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25 de noviembre de 2017

Por Vania Rizo

Para quien sabe, cómo sabe la palabra desencuentro.

Pienso en la señora de las flores, la que pone su puesto en la esquina de mi casa. Me pregunto a qué hora sonará su despertador, cuál será su expresión al amanecer, cuál será la primera acción que realizará; ¿irá al baño?, ¿tomará un vaso con agua?, ¿se mirará al espejo?, ¿se preparará su desayuno?, ¿pondrá música?.

Sigo pensando en ella, me pregunto cuál será su cotidiano después de dejar su casa, su cuarto, o su departamento. A veces quisiera leer sus ojos, observar las personas que ve a diario, las que de manera circunstancial, ya son parte de su día a día.

En esa dinámica imaginativa, exploro el tiempo, mi curiosidad me lleva a cuestionarme su horario de venta, sus momentos de traslados, el instante en el que se pierde sonriendo y en el que desespera su propia vida. La observo un poco más, la duda en mi se enciende; ¿le dolerá algo?, ¿alguien?, ¿qué la motiva a seguir?.



Así como trato de cuantificar el tiempo con tantas preguntas hacia la señora, así me aproximo a la terrible incomprensión de no saber porque dos personas coinciden en el desencuentro, excusa, trampa o naturaleza del tiempo. Fuego vivo, ave cautiva, deseo acuchillado por la invención del adulto responsable.

Hay personas que trabajan de sol a sol, con espacios reducidos hasta para poder satisfacer sus necesidades básicas, las he observado, y me pensé una vida así hace más de cinco años. Decidí una vida profesional que me diera de comer y que no me diera tiempo para pensar/sentir mi corazón.

Así de tajante me convertí en una persona con perfil de “administradora pública”, con posibilidades en lo político y a los más engorroso de la vida no privada. Pero las circunstancias de la vida, el giro enorme que dio mi vida al fallecer mi abuela, y mi enorme atracción hacia el arte, me hizo dedicarme a una vida donde hay espacio, donde me tomo mi tiempo para sentir, reflexionar.

La liquidez de las relaciones, la prisa con la que a veces vivimos, la violencia, la suma a la vulnerabilidad, me hacen considerar importante el disfrute de momentos con quienes amo: aquellos amigos, mamá, papá, hermano, familia, amores. Porque encuentro en esos momentos la vitalidad, eso importante que uno se lleva a la muerte.

El espacio-tiempo nos otorga un mensaje, es el qué, cuándo y cómo estamos hilando nuestra vida. Nos ofrece perspectiva de nuestras prioridades, también nos dice a que le estamos dando oportunidad, qué nos estamos negando y porqué. Pero a veces por más intelectual que se pretenda, hay cosas inconcebibles, incomprensibles y están bien, nos dan saborcito con rasguño, nos recuerdan vivos.

Pienso en la señora de las flores, la que pone su puesto en la esquina de mi casa. Le hago preguntas pero en realidad me las hago a mi, he buscado en los rostros de mi cotidiano, la respuestas a mis plegarias, una razón arrulladora que me diga el desencanto de nuestro encuentro.
@vaniarizo

foto mujer plantas