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19 de noviembre de 2015

Editorial

Hoy 19 de noviembre estamos a 198 días de la jornada electoral del 5 de junio de 2016.

Se dice pronto, pero este periodo de tiempo será uno de los más intensos de que se tenga memoria en el estado. Desde aquella no tan lejana jornada de 1998, en que José Murat fue electo gobernador, ninguno de los siguientes comicios ha estado exento de exabruptos y competencia partidista real.

Basta con ver los resultados en los dos distritos de la capital de aquel año y notaremos que el otrora imbatible Partido Revolucionario Institucional (PRI), obtuvo menos votos que el Partido de la Revolución Democrática (PRD), al menos en la elección a gobernador del estado. Y dos años antes, en 1996, ya el PRI había perdido con Acción Nacional la presidencia municipal, llevando a Pablo Arnaud a encabezar el cabildo citadino.

Es decir, hace 20 años, el mapa de la competencia electoral en Oaxaca ha devenido en una competencia cada vez más apretada y sin pronóstico previo posible.

En 2004, las denuncias de irregularidades por parte del entonces candidato opositor Gabino Cué no hicieron esperar, para que en 2010 tomara revancha y ganara por amplio margen, con más de 700 mil votos (733,783 con exactitud, por 613,651 de la coalición oficialista Transformación por Oaxaca) el gobierno estatal, llevado de la mano por una amplia alianza antipriísta, formada por Movimiento Ciudadano (MC), PRD, PAN y Partido del Trabajo (PT).

Este brevísimo antecedente, sirve para enfatizar que es imposible, en la práctica, presenciar en Oaxaca para 2016 un proceso electoral de márgenes tan definitivos como pronosticar resultados anticipados.

Menos aún, cuando el surgimiento de una nueva fuerza política, que es el caso del partido de López Obrador (Morena), cuenta con una base electoral que, con un buen candidato, rebasaría sin problemas los dos dígitos de preferencias.

Con todo, basados en los resultados tradicionales, el PRI es la fuerza a vencer en los comicios. Su voto acostumbrado, que para esta ocasión se prevé en los 20 altos (es decir, entre el 25 y el 28%), sería suficiente para ganar la elección en caso de que el resto de los partidos no formaran una coalición, o bien, si esta coalición postula a un candidato débil o desconocido.

Es decir, que PAN y PRD formen coalición, no les alcanzará en esta ocasión para asegurar la victoria.

 

Estos partidos deben estar perfectamente conscientes en su estrategia que el escenario de 2010 fue muy distinto al actual, comenzando por una obviedad que no por serlo es un factor definitivo: son gobierno.

Y el rentable discurso del cambio solo lo será en esta ocasión si conciben un abanderado que encarne oposición y no continuismo. Pero además, decíamos, el elemento Morena también resta al menos un par de dígitos a una amplia coalición antipriísta.

En resumen, con Morena en el panorama, el PRI y la Coalición quedan prácticamente en tablas.

Por lo mismo, la elección de 2016 se reduce (otra vez) a una elección de hombres y mujeres, es decir, de candidatos, y no de partidos.

De allí que el proceso interno de selección de candidatos en todas las fuerzas es la clave rumbo a los comicios de junio. Rupturas expresas o subrepticias, cálculos de popularidad equivocados, fugas hacia otros partidos o hacia la vía independiente, son las premisas que los institutos políticos deben estar priorizando en sus estrategias electorales.

Y para ello, hay varias fórmulas o acuerdos iniciales que debieran tomar: un candidato o candidata que no cuente desde ahora con el posicionamiento y la imagen estatal que se requiere, tiene que hacerse a un lado por el bien de la formación política que desee representar.

O bien, que la imposición de candidatos sin arraigo o con polémicas legales, son riesgos innecesarios en escenarios tan competidos.

A 198 días de la votación, estas dos premisas seguro están jugando en los ánimos de quienes finalmente toman las determinaciones en los diversos partidos políticos, sumando una más: el afán pragmático (práctico) que caracteriza casi a todos los políticos del panorama. Se trata de ganar, no importando con quién, cómo o porqué.

Aún no estando a favor de esta fórmula, los partidos tendrán en mente ese punto de vista. ¿Quién asegura o no la victoria en Oaxaca?

¿Quién?

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