Por: Adrián Ortiz Romero

+ Ganador y derrotado: camino cíclico ¿de qué?

Una vez conociendo los resultados de los comicios en la capital oaxaqueña, varias lecciones se constatan, pero a la vez se presentan como constantes cíclicas del poder, que en la mayoría de los casos son más perjudiciales para la democracia o el gobierno, que las “ganancias” que le puedan generar de momento a los actores políticos. Con Javier Villacaña en el triunfo, y Francisco Reyes en la derrota, es posible distinguir esos rasgos que, como relojito, se repiten cada tres años en la Verde Antequera.

En efecto, la primera de las lecciones entre el ganador y el derrotado, bien podría denominarse “La soberbia siempre pierde”. Y es que hoy, con los resultados en la mano, podemos corroborar lo que se dijo en reiteradas ocasiones sobre Francisco Reyes Cervantes: que al ser un candidato de poco carisma, de poco trabajo, y desconocido, durante su campaña lucharía no por ser aceptado como candidato, sino por ser identificado; que era pésima señal que se hubiese hecho de la candidatura a pesar, y no con el apoyo del grupo que gobierna la entidad; y que su único gran activo sería el capital político y la operación electoral que se pudiera hacer desde el Ayuntamiento capitalino.

Hoy todo eso podemos verlo con claridad: En la soberbia, el edil Luis Ugartechea movió sus piezas para colocar a su candidato, que ni era conocido, ni era aceptado, ni era la propuesta del grupo que controla el Gobierno del Estado. En esas condiciones, la soberbia pudo más al conseguir imponer al candidato. Pero pronto quedó claro que la suma de esas adversidades, pesaría más que sus ventajas como “delfín” del gobernante de la capital oaxaqueña.

¿Qué pasó con Francisco Reyes? Que perdió por querer ser una continuidad a fuerzas. Era visible que el PAN, el PRD, y los demás partidos y grupos que lo apoyaron, en realidad le dieron un respaldo forzado. Su candidatura rompió tantas fibras en la coalición y en los equilibrios de poder en la capital oaxaqueña, que finalmente la jornada electoral, para él, se redujo a la operación electoral. Así, los zapatos, las despensas, la herramienta, y todo lo que regaló, fue lo que le reportó votos. Pero él, solo, no pudo conseguir la diferencia de votos con la que lo rebasó Javier Villacaña. Como fueron apenas mil votos, quedó claro que a Paco Reyes, y a Luis Ugartechea, los venció la soberbia de creer que, desdeñando a la ciudadanía, la de la sola operación electoral era la ruta para ganar.

¿Por qué esto es cíclico? Porque hace tres años vimos ese mismo escenario en la imposición de Beatriz Rodríguez Casasnovas como candidata del PRI al gobierno citadino; y porque en esos mismos comicios vimos que una imposición más, la de Eviel Pérez Magaña como candidato a Gobernador por el PRI, terminaron en sendas derrotas de las que apenas si se pudo levantar ese partido. El domingo pasó lo mismo, pero ahora con la Coalición que gobierna.

Por eso mismo, la segunda lección versa en el mismo sentido: que entre el ganador y derrotado, no aceptar el resultado es sinónimo de capricho, no de democracia. Esto es exactamente lo que está haciendo Francisco Reyes con su derrota: resistirse no para defender un triunfo que sabe que no tiene, sino para evitar quedar en el ridículo de haber sido derrotado por el partido que, se supone, estaba en la derrota. En esa medida, queda claro el capricho —que ha sido el mismo de otros en el pasado— y también la maniobra para conseguir una negociación, pero no la defensa de un resultado.

LAS LECCIONES DEL GANADOR

Sin embargo, no todo es derrota. En el caso del ganador también hay unas lecciones cíclicas que hoy se están cumpliendo “como relojito”. Y es que entre el ganador y derrotado, el discurso demagógico siempre cae por su propio peso. ¿Por qué decimos esto? Porque hace tres años, Luis Ugartechea dijo exactamente lo mismo de su antecesor, el priista José Antonio Hernández Fraguas, y después se tuvo que tragar las disculpas que no ofreció por el dislate.

Y es que ayer, Villacaña dijo que recibirá un Ayuntamiento saqueado, endeudado y con desvíos. Aunque no sería raro corroborar que, en efecto, el gobierno del panista Ugartechea sí multiplicó los gastos en salarios y servicios personales, deprimió la inversión en obra, y generó deudas a las arcas municipales, es claro que lo que en este momento debe hacer Villacaña es alimentar su victoria, antes que alimentar la derrota de sus adversarios. Eso sólo provoca malos resultados. ¿Por qué?

Porque difícilmente Villacaña puede saber en este momento, si en realidad todos los datos que ha ofrecido son tan fidedignos como lo asegura. E incluso siéndolos, es claro que lo que debe hacer es ocupar este tiempo para afinar con más detalle el ambicioso programa de gobierno que de arranque debe iniciar para legitimarse, antes que tratar de hacerlo descalificando a la administración que dentro de siete meses le entregará el gobierno de la ciudad. Para perseguir a los malos funcionarios, como dice, habrá mucho tiempo. Pero no debería jugar con el fuego de las palabras y las acusaciones “en caliente” porque podría terminar quemándose.

Con esto último está concatenada la última de las lecciones cíclicas de estos comicios: que entre el ganador y derrotado, sumar de dientes para afuera constituye el origen de los males en Oaxaca de Juárez. Veamos si no: todos los presidentes municipales de la capital, desde finales de los noventas, han iniciado sus gobiernos en un clima de confrontación no sólo con sus ex adversarios, sino incluso con los otros ámbitos de gobierno. Y queda claro que más allá de las efervescencias electorales, lo que Oaxaca necesita es justicia y legalidad, pero también coordinación y diálogo fluido con los gobiernos estatal y federal, si es que lo que de verdad quiere es un beneficio para la capital oaxaqueña.

Al final, si los ciclos se consuman no estaremos sino reeditando los escenarios del pasado: esos en los que del gobierno municipal se dice mucho, pero se ve poco.

ADIÓS AL ULISISMO

Dicen que estos resultados lo que revelan, entre otras cosas, es el fin del ulisismo. Según comentan, poquísimos de los impulsados por el ex gobernador pudo llegar a la meta del triunfo que querían. Esto, según parece, lo anula —o cuando menos lo merma sobremanera— como factor de poder dentro del priismo en Oaxaca. ¿Será? Es cosa de revisar los resultados y los nombres de los participantes en este proceso electoral.