eloriente.net

13/octubre/2014

Por Adrián Ortiz Romero

Extranjería y el orgullo de la guerra

Es muy curioso cómo la historia de México, en sus guerras con el extranjero, está plagada de derrotas, intrigas y traiciones, pero cómo al mismo tiempo eso se convirtió en el más claro signo del patriotismo y del orgullo e identidad nacional de las generaciones posteriores. Pareciera que en cada derrota se forjó el sentimiento y la vanidad del mexicano, y en cada evocación a los momentos de guerra —que en otro país nadie quisiera recordar— se exalta nuestro honor contemporáneo. Y lo increíble no es sólo eso, sino que hoy en día lo sigamos machacando.

En efecto, todos los mexicanos tenemos contacto desde nuestra primera infancia con el himno nacional, que es uno de los grandes cantos bélicos que existen. En él se conjugan múltiples y variados llamados a la guerra y a la defensa de nuestro país. Lo curioso es que dicho canto en realidad no tiene un origen tan heroico como su letra, y en realidad tiene tantos claroscuros como estrofas, de las cuales hemos ido sabiendo paulatinamente, junto con algunas interrogantes como la relacionada a que los derechos no le pertenecen al Estado mexicano, sino a los Estados Unidos de Norteamérica.

Sobre esto, el periodista Juan Manuel Alegría da pautas concretas sobre el origen santanista de nuestro Himno Nacional, y sobre su vocación violenta. En su columna Sin Derecho a Fianza, Alegría sostiene: El Himno Nacional es de naturaleza bélica o violenta, de arenga a la guerra y a perder la vida por la patria; “mocho” (por donde quiera aparece Dios), lo cual no debe asombrar, se creó en tiempos violentos y religiosos; por lo demás, así son los versos de la mayoría de himnos. Aparte, es un falso canto nacional, pues se hizo servilmente para glorificar al peor dictador de México: Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón.

Es un disfraz, continúa, con alabanza a su “Alteza Serenísima”, el cual el mismo convocó para hacerse gloria. Claro que la mayoría de los mexicanos lo ignora, pues, desde hace mucho, los versos alusivos al máximo vendedor de nuestro país fueron eliminados, como estos: Del guerrero inmortal de Zempoala / Te defiende la espada terrible, / Y sostiene su brazo invencible / tu sagrado pendón tricolor. / ¡El será del feliz mexicano! / en la paz y en la guerra el caudillo, / porque él supo sus armas de brillo / circundar en los campos de honor.”

Luego, Alegría da pautas también muy particulares sobre el origen histórico del himno, y los claroscuros de su autor, Francisco González Bocanegra. El 12 de noviembre de 1853, dice Juan Manuel Alegría, fue cuando se publicó la convocatoria para un Himno Nacional. Ya sabemos quién lo ganó: un poeta medio mexicano (que también le hizo un himno a Miramón, el fusilado junto a Maximiliano), Francisco González Bocanegra, sobrino del expresidente José María Bocanegra, quien fue ministro de Relaciones con Santa Anna. El 5 de febrero de 1854 la letra fue premiada por un jurado formado por tres amigos del jarocho, poetas conservadores: José Joaquín Pesado, Manuel Carpio y Bernardo Couto. Y, ya con la música del catalán Jaime Nunó (premiado en agosto), fue estrenado el 15 de septiembre en el Gran Teatro Santa Anna.

Al final, nuestro autor hace una propuesta que no está de más que se tomara en cuenta: Es difícil, por el nacionalismo (o patrioterismo) que priva en el país (lo resentirían en los estadios), pero, ya es tiempo de pensar en convocar a otro himno que hable de héroes verdaderos no de un dictador; de la dignidad, de la superación, otros valores, no el de la agresión. Tampoco ha habido ningún concurso que lo haya premiado como el segundo más bello del mundo. Aparte, los derechos del himno están en EE. UU (aunque la ley de los derechos de autor en Estados Unidos dice que el himno es del dominio público, ya que fue estrenado antes de 1909).

PATRIOTEISMO RELOAD

Si creemos que esta historia ahí termina, aquí otro botón de muestra: según lo sostienen Ana Sofía Rodríguez y Luciano Concheiro San Vicente, en el blog de la revista Nexos, que quienes aspiran a adquirir la nacionalidad mexicana deben también absorber parte de ese raro sentimiento patrio que surge de las guerras, los momentos trágicos de nuestro país, y la exaltación de la violencia que trae aparejada nuestra historia. Así, para probar conocer la historia mexicana y estar integrado a la cultura nacional se aplica un examen (de opción múltiple) sobre Historia y Cultura de México, el cual debe ser aprobado para completar exitosamente el proceso de naturalización, el cual está reglamentado por la Ley de Nacionalidad vigente.

Casi la mitad de las preguntas de la guía son sobre historia, dicen Rodríguez y Concheiro. De entrada, podría ser cuestionado el supuesto de que conocer la historia nacional es fundamental (¿Por qué historia y no, por ejemplo, alguna ciencia dura u otra ciencia social? ¿De verdad es central conocer la historia del país para ser mexicanos? Y, también: ¿conocer la historia es saberse de memoria un puñado de fechas y nombres?). Dejando ese tema de lado, la periodización alrededor de la cual giran las preguntas también es singular. Básicamente se compone de tres etapas: Prehispánica, México Independiente y México Moderno. Cada una de ellas surge de un conflicto bélico: la Conquista, la Independencia, la Revolución mexicana (de hecho, hay una pregunta en la cual se tienen que acomodar éstos acontecimientos en orden cronológico).

El énfasis puesto en cada uno de los periodos históricos también es importante. De historia prehispánica hay catorce preguntas, del México decimonónico once y el México del siglo XX diez. Al virreinato —que duró tres siglos— tan sólo se le dedican ocho. Resulta significativo que dentro de las preguntas sobre el siglo XIX lo que se resalte sean conflictos armados (la Guerra de Independencia y las “invasiones” norteamericana y francesa) y que al Porfiriato sólo se le dedique una pregunta. Lo mismo sucede en las preguntas relativas al siglo XX: el 60% están dedicadas a la etapa armada de la Revolución mexicana.

FALSO ORGULLO

Al final, no es fácil entender por qué tanta importancia a la parte violenta de la historia nacional. Puede entenderse que muchas de esas gestas sean parte de episodios decisivos de nuestra nación, pero no que necesariamente tenga que exaltarse sólo la violencia, incluso sin ver y entender la trascendencia de esos acontecimientos, y el resultado que tuvieron para los mexicanos de entonces, y que resentimos hasta el día de hoy.

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