eloriente.net

6 de marzo de 2014

Por: Adrián Ortiz Romero

+ Autodefensas: reflejo de rezago institucional

+ Oaxaca: pobreza es cuna de esos problemas

El autodenominado grupo de autodefensa que surgió en San Sebastián Río Hondo, a raíz de un conflicto político, bajo ninguna forma puede o debe ser alentado o cuando menos tolerado. El paramilitarismo es una práctica nociva en todas sus formas posibles. Y frente a las complejas condiciones sociales y económicas que presenta nuestra entidad, darse el lujo de tolerar o alentar la aparición de esos grupos es tanto como ponerse voluntariamente una camisa de fuerza cargada de riesgos.

En efecto, hoy en día el surgimiento de grupos de autodefensa es algo así como una “moda” derivada de lo que ocurre en Michoacán. Allá, como bien lo sabemos, los grupos de autodefensa civil surgieron, sí, ante el hartazgo de la incapacidad de los cuerpos de seguridad, y de la necesidad de la población de brindarse protección a sí misma ante las acciones del crimen organizado. Sin embargo, ese surgimiento de las autodefensas no es tan espontáneo como parece, pues el apoyo del gobierno federal ha sido abierto, franco e incluso proactivo en cuanto a su formación, funcionamiento e intenciones de “institucionalización”.

En ese sentido, es imposible saber si el gobierno federal tiene bien calculado el efecto que tendrán esos grupos de autodefensa a mediano plazo. Hay una posibilidad altísima, de que en un momento dado el Estado no tenga posibilidad de disminuir el grado de poder que hoy le está dando a las autodefensas, y finalmente éstas terminen abandonando sus convicciones y objetivos originales, para terminar asolando a la población. Hay amplias experiencias internacionales al respecto (ver Al Margen 15.02.2014). Por todo eso, quizá una forma de lograr una desmovilización a mediano plazo de las autodefensas tenga que ver con el agresivo programa de rescate social de Michoacán que también inició el gobierno federal hace algunas semanas.

¿Qué buscan? Lo que parecen buscar es, en el plano de lo inmediato, eliminar los problemas que tienen por las acciones de la delincuencia organizada, y permitir que la ciudadanía se sienta protegida a través de los grupos de autodefensa, a quienes ha tratado de presentar como expresiones espontáneas de hartazgo y decisión por parte de la ciudadanía. Pero en el mediano plazo, a lo que parece estarle apostando el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto es a desmovilizar a la mayor cantidad de personas a través de la satisfacción de sus demandas sociales.

En la lógica de un rescate social, ello implica quitarle el hambre, la sed, las carencias básicas, la pobreza, y la marginación, a amplios sectores de la sociedad que hoy se encuentran desprotegidos, para que éstos no tengan la necesidad o la decisión de entregar su vida a los criminales o ir a robar lo que ellos no pueden conseguir para la subsistencia. Sólo que están jugando con fuego porque a mediano plazo no sólo se trata de evitar que las personas se unan a la criminalidad, sino también que se unan a las autodefensas y con ello alimenten ese poder que pueden llegar a utilizar en contra de la ciudadanía.

Por todo ello, lo que pueda ocurrir en Michoacán es verdaderamente de pronóstico reservado. Hoy en día no existe ninguna certeza de que esa apuesta sea la correcta y mucho menos que de ese plan de rescate pueda salir algo provechoso.

Y si vemos en perspectiva la situación, y la comparamos con la de nuestra entidad, nos daremos cuenta que a pesar de los enormes esfuerzos y atención que hoy le pone el gobierno federal a Michoacán -respecto en gran medida a la creación y existencia de las autodefensas- no hay un resultado previsible, ni probable, en aquella entidad. Si ahí, con miles de elementos de policía y ejército, y con toda la estructura social gubernamental encaminada a su apoyo, no hay algo seguro, imaginémonos ahora qué pasaría en Oaxaca, en donde muchos de esos problemas que están tratando de arreglarse en Michoacán, aquí siguen subsistentes en la misma medida de siempre.

Cuna de riesgos

Oaxaca ha sido escenario del surgimiento de varios grupos guerrilleros, que en el fondo aparecen y se nutren por las desigualdades sociales y por el abandono oficial a las necesidades y causas de los que menos tienen. Esto parece ser parte de un eslogan oficial. Sin embargo, a todos queda claro que si hay algo que propicia la violencia, esto es el poco o nulo valor que se le tiene a una vida vivida en medio de marginación y carencias, y en lo poco que considera seguir en la vida de la legalidad, alguien que siempre ha visto que por esa vía no hay resultados que sacien sus necesidades.

En concreto, ese ha sido el detonante de los grupos armados: personas que están tan desvalorizadas en sus aspectos fundamentales, que por eso deciden tomar las armas para ver si algo pueden cambiar, frente al hecho mismo de que si viven o mueren les da prácticamente lo mismo en medio de una vida de miseria y carencias. Esto es lo que han entendido quienes, en diversos momentos, han tratado de construir salidas sociales, verdaderas, a problemas de violencia que en el fondo tienen un fuerte ingrediente social que los determina.

Si en ese contexto se permite, aún por omisión, el surgimiento de grupos de autodefensa, o de organizaciones que cobijadas por ese membrete buscan fines relacionados con la seguridad, lo que en realidad estaría haciendo el Estado es ponerse el pie a sí mismo, pues ello sería tanto como abrir la caja de pandora que en Oaxaca siempre se ha tratado de tener cerrada para evitar la salida de los demonios que incuba la marginación, la pobreza y el abandono que simplemente no han podido ser erradicados.

Ayer el Gobierno del Estado tomó una decisión cuyo trasfondo específico tiene que ver con su intervención el conflicto de Río Hondo, pero que en realidad parece también buscar atajar los intentos de quienes bajo la forma de las autodefensas pretenden ensayar modelos de violencia hasta ahora desconocidos, pero quizá muy redituable, en nuestra geografía oaxaqueña.

De luto

Enviamos un abrazo solidario a nuestro apreciado amigo, el editor y director general del diario Marca, José Manuel Ángel Villarreal, y a toda su apreciable familia, por el sensible fallecimiento de su abuela, la señora María de la Luz Maldonado Zavala. El autor de este espacio hace oraciones por la pronta resignación frente a esta irreparable pérdida, y expresa sus más sentidas condolencias a quienes le sobreviven. Respetuosamente. Descanse en paz.

 

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