eloriente.net
25 de febrero de 2014
Por: Juan Pablo Vasconcelos*
La pregunta que aún no hemos respondido en México es la primera: ¿Cuál es el país que deseamos? ¿Cómo lo vemos en 10, 20, 100 años? ¿Qué tipo de país anhelamos que vivan nuestros hijos? Y así, sucesivamente y como se lee, podemos ir redactando la misma pregunta varias veces, preguntas sinónimas, rebuscando aquí y allí maneras para formularla. Pero en el fondo, estamos persiguiendo siempre la misma incógnita que no hemos sido capaces de despejar: ¿Hacia dónde ir?
Para consuelo de pocos, el enigma no es un asunto privativo de México. Hace algunos días, por ejemplo, Martin Schultz, presidente del Parlamento Europeo, comentaba justamente que la cuestión: “¿Qué continente queremos?” es, o debe ser, el gran debate en la Europa de nuestro tiempo.
La diferencia, sin embargo, radica en la urgencia. En nuestro país, 8 de cada 10 personas, según informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, presenta alguna carencia o presenta pobreza en algún grado.
Por eso, coincido en que para México ya no hay margen de error, como lo refirió el lunes Marcelo Ebrard en Oaxaca, durante el inicio de un nuevo ciclo académico de la Universidad José Vasconcelos.
Y no hay margen de error y no puede haberlo porque, mientras yo escribo y tú lees estas líneas, más de 27 millones de personas en México están batallando con el hambre, por no tener acceso a la alimentación, ni tenerlo seguro más tarde, mañana, el año próximo.
Por eso, no hay margen de error y no hay tiempo para responder de una vez por todas nuestras preguntas elementales y avanzar en la operación inmediata de las respuestas.
Para Ebrard, por ejemplo, es necesario como eje central desarrollar el conocimiento, por ende la innovación y capacitación, así como fomentar el acceso a la educación superior: “Si quieres saber el nivel de desarrollo de un país, pregunta de él solo un dato: ¿cuál es su porcentaje de acceso a educación superior? Ni más ni menos”.
(En Oaxaca, por cierto, es de alrededor de 15%, mientras la media nacional es de 30%, por si una respuesta desea adelantarse).
La de Marcelo es una posición atendible. Hay que acompañarla, en rutas paralelas, de un aparato adicional de medidas emergentes o de corto plazo que mitiguen las necesidades del día a día, el bajo nivel de ingreso, la pobreza y el hambre, la incertidumbre ante la inseguridad, asuntos que no se llevan bien con el mediano o largo plazo, sino con la inminencia del dolor y la inclemencia. En cualquier caso, las veo como rutas complementarias.
Pero es precisamente porque deseo leer su visita como el inicio de un sano ejercicio de intercambio y de fomento al debate público, que lo cito. De fomento, sobre todo, alrededor del impostergable debate sobre aquella pregunta citada arriba pero no respondida aún ni de lejos.
Al mismo tiempo, sirve para imprimir sentido de urgencia y para que algo se mueva en el aparato crítico local. Como lo dijo el rector Carlos Spíndola en el mismo acto: “Es necesaria, más luz, más luz”.
Foto: Carolina Jiménez
direcciongeneral@eloriente.net
*Juan Pablo Vasconcelos es Magister en Gestión Cultural por el Instituto José Ortega y Gasset.
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