eloriente.net

20 de julio de 2015

Por: Antonio Morales Sánchez*

En defensa del Daninayaaloani (Cerro de la Bella Vista)

Oaxaca es la Patria de los grandes grupos raciales conocidos como Zapotecas y Mixtecas, razas que la historia consigna de valientes en sus hazañas guerreras, y como artistas en el campo de sus vivencias. Al hablar de su religión decimos que era muy semejante entre ambas razas, ya que divinizaban a un Dios Supremo, fundamental y creador de todas las c osas, según ellos era el Dios de Dioses que regía a la humanidad.

Tenían númenes tutelares como el Dios Zaagui que los pueblos mixtecas lo tenían como protector de las lluvias y la fertilidad, igualmente los zapotecas poseían a su deidad de la agricultura y las mieses, en particular al Dios del Maíz al que llamaban Pitao Cozobi. A estas deidades año tras año, en la época en que las mazorcas del maíz estaban en florecimiento les ofrecían una fiesta en las que les tributaban cantares y danzas, las que eran ejecutadas con belleza y extraordinaria habilidad.

Al igual que los pueblos antiguos de Huaxyacac, los mexicanos también divinizaban al Dios de la Agricultura, al del maíz en especial, llamado Centeotl y a Xilonen, Diosa del maíz tierno o elote, a quienes tributaban además de sacrificios humanos, cantares y danzas en el octavo mes de su calendario llamado Huey Tecuihuitl.

En el primer día de este mes hacían fiesta a la Diosa Xilonen en la que daban de comer a todos los pobres ocho días continuos antes de la fiesta, en que bailaban y danzaban haciendo “Areyto” ataviados con ricas vestimentas. Estas fiestas de los pueblos mexicas, vinieron a incrustarse entre las de los pueblos oaxaqueños cuando en 1495, fueron subyugados por las huestes del guerrero Ahuizotl.

A partir de la aculturación de esos pueblos prehispánicos, no se interrumpieron las festividades dedicadas a los dioses de la agricultura y las mieses, contrario a ello, surgieron con más entusiasmo y veneración a sus divinidades, permaneciendo vivas sus costumbres.

La leyenda que rige desde hace cientos de años, nos dice: “…Por aquel tiempo Xochimilco era un vergel donde abundaban las azucenas silvestres, que las jóvenes doncellas recogían para ofrecerlas como símbolo de castidad y pureza de su alma a los dioses, durante los ocho días que duraba la gran fiesta de los señores, con gran solemnidad se reunían los principales y nobles en las primeras horas de la mañana dedicándose a cantar y bailar.

Por la tarde concurrían casi todos los habitantes de los pueblos del valle a las faldas del DANINAYAALOANI (Cerro de la Bella Vista) hoy Cerro del Fortín para presenciar y gozar de la gran fiesta dedicada a la diosa Xilonen que se llama así porque la mazorca del maíz cuando es tierna del grano se llama Xilotl.

A la llegada de los misioneros a Oaxaca y amparados por la religión católica, trataron de destruir los ritos paganos de nuestros pueblos, no lográndose del todo, pues en el siglo XVII aún seguían reuniéndose en las faldas del Cerro del Fortín. Las religiosas carmelitas que por el año 1679 a 1700 empezaban a erigir su monasterio, sobre el lugar que en años anteriores había sido primeramente un Teocalli indígena y después la Ermita de la Santa Vera Cruz, creyeron oportuno y en ocasión de la erección del templo actual, organizar una mascarada en la que la “Tarasca” fuera representada por el pueblo, siendo así como la muchedumbre después de haber practicado la liturgia cristiana en honor de la imagen de la Virgen del Carmen el día 16 de julio, salían de la casa cristiana y se dirigía hacia el “Petatillo” con estruendoso júbilo. Desde entonces la mascarada de la tarasca y las procesiones dedicadas a la Virgen del Carmen, comenzaron a ser una fiesta importante a la cual asiste el pueblo de Oaxaca.

Por los años de 1740 – 1741 los destinos eclesiásticos de Oaxaca estaban en manos del Obispo Tomás Montaño y Aragón, personaje al que había causado repulsión la extraordinaria mascarada que exhibía el pueblo en aquellos días. Sobre este asunto nos indica un manuscrito inédito que: “… No cuadrando esta práctica al Señor Obispo Tomás Montaño y Aragón, al espanto lo sustituyó con unas esculturas de tamaños descomunales que representaban varias razas humanas a las que se les dio el nombre de “Gigantes”…”.

El pueblo de Oaxaca venía disfrutando, aunque ya transformada de aquella preciosa y antiquísima costumbre iniciada primeramente por nuestros pueblos mixtecos y zapotecos y posteriormente por los mexicas, para más tarde amalgamarlas con las procesiones y mascaradas traídas por los castellanos; hasta que en 1882 quedaron suprimidos los gigantes, último reducto de aquella sorprendente mascarada.

No obstante a ello, la costumbre de ir al Cerro del Fortín desde el primer lunes, después de haber conmemorado la festividad religiosa de la Virgen del Carmen y después de celebrar su “octava” siguieron verificándose estas fiestas ya que estaban muy arraigadas dentro del pueblo, a partir de esa fecha empezaron a designarlas como LOS LUNES DEL CERRO.

Los paseantes se concretaban por la mañana, a llevar platillos típicos para almorzar y comer y por la tarde, disfrutaban de las exquisitas nieves de limón tuna y de la sabrosísima de “sorbete”, así como de las exquisitas golosinas de gollorías, mostachones, gendarmes, charamuscas, mamones y otros dulces de aquella época. No podían faltar los puestos improvisados de frutas que los expendedores ofrecían a gritos.

Fue por los años de 1928 – 1930 cuando se intentaron algunos proyectos con el propósito de recordar aquellas fiestas a Xilonen que año con año fueran celebradas entre los pueblos precolombinos de Oaxaca, lo mejor de aquel intento fue la presentación de la Danza de la Pluma, que con sus pasos y movimientos y el fingir de la música, hacían dentro de una solemnidad ritual, la gesta de la conquista, representando el atavismo de aquellas ceremonias idolatras.

Estos intentos fueron aprovechados en 1932 cuando por aquellos días se conmemoraba en Oaxaca el Cuarto Centenario de su elevación a rango de Ciudad que le había concedido el Emperador Carlos V, para tal efecto se convocaron a personas conocedoras de los asuntos folklóricos de nuestros pueblos, con el objeto de elaborar un programa especial en el cual se rindiese homenaje a nuestra ciudad, representando en este a las Siete Regiones del Estado.

Este homenaje racial fue celebrado en el Cerro del Fortín en el que desfilaron como en épocas pretéritas las vírgenes impúberes, cuyos movimientos rítmicos en su andar y al compás de las estridentes chirimías y tambores, las hacían imponentes junto a la escolta de los guerreros de Cosijoeza y Ahuizotl.

En el decurso del tiempo las fiestas de los Lunes del Cerro se le adicionaron unos números muy atractivos a su programa, tales como los llamados “Palos Encebados” y la exhibición de bailes y danzas que se practican dentro de nuestros pueblos oaxaqueños.

Y así, hasta el presente, todo el pueblo de Oaxaca acude a ese lugar de gran tradición en las fechas que actualmente llamamos Lunes del Cerro y su Octava, donde tiene especial realce el espectáculo conocido como La Guelaguetza.

Sin embargo, este cerro, al cual los Aztecas o Mexicas llamaron DANINAYAALOANI (Cerro de la Vella Vista) y que ha sido escenario durante tantos años de estas tradicionales fiestas, había venido presentando serios problemas para la atención y recepción del pueblo oaxaqueño y de los visitantes que llegan para esas fechas a esta Nueva Antequera, por lo que compenetrado de la necesidad de que Oaxaca contara con un Auditorio eminentemente funcional y digno de su señorío, el señor Presidente de la República Lic. Luis Echeverría Álvarez dio instrucciones inmediatas para que se construyera un Auditorio que siguiendo los trazos generales del Teatro Griego pudiera en la tradicional “Rotonda de la Azucena” mantener y preservar esta gran fiesta oaxaqueña y al mismo tiempo dotar al pueblo de Oaxaca de un sitio de reunión popular.

Al verse atendida de inmediato la solicitud que ante el propio Presidente de la República realizara por promoción del Gobierno del Estado el Secretario de Educación Pública, empezándose a construir de inmediato este inmenso recinto que domina la Ciudad de Oaxaca, con una panorámica extraordinaria y que alberga a un total de 11,212 espectadores cómodamente sentados, con un escenario de usos múltiples y una zona de estacionamiento estrictamente funcional.

Y el día 23 de noviembre de 1974 fue inaugurado el Auditorio en donde la música y la danza que siguen siendo la tónica del alma de nuestros pueblos, se deposita en forma de Guelaguetza, ofreciéndola al pueblo de Oaxaca, receptáculo por excelencia de nuestra herencia folklórica.

*SÌNTESIS DE ESTAS FIESTAS, ENTREGADAS POR SU AUTOR, SIENDO PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN FOLKLÓRICA OAXAQUEÑA, A.C., COMO SU APORTACIÓN A LA DIRECCIÓN GENERAL DE PROMOCIÓN TURÍSTICA DEL GOBIERNO DEL ESTADO DE OAXACA EN JULIO DE 1983 Y QUIEN ES MIEMBRO DEL SEMINARIO DE CULTURA MEXICANA, CORRESPONSALÍA OAXACA “ING. ALBERTO BUSTAMANTE VASCONCELOS”.

Exposición Fotográfica Homenaje Racial de 1932 (16) vive oaxaca

Exposición Fotográfica Homenaje Racial de 1932  (5) vive oaaxaca

 

Imágenes: ViveOaxaca

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Video: Imágenes del “Lunes del Cerro” en 1950

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