Por: Adrián Ortiz Romero

+ No, boicot a Guelaguetza; sí, ir a los comicios

Esta semana, la Sección 22 del SNTE decidió dar por concluidas sus movilizaciones del presente ciclo escolar y, expresamente, determinó dejar atrás el llamado al boicot a la llamada “Guelaguetza oficial”. Esto significa, en el contexto actual de la entidad, que como se había previsto, el objetivo real del magisterio era, como en cada proceso electoral, hacerse presente en medio del proselitismo de partidos y candidatos, para tratar de reafirmar su presencia como fuerza política, e incidir en el resultado de la elección. Sólo que, según los resultados de la propia jornada electoral, parece que sus activos de otros tiempos hoy son un lastre de cara a la ciudadanía.

En efecto, previo a la elección, en este espacio apuntábamos algunas claves que nos parecían interesantes para entender el escenario que se presentaba. En nuestra entrega del 4 de julio pasado, señalábamos que en el contexto de la elección que se avecinaba, eran clave los acuerdos de la Sección 22 del SNTE, y paralelamente la amenaza de la recién reconstituida Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca.

En este sentido, apuntábamos, queda claro que los esfuerzos de esas dos organizaciones (una real, la Sección 22, con fuerza y bases comprobables; y la otra –la APPO– sólo con el poder y la atracción mediática del membrete y sus antecedentes) van encaminados al proceso electoral. Según parece, tanto la 22 como la APPO abandonaron momentáneamente la intención de ocupar el auditorio Guelaguetza y redireccionar los esfuerzos relacionados con la organización de la “Guelaguetza popular”. Es decir que su intención no fue –tal y como lo apuntamos– afectar la Guelaguetza: su objetivo eran las elecciones. Hoy eso se constata. ¿Por qué?

Porque para justificar sus movimientos durante el mes de julio, la Sección 22 y la APPO habían fijado dos rutas claras: una era el clásico boicot a la jornada electoral llamando a la ciudadanía al voto de castigo a todos los partidos políticos. Y la segunda ruta consistía en generar una situación de tensión a partir del anuncio de ir a boicotear la Guelaguetza que organiza el Gobierno del Estado, a partir de la toma del Auditorio ubicado en el Cerro del Fortín y la organización, ahí, de su llamada “Guelaguetza popular”.

La primera de las acciones intentaron llevarla a cabo, aunque quién sabe con qué resultados. De hecho, el atípico resultado de estos comicios pone en claro que así como hoy ninguno de los partidos políticos en Oaxaca puede decir que tiene regiones que puedan considerar como “bastión”, el magisterio tampoco. De hecho, la geografía estatal se repartió entre diversos colores partidos. Y según parece, no hubo una sola región en la que un solo partido haya sido el predominante. Esa realidad, parece incluir al magisterio, que en este caso tampoco pudo incidir de la manera que en otros tiempos se hubiera esperado a favor de candidatos clave.

En ese sentido, si por ejemplo algunos sectores del magisterio hubieran actuado con mayor determinación y organización, su ex dirigente gremial Azael Santiago Chepi habría tenido resultados distintos, y seguramente mejores. Lo mismo podría haber ocurrido en la capital oaxaqueña y los distritos que la componen, si la Sección 22 hubiera podido operar de mejor forma a favor de los candidatos a diputados y presidentes municipales de la Coalición Unidos por el Desarrollo, o bien en contra de los abanderados del Revolucionario Institucional. No lo hicieron, y por eso los municipios y distritos que componen los Valles Centrales estuvieron definidos esencialmente por la pluralidad de los hombres y mujeres que fueron electos como autoridades y representantes populares al Congreso del Estado.

MAGISTERIO, DERROTADO
Tradicionalmente, el magisterio introducía elementos de enrarecimiento a los procesos electorales. El caso más paradigmático fue el del 2006, en el que para tratar de incidir en la elección presidencial, desde Oaxaca organizaron todo un escenario de conflicto que en buena medida tenía como objetivo conseguir un resultado atípico que detuviera a los abanderados del PRI y catapultara al lopezobradorismo. Desde las trincheras de la oposición, eso siempre funcionó. Pero ahora no. ¿Por qué?

La respuesta parece estar en el acelerado desgaste de la imagen y la credibilidad que tienen hoy todos los que juntos ganaron los comicios del 2010 y no han podido cubrir las expectativas que crearon. Cuando la oposición ganó los comicios de Gobernador hace tres años, se tenía la engañosa idea de que muchas cosas cambiarían para bien. Y en el caso del magisterio se tenía la percepción de que éste tendría una actitud de menor confrontación con la sociedad y con el poder público. Coloquialmente se decía que ahora gobierno y magisterio serían aliados. Y que por eso no veríamos replicados los escenarios violentos de otros años.
Quienes pensaban eso estaban equivocados. Como lo escribimos en su momento, el escenario que se preveía con el magisterio y los antiguos partidos de oposición ahora siendo gobierno, era de aún mayor beligerancia. Eso es lo que pasó. El gobierno ocupado por los otrora opositores se enfrentó a un magisterio más voraz. Y el problema es que ante el descontrol de esa relación, todos comenzaron a pagar la facturapolítica por anteponer sus agendas a la de la ciudadanía, y por no cumplir con lo que los electores esperaban de ellos.

Por eso hoy el éxito electoral del magisterio es relativo. Quién sabe hasta qué punto ellos contribuyeron con sus estructuras a favor o en contra de los comicios. Pero lo único cierto es que no se aprecia dónde pudiera reflejarse esa incidencia. El resultado fue muy atípico. Favorable, incluso, en algunas regiones a un PRI que parecía desdibujado y desorganizado por completo, y que fue el ganancioso del voto de castigo que muchos dieron a la coalición que gobierna. Lo que sí parece es que a partir de ahora deben buscar otras formas. Según los resultados, ellos también costean hoy las pérdidas por no controlar sus ambiciones de poder. Su fortaleza no se reflejó en este intento de incidir en el resultado de la elección.

PASTOR PRIISTA
Ridículo que ahora los diputados plurinominales del PRI en la LXII Legislatura comiencen a pelear por quién debe coordinar su bancada. Al margen de los nombres, debe hacerlo alguien que haya ganado en las urnas. Ninguno de los pluris tiene el mínimo de legitimidad para sentirse con derecho a ser pastor del rebaño tricolor.