eloriente.net

6 de febrero de 2014

Foto: Ariadna Rojas

Por: Juan Pablo Ruiz Núñez

@JuanPablornz

I

A fines de noviembre del año pasado se celebró en la ciudad de Oaxaca el XII Congreso Mundial de la Organización de Ciudades Patrimonio [1], una ONG internacional que reúne a los más de 250 sitios nombrados por la UNESCO como patrimonio mundial. Más allá de los fastos y frivolidad habituales de estos actos político-sociales destacó el programa académico, donde especialistas de diversas áreas compartieron sus experiencias y expusieron parte de sus investigaciones alrededor de la sustentabilidad, la preservación del patrimonio cultural, entre otros temas.

Lamentable, eso sí, el montaje tramado por los gobiernos municipal y estatal. Pensaron que si mostraban una ciudad de Oaxaca bonita aunque artificial y falsa la valoración de 200 alcaldes y representantes de ciudades del mundo sería positiva. Ridícula escenografía de ciudad ordenada, limpia y silenciosa. Cuando en las propias mesas de discusión, varios ponentes declararon que ellos preferían ver las ciudades vivas, con sus luces y sombras, con sus contradicciones, porque ésas son las reales, no las ciudades disecadas, tipo disneyworld. Al conocer las problemáticas y carencias de las ciudades se pueden vislumbrar sus posibilidades y elaborar un diagnóstico objetivo que lleve a soluciones posibles, añadieron también. Nuevamente en su negligencia e inopia los gobiernos en turno optaron por mostrar una ciudad sin autobuses ruidosos y contaminantes, sin ambulantes con quienes acordaron desaparecieran del centro histórico esa semana; pintaron los muros y calles, remozaron a las carreras lo que pudieron. Una ciudad de Oaxaca que no han logrado en décadas, una ciudad para sus habitantes, a quienes se deben. No obstante, ¿a quiénes engañaron? Sólo a sí mismos.

Más que una reseña del XII Congreso de Ciudades Patrimonio, lo tomo como referente para reflexionar sobre los modos en que habitamos las ciudades y del uso que les damos. En especial quiero desmontar algunas ideas sobre la ciudad de cierto sector gubernamental y empresarial, que no toman en cuenta el interés exclusivamente público, ciudadano. Mencionaré los riesgos que sufriría la ciudad de Oaxaca en su sustentabilidad, si se emprenden y concluyen (algunos ya han iniciado) varios proyectos a nivel municipal, estatal y/o federal. Habría que replantearnos el tipo de desarrollo impulsado por las políticas públicas actuales, depredador, extraccionista y expoliador, muy lejano a la sostenibilidad. Un ejemplo: el mal llamado Distribuidor Vial de 5 Señores, que sólo es un paso a desnivel y un túnel. Con obras de este tipo se escogió no resolver el problema de fondo, al contrario, promueven una ciudad para el vehículo motorizado privado y no para la gente, para el peatón que somos todos. Olvidan convenientemente que el eje principal de movilidad de toda ciudad contemporánea es el transporte público y otras fuentes no motorizadas de movilidad.

II

¿Cómo gestiona un sitio urbano el patrimonio habitado y vivo? ¿Cómo respetar los valores del patrimonio al tiempo que permitir a la ciudad crecer y desarrollarse? Estas interrogantes, planteadas por la OCPM en su declaración de principios, son las que los gobiernos municipal (ni el anterior ni el actual) y estatal no han sabido responder, ni siquiera —sospecho— se las han planteado seriamente. Mucho menos han concebido, diseñado, planeado y ejecutado políticas públicas en este tenor, el de la sustentabilidad y la preservación del patrimonio cultural tangible e intangible. Por tanto, no han estimulado un modelo de desarrollo que se origine y se dirija primordialmente a la gente, que resuelva sus necesidades más directas e ineludibles.

Van tres ejemplos de proyectos gubernamentales que evidencian políticas de estado fallidas, para documentar nuestro optimismo de que Oaxaca es una ciudad patrimonio mundial en riesgo.

1. Proyecto de la presa Paso Ancho

El biólogo José Sarukhán (actual director de la CONABIO y ex rector de la UNAM) sostuvo en su conferencia magistral, durante el XII Congreso de Ciudades Patrimonio, que la cantidad de energía y de dinero público que requiere llevar agua de cuencas lejanas y más bajas hacia centros urbanos es inmensa. Ilustrativo es el caso del sistema Lerma-Cutzamala que provee de agua a la ciudad de México y zona metropolitana a un altísimo costo. El proyecto de la CONAGUA y SINFRA de levantar una presa en el río Atoyac-Verde, en la zona de Paso Ancho (entre San Vicente Coatlán y Sola de Vega), en la parte baja de la cuenca, a 100 km de distancia de la ciudad de Oaxaca, significa una inversión onerosa. Incluye un acueducto para traer de vuelta el agua que de por sí cruza la ciudad y que proviene de los escurrimientos de la llamada cordillera norte. Representará también un altísimo costo social y político el desplazar a miles de personas de sus comunidades y terrenos de cultivo que serán inundados por una presa que no solucionará los problemas de suministro de agua de los valles centrales de Oaxaca. Presa onerosa e inútil a muy corto plazo. 3 mil millones de pesos se estiman sólo para la etapa inicial.

Hay suficiente bibliohemerografía que sustenta mis asertos. [2] Si bien esto podría ser tema de un artículo solo, aquí comentaré una solución mucho más barata y sostenible, pero menos aparatosa y proclive al desvío de recursos públicos —los intereses económicos, verdadero motor de las obras magnas de infraestructura. El investigador Juan José Consejo y otros especialistas plantean que una opción viable, sostenible y de largo plazo para proveer de agua a los Valles Centrales de Oaxaca pasa, primero, por recuperar y limpiar la cuenca del río Atoyac y el río Salado, pero sobre todo regenerar los mantos freáticos de los que esta cuenca se nutre. Estamos hablando de la sierra norte y sus estribaciones hacia los valles de Etla, Oaxaca y Tlacolula. Cuidar y preservar los bosques de dicha sierra y la capa vegetal de los valles para que sigan absorbiendo y filtrando el agua de lluvia estacional, generaría más y mejor agua y a un costo incomparablemente menor. Así se lograría una solución de largo plazo en estos valles que sufren una expansión urbana (in)contenible. Aquí un artículo del director del Instituto de la Naturaleza y Sociedad de Oaxaca (INSO), Juan José Consejo, donde profundiza en el tema, da click a la siguiente liga de enlace.

2. Obras de infraestructura que promueven el uso del vehículo particular y no otras formas de movilidad urbana colectiva

El ya mencionado Distribuidor Vial de 5 Señores es un caso que podríamos tipificar como urbicidio, otro de las temáticas tratadas por congresistas como Eusebio Leal y Fernando Carrión. No confundir desarrollo urbano sostenible con expansionismo urbano. De esto se ha hablado hasta la saciedad. Por desgracia, el tiempo nos dio la razón a quienes nos opusimos como movimiento ciudadano organizado a ese modelo de desarrollo urbano con el que el gobierno estatal se ha empecinado. Finalmente impusieron la construcciónmillonaria —y lentísima— de un paso a desnivel y un túnel en el crucero de 5 señores de la ciudad de Oaxaca. Pero recordemos que una ciudad patrimonio no necesita ni merece un puente de autopista en medio de la ciudad. Ciudad patrimonio no es estimular el uso del coche particular, contaminante, que no soluciona nada y más bien empeora todo. Ciudad patrimonio no es aquella que no cuenta con un sistema de transporte público eficiente, limpio, ordenado, coordinado y universal. Ciudad patrimonio no significa que sus ciclistas y peatones —que somos todos en algún momento— arriesguemos la vida en el cruce de cualquier esquina. Ciudad patrimonio no es aislar más a la gente. Ciudad patrimonio es solucionar el problema de movilidad urbana, con soluciones audaces, consensuadas, en beneficio de todos y de largo plazo. Los especialistas mencionados insistieron en no olvidar el componente social en la preservación del patrimonio mundial. Oaxaca parece ir en sentido contrario. [3]

3. Las franquicias: empobrecimiento de la identidad local y hundimiento del mercado interno

Durante el XII Congreso de Ciudades Patrimonio también se habló de que tales ciudades debían y deben tener cuidado a la hora de proponer modelos de desarrollo, que conviene optar por modelos más equitativos y equilibrados, promotores del mercado interno y en donde la preservación del patrimonio cultural tangible e intangible sea el principio rector. Éste pasa por el cuidado de la economía local y la activación del mercado interno. Con la irrupción y la promoción desmedida de franquicias y empresas trasnacionles se empobrece la identidad cultural de las ciudades, se pierde aquello que les provee de especificidad, de identidad exclusiva e irrepetible.

Nadie pensará que un McDonalds o un Walmart son el tipo de establecimientos que te hacen sentir en una ciudad histórica única, especial: adentro de ellos no se vive nada especial del sitio histórico patrimonial. Son los llamados no lugares, de las que hay réplicas en cualquier ciudad del orbe. Se debería, si no se pudo evitar su aparición (que escandalizaría a los _ultras_ del capital), no incentivar su expansión, como a todas luces ha hecho el gobierno estatal y sus secretarías de Economía y Turismo. El caso de la cadena Oxxo me parece prototípico. De un par de años a la fecha han invadido cada barrio y colonia de la ciudad (con su modelo expansionista de mercado agresivo, donde en cada cuadra debe estar uno). Es el comercio depredador que aniquila al comercio familiar de misceláneas y tiendas de barrio, a la cafetería específica. Este último tipo sí debería ser preservado y apoyado, pues es el que nutre verdaderamente a la economía local y mueve el mercado interno. Todo el dinero que ahora gastan los ingenuos oaxaqueños en oxxos, starfucks o walmarts no se queda en Oaxaca, como sería lo deseable, si no termina en Monterrey, en Illinois o en Washington (EUA). Nunca regresa ese dinero para que active la economía de Oaxaca, si no sólo provee de trabajos de ínfima calidad, de explotación y con derechos laborales prohibidos de facto. Ya nunca más  pequeños y medianos comerciantes nativos, ahora desprotegidos y a expensas de estos tiburones del capitalismo neoliberal. Parecen preferir los gobernantes en turno el beneficio de pocos y no el de las mayorías.

 

 


[1] La Organización de las Ciudades del Patrimonio Mundial (OCPM) fue creada para ayudar a las ciudades inscritas en la Lista del Patrimonio Mundial, para adaptar y mejorar los métodos de conservación, así como para promover la gestión más eficaz de su patrimonio a través de la cooperación y el intercambio de información y la experiencia, en especial experiencias de gestión colectiva. La ciudad de Oaxaca, que fue la sede en 2013, eligió el concepto de que la preservación y el éxito de la gestión del patrimonio pueden contribuir al desarrollo económico y social sostenible de una ciudad, mientras que al mismo tiempo, salvaguardar su integridad cultural

[2] “Hasta hace poco Oaxaca fue una ciudad sustentable y convivial: en equilibrio con su entorno propiciaba la convivencia creativa de sus habitantes. Puede volver a serlo, a condición de que ‘escarmentemos en ciudad ajena’ y no repitamos la catástrofe de la Ciudad de México… A la par, ambiciosos programas de reordenamiento racionalizarían el crecimiento citadino, ubicarían y regularían las actividades productivas y de servicios y preverían las salvaguardas ecológicas necesarias… Recuperar las cualidades de sustentabilidad de la ciudad, que solemos encontrar en el campo, como absorber el agua de lluvia, producir alimentos y mantener relaciones sociales más conviviales. El ecologista y poeta estadounidense Wendell Berry ha dicho: «La única ciudad sustentable es una ciudad en equilibrio con su entorno natural: una ciudad que pueda vivir del ingreso ecológico neto de la región que la sustenta y que pague, a medida que se producen, todas sus deudas ecológicas y humanas». En materia de agua, se trata de conservar las esponjas naturales que aún nos quedan, restaurar y mejorar las redes de agua potable, captar nuevamente agua de lluvia, volver más eficiente el riego agrícola, ahorrar y racionar el agua de la ciudad, pagar lo justo por el servicio de agua potable y apoyar a las comunidades que aseguran el mantenimiento del agua y, finalmente, devolver el agua usada de manera limpia a sus cauces naturales”. De “Oaxaca sustentable: ¿cómo lo hacemos posible?”, artículo de Juan José Consejo publicado en El Jolgorio Cultural núm. 47, marzo 2012.

[3] Sugiero seguir todos los miércoles la columna semanal del urbanista Gustavo Madrid, director de la Casa de la Ciudad, publicada por El Imparcial, donde aborda éste y otros tópicos.

 

 

El autor estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Actualmente coedita Yagular, revista literaria trimestral; conduce y realiza Amapola Trastorno, programa radiofónico, y es coordinador editorial del Campamento Audiovisual Itinerante (CAI). Director fundador de El Jolgorio Cultural, revista mensual gratuita de Oaxaca. Tuitéa en @JuanPablornz

 

 

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