eloriente.net

19 de septiembre de 2017

Editorial

¿Cómo ir interpretando que se va superando la emergencia en Oaxaca? ¿Qué mediciones o reportes de la autoridad serán suficientes para orientar los ímpetus de la sociedad civil y tranquilizar a la población afectada?

Porque hasta ahora se reciben informaciones y hallazgos de todo tipo, que ayudan a diagnosticar la situación imperante en la región, inclusive con datos duros. Cuántas escuelas se encuentran en estado crítico, cuál es el censo de las viviendas dañadas, el número de víctimas que lamentar. Sin embargo, lo que no hacen estos números es orientar sobre la gravedad de la situación en términos concretos, tanto en corto, mediano y largo plazo.

La ciudadanía no tiene mecanismos de información precisos que permitan, por ejemplo, verificar si es necesario continuar donando a los damnificados; si cierta mercancía en necesaria en qué zonas; e inclusive, si aún se requieren de voluntarios, enfermeros o algún otro profesional para mitigar dificultades específicas.

Hacen falta indicadores de la gestión del desastre.

De allí que no esté claro siquiera si el seguro anunciado por el gobierno federal y local para este tipo de emergencias (terremotos mayores a los ocho grados) se pretenden suficientes para atender a los damnificados y el contexto en que se encuentran.

 

Parece ser que el ímpetu, las ganas e inclusive el buen corazón están predominando por encima de la claridad.

Tampoco el expuesto es un vicio anormal o inesperado. De todos es sabido que los sistemas administrativos y gubernamentales, en su gran mayoría, están partidos por la mitad desde hace muchos años. Desde problemáticas tan sensibles y básicas como el transporte público de pasajeros hasta el relacionado por protección civil, adolecen de profesionalización, herramientas y voluntad, que permita su funcionamiento óptimo.

La revelación hace algunos días sobre la omisión en la distribución e instalación de alarmas sísmicas en el estado, preocupa pero no sorprende.

En el mismo caso están las plantas potabilizadoras de agua, que poco a poco están mermando la salud de los ciudadanos; la verificación del transporte público, cuyos índices de contaminación son absolutamente visibles y preocupantes; la falta de medicamentos incluso en los sistemas coordinados con la Federación, como el Seguro Popular, donde ha trascendido que no han llegado los subsidios o medicamentos correspondientes a estos meses de 2017.

Es decir, que no haya alarmas es un síntoma más de una especie de situación imperante en Oaxaca, que mucho recuerda lo declarado por el actual gobernador Alejandro Murat, horas antes de su toma de protesta: Estado de desastre, dijo.

La pregunta resulta inevitable. ¿Cuánto de ese desastre se ha paliado en los últimos meses, ya durante la dirección del actual gobierno?

 

 

 

Estamos a 60 días de que el gobernador Murat deba rendir su primer informe de gobierno y seguramente una gran parte de esta atención se la brindará al terremoto del 7 de septiembre y sus efectos. Pero adicionalmente a ello, llegarán los días de la exigencia pura y dura, que impedirán retomar la explicación del desastre en que se halló el estado y orillarán a describir los esfuerzos en cada sector.

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Y las carreteras hacia el Istmo y la Costa, y las zonas económicas especiales y tantos otros programas estratégicos anunciados, que requieren una respuesta inteligente y de largo aliento. Porque es comprensible que durante los últimos días el aliento haya sido corto y apresurado, pero por otro lado, es también comprensible y aún exigible que se cuente con un equipo humano de la manufactura suficiente para ir vislumbrando los grandes temas a pesar de las grandes coyunturas.

Por ello, lo que también está a prueba en la actual circunstancia es el tamaño de los colaboradores del mandatario, el nivel de respuesta y determinación de que son capaces en situaciones de emergencia y aún en episodios de altísima exigencia.

Si en este episodio no responden, difícilmente podrán hacerlo en los subsecuentes.

Estamos justo en la línea entre el día del desastre y el día de la exigencia.

El gobierno de Oaxaca debe tenerlo en consideración y apurar la claridad, si no quiere que el daño sobre sus miembros sea irreversible.

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Juchitán-Por Janice Waltzer

Memoria de Juchitán, por Janice Waltzer CC.

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