eloriente.net

24 de octubre de 2016

Editorial

La declaración es de José Luis Chávez Botello, Arzobispo de Antequera-Oaxaca: «todos los ciudadanos debemos reconocerlo como guía, y juntos, en una sola dirección y objetivo convertirse en el guía real de todos los oaxaqueños».

Al margen de cualquier juicio o valoración que pueda efectuarse de estas palabras, la idea de ‘Gobernador-Guía’ se revela como una de las principales necesidades sociales y políticas, al menos en el contexto local, pues en no pocas áreas estratégicas de la administración lo que ha hecho falta es un criterio rector y una conducción atenta y consistente.

En vez de ello, durante los últimos años fueron frecuentes los señalamientos de descontrol al interior del gobierno y aún de vacío en el seguimiento de los asuntos relativos a las diversas carteras.

Algunos funcionarios y ex funcionarios se quejaban en soledad de que no eran llamados a acuerdo con el Ejecutivo durante meses, lo cual dificultaba el cumplimiento de sus respectivas tareas, según señalaban. En otros casos, ciertas dependencias y organismos permanecían acéfalos durante un largo periodo de tiempo, lo que produjo igualmente vacíos de poder y falta de responsables finales en la toma de decisiones.

 




 

Por ello, de alguna manera lo que Chávez Botello pone sobre la mesa es que en Oaxaca se requiere de un conductor diligente.

Un Gobernador que asuma, en todos y cada uno de los ángulos de su gestión, la responsabilidad programática, administrativa, política y social que su encargo le confiere.

No es de otra manera como se encuentra además estipulado en la Constitución y en los ordenamientos que se derivan de la misma: el depositario del Ejecutivo local es un solo individuo –lo anterior, por supuesto, sin negar los espacios de participación bien ganados por parte de ciudadanos y organizaciones, pero que no dejan de estar supeditados por diseño estatal e institucional a las consideraciones del Gobernador.

Este panorama, que pudiera parecer para algunos poco inclusivo, posiblemente ‘autoritario’ o regresivo, también es constitucional.

Por lo tanto, dependerá en mucho del talante del Gobernador en turno el que se abran oportunidades de participación, consulta y consenso que formen parte del cumplimiento de una responsabilidad personalísima de hacer bien las cosas, con un espíritu democrático y conciliador.

Esto que parece tan ventajoso para un solo hombre no lo es tanto.

Porque así como se le confiere la confianza popular para la conducción estatal, también lleva consigo la necesidad de la rendición de cuentas y de la evaluación popular.

Solo el Gobernador es y será responsable del rumbo correcto o incorrecto que haya tomado su administración.

Por eso, todo cuanto sea escurrir responsabilidades, repartir desagravios y buscar culpables en subalternos, son intentos vanos.

Con la consecuente aplicación de las responsabilidades de los servidores públicos, finalmente el Ejecutivo se deposita en un solo hombre en las buenas y en las malas.

direccioneditorial@eloriente.net

Alehandro Murat

Imagen: Archivo ELORIENTE.NET

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