sea que es muy difícil que suba su votación, al contrario, va a la baja, pero su voto duro le alcanza para ganar -de manera cerrada- una elección municipal. Es un hecho que para esta elección ese partido tiene asegurado al menos el 30% de los votos; tiene el plus de que cuentan con recursos, organización y mecanismos o más bien mañas, para conseguir votos, y tienen un candidato fuerte con cierto trabajo en algunas colonias y agencias de la capital.

Contrario al PRI el PAN tiene volatilidad en sus votos municipales, su nivel más alto (casi 50 puntos) lo alcanzó en 1998, en ese año postularon como candidato a un famoso locutor de radio local El Güero Chepeté, y obvio al ser una figura carismática atrajo muchos votos. En las elecciones intermedias el PAN tiene sus niveles más bajos de votación no alcanza el 20%; la actual administración municipal ha tenido rampantes pifias y para este 2013 no llegan del todo bien, además, su candidato es de lo más débiles de la elección, no creo que lleguen a más del 25% de los votos.

Un caso a destacar es el del ahora MC (en la tabla como PC), quién en 2001 irrumpe en la escena electoral haciéndose de la presidencia municipal con Gabino Cué como candidato, en las dos elecciones posteriores tuvo buenos resultados arriba de 30 puntos, debido al candidato carismático que presentaron a elección, un empresario de la radio local, (a los habitantes del municipio les agradan los tipos de la radio) que estuvo a punto de ganar las elecciones. En la elección del 2010 se demuestran los niveles reales de votación del partido, no más de 10 puntos. Para esta elección ya no van con la coalición y de manera independiente tienen un candidato con trayectoria y que parece ser fuerte.

El PRD mantiene cierta estabilidad en sus votos. En general buena parte de los ciudadanos del municipio simpatizan con la izquierda, aunque no precisamente con el PRD o PT, la cantidad de votos que pueda obtener el PRD y PT puede ser clave para el triunfo de la coalición. Quizás se pueda llegar a esta elección al 12 y 4% respectivamente. Las personas de izquierda son las que tienen que salir a votar en esta elección y ellos decidirán el rumbo.

El PVEM es un partido pequeño y no representa más de 3 o 4 puntos al igual que el PANAL y el PSD.  Un caso especial es el PUP, que de hecho poco a poco va a la alza, y tiene toda una estructura en proceso dentro de la capital, para esta elección tienen un candidato que ha construido su imagen y plataforma política utilizando el populismo, lo cual lo convierte en un candidato con presencia en las agencias y colonias, siendo diputado federal por el PRD y con la estructura de distintas organizaciones y grupos de colonos, Hugo Jarquín puede dar una buena pelea en las elecciones, pero se ve difícil que las gane.

Los resultados municipales obedecen generalmente a cuestiones coyunturales. La elección del domingo será competitiva y no podemos pronosticar un resultado, lo más sano para nuestro sistema político es que la ciudadanía se decida a salir a votar como hace tres años y de manera racional elija aquella opción que representa continuar con el proceso de transición democrática.

 

 


[1] SARTORI, Giovanni. Partidos y Sistemas de Partidos. Editorial Alianza. México 2000. Pp. 258

[2] MÉNDEZ DE HOYOS, Irma. Competencia y competitividad electoral en México, 1977-1997. . En Política y Gobierno. CIDE. México 2003.

[3] “Teorías del comportamiento electoral y algunas de sus aplicaciones”. Murillo Kuschick. En Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, enero-abril, año/vol. XLVI, número 190. UNAM. México 2004. Pp. 47-72

 

[4] “Realineamiento electoral y coaliciones dominantes. Revisando el comportamiento electoral en Aguascalientes desde la política intrapartidista estatal entre 1980 y 2010”.  Gustavo Martínez Valdés y Ma. Marcela Bravo Ahuja. En Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública. Vol. 1. Núm. 1. Enero-junio 2012. Universidad de Guanajuato. Guanajuato, México. 2012. pp. 217-244.