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9 de agosto de 2013

Los Guerreros de Oaxaca

Por: Moisés Robles Cruz.

 El estadio lleno, más de siete mil almas en el parque “Eduardo Vasconcelos”. En el diamante las cosas se están poniendo color de hormiga, por el aparato de sonido se anuncia que el bateador en turno es Cosijoesa, fiel guerrero de la tribu zapoteca y estrella consagrada entre los toleteros. Viene la bola y …batazo de hit!, queda embasado en primera.

El siguiente bateador pone de pie a todo el público, es el veterano “8 Venado Garra de Tigre”, como se le conoce en Tututepec, es su último año en la liga; viene una bola curva y… batazo a jardín central!  quieto en primera!

Ya caliente el juego, es el turno del joven tehuano que esta temporada fue adquirido para reforzar la novena, se trata de Cosijopi, quien al ser anunciado por el altoparlante hace rugir a la porra local, desde el fondo sus paisanos gritan y echan balas al aire, el responsable del desorden es el General Charis quien con su tropa toma cerveza, come totopo y camarón seco.

Viene Cosijopi, primera bola, segunda bola, el público grita, la porra no para de alentarlo, el pitcher de los visitantes saca una bola recta y…..conecta! pero a las manos del short stop quien vira hacia su derecha, lanza y… doble play! los ánimos se calientan, Demetrio Vallejo se enoja y encara al umpire que no ha marcado una falta cometida al tehuano.

Hay chiflidos, gritos, mentadas de madre, Ricardo Flores Magón y sus hermanos se levantan y reclaman airadamente la ceguera arbitral. Víctor Yodo le hace una seña obscena con la mano izquierda al pitcher del equipo visitante y de pronto en el diamante todo se vuelve una confusión.

En tanto se reanuda el juego y se aclaran las cosas, entre el público don Macedonio Alcalá toca su violín y Eduardo Mata dirige la orquesta que ameniza en los intervalos del partido, tocan una polka, luego una mazurca, después una marcha, un pasodoble, un vals, un son, uno tras otro sin parar…Doña Casilda Flores aprovecha para regalar agua de horchata a los jugadores sedientos que se acercan a la malla.

 

El estadio está lleno, pero entre todos los asistentes sobresale Juárez, con su chaqueta negra, impávido sin quitarle la vista al tablero; sentado en la misma hilera se encuentra mi General Porfirio Díaz,  relajado, fumando un poco de tabaco, separados solamente por Matías Romero, amigo en común. Atrás de ellos el Maestro José Vasconcelos y una veintena de alumnos que lo siguen a todas partes. En la sombra, don Eulogio Gillow y el Padre Ángel Vasconcelos, quien hoy dejó un rato a sus enfermos para no perderse este juego; Olga y Rufino Tamayo tomados de la mano, saludando a Alfredo Canseco Feraud.

Cerca de mí, dos tocayos platicando de lo suyo: Rodolfo Nieto y Rodolfo Morales, otros dos metidos en su tema: Francisco de Burgoa y Francisco de Aparicio; unos más haciendo lo propio: Ignacio Mariscal e Ignacio Mejía. Al fondo, en jardines, como ya lo dije, se puede distinguir al General Charis con su enorme sombrero comiendo queso fresco y guetabingui de camarón, junto al juchiteco se encuentra el General Guillermo Meixueiro y su soldadesca serrana, así como Enrique Brena y los cuerudos de Miahuatlán. Entre ellos pasa y pasa Nayla, con huipil y cabello suelto buscando otro sendero, coqueteándole lo mismo a Charis que a José F. Gómez y  Wilfrido C. Cruz.

Álvaro Carrillo, Chú Rasgado y Chanta Bielma, un poco pasaditos de mezcales, queriendo quitarle su guitarra a José López Alavéz; Emilio Rabasa con varios compañeros del Instituto de Ciencias y Artes que improvisan porras para los guerreros y le hacen bromas a “mambrú”; don Manuel Brioso y Candiani dormido en su asiento. Juana Cata, comiendo un mango manila y platicando en zapoteco con Máximo Ramón Ortiz.

La licenciada Cristina Salmorán y Jorge L. Tamayo aprovechando la interrupción del juego para leer el periódico, mientras Alejandro Gómez Arias intenta darle un beso a la hija de Adalberto Carriedo. Delante de ellos, Blas Santaella y Esteban Maqueo fumando la pipa de la paz. En la lateral Emilio Pimentel, sentado en la misma fila que Jorge Fernando Iturribarría, Julián S. Soto y Basilio Rojas; en el pasillo que lleva a los baños, un corrillo de pícaros adolescentes se divierte: Bradomín, Dalevuelta, Conzatti,  Sodi, Carpi,  Canseco Landero y  Genaro V. Vazquez.

Antonia Labastida echándole limón a unos cacahuates que le regaló Margarita Maza; por la lateral izquierda Francisca Flores hace negocios con Miguel Cabrera; Ismael Carmona e Ildefonso Zorrilla diciendo piropos a una china oaxaqueña que pasa por ahí; Robert Valerio tomando notas en su libreta.

Desde su palco Manuel Fernández Fiallo, con su acento portugués, le pide al manager que ya deje de discutir para que se reanude el juego; por las escaleras el Gral. Antonio de León, atento en su rondín para conservar el orden entre los asistentes.

En el palco principal se encuentra la madrina del equipo: Donají, vestida de blanco y como toda princesa, rodeada siempre de tres apuestos muchachos que no la dejan ni respirar: Luis Castañeda Guzmán, Adrián Méndez y  Ventura López.  Cerca de ellos don Carlos María de Bustamante, representante dela Liga Mexicanade Béisbol y máxima autoridad en el estadio, asistido por Manuel Sabino Crespo. El parque de béisbol está lleno de todos los que han regresado hoy para ver el juego.

Finalmente, en la parte alta de la novena entrada, cuando todo parece indicar que nos iremos a extrainnings, después de varias entradas en que no se pudo definir este juego, hay casa llena: en primera base el Rey Condoy, danzando sobre la almohadilla; en segunda el Indio de Nuyoo  –listo para pasar desapercibido y robarse la base-  y en tercera, perfilado a home, ni más ni menos que el flechador del Sol, Tzahuindanda, hijo predilecto de la mixteca, quien ya es una leyenda y apunta directo al salón de la fama.

Entonces llega al bat el recién estrenado jugador de grandes ligas que será declarado “novato del año”: Andrés Henestrosa; hace que todo el público se ponga de pie, saluda a la afición, sonríe, como en un ritual frente a la caja de bateo se persigna, se pone lentamente en posición y luego…luego no sé que pasó, me despertaron mis amigos para decirme que el partido ya había terminado, la gente estaba saliendo del estadio.

Me dijeron que le dimos la voltereta al marcador y terminamos ganándole a los diablos rojos, ¡Otra vez campeones de la temporada!, conté dos o tres veces mi sueño pero nadie me creyó, así que mientras manejaba rumbo a casa, iba pensando si algún día estaré en las tribunas presenciando otro partidazo como éste, el que dieron mis guerreros, los guerreros de Oaxaca.