Benito Juárez Homenaje

“Los planes y ceremonias para recordar a Benito Juárez han venido a menos.

Desde hace años, el prócer mexicano —como muchas y muchos otros—,

ha ido perdiendo espacios de fervor en el imaginario público.

Imaginario que adolece de pérdida de sentido,

una especie de enfermedad degenerativa de nuestro pueblo”

No importa, que se recorra al lunes

(www.eloriente.net, México, a 19 de marzo de 2018, por: Juan Pablo Vasconcelos @JPVmx).-

Washington

“Pido a la población defender lo que es correcto, no solo cuando es fácil”, llamó Barack Obama a su gente en noviembre de 2016. Lo hizo un día de acción de gracias. El último durante su administración. Allí, también dijo que a su país no lo une “solo una raza o religión, sino una creencia común: que todos (los hombres y las mujeres) han sido creados iguales”.

Fiel a su costumbre de abanderar a Abraham Lincoln y Martin Luther King como sus referentes históricos, aquel día recordó de nuevo al primero con precisión: “…durante la confusión de la guerra civil… cuando el destino de la Unión pendía en el balance, él proclamó audazmente un día de Acción de Gracias, un día cuando las cosas más preciadas de esta nación debían ser reconocidas con solemnidad, reverencia y gratitud, con un solo corazón y una sola voz por todo el pueblo estadounidense”.

Años antes, en 2009, Obama rescató una antigua biblia de la Biblioteca del Congreso, que en 1861 había sido utilizada por el mismo Lincoln para jurar como presidente de los Estados Unidos —biblia que por cierto tiene su historia particular, pues algunos sugieren que Abraham tenía la intención de utilizar otra para la ocasión, pero no estaba disponible en esos momentos, por lo cual un secretario de la Corte, William Thomas Carroll, debió ir a comprar ésta otra con cierta prisa—.

Así, Obama juró su primer mandato como presidente poniendo la mano sobre dos biblias: ésta de Abraham Lincoln y la de Martin Luther King.

Ya luego, el presidente Trump ha vuelto a utilizarla en enero del 2017.

Waterloo

Imaginemos a 6,000 actores y voluntarios y a 330 caballos en el campo de Waterloo, representando en 16 kilómetros cuadrados la histórica, casi mítica batalla del mismo nombre.

El 18 de julio de 2015, se dieron cita ese número de personas con cerca de 118 mil espectadores más, para conmemorar los 200 años de aquella gesta, que significó la derrota de Napoleón Bonaparte y los franceses, a manos de tropas británicas, holandesas, belgas y una providencial intervención de Prusia.

La batalla comenzó a las 11:20 de la mañana y concluyó a las 20:30 horas aproximadamente. El duque de Wellington, cuyas tropas eran el principal objetivo del ataque de Napoléon, dijo luego sobre Waterloo: “Espero no volver a ver ninguna otra batalla como ésta… es demasiado ver a hombres valientes, tan dignos los unos de los toros, despedazándose de esa manera”.

Con motivo del aniversario 200, los británicos principalmente organizaron una celebración en todo lo alto. Inclusive, se cuenta que algunos ciudadanos en lo particular organizaron reuniones en sus domicilios para rememorar aquel episodio histórico, que para algunos inicia una nueva época en Europa y en el mundo entero.

Como sabemos, luego de este tremendo acontecimiento, Napoléon fue preso y desterrado a la Isla de Santa Elena, donde fallecería pocos años después.



Caracas

Sin prejuicios, estremece aún escuchar a Hugo Chávez Frías el 17 de julio de 2010, narrando el momento preciso en que son exhumados los restos de Simón Bolívar, para investigar en definitiva las causas de su muerte.

Así, un grupo de científicos y funcionarios —en directo por la televisión— acceden a un recinto, para realizar con gran cautela la apertura del féretro del libertador, que permanecían en el Panteón de los Héroes venezolanos desde el 28 de octubre de 1876.

Mientras con trajes blancos y tapabocas los científicos efectúan esta labor, se escucha a Chávez ir conduciendo con voz en off el momento: “Es el padre Bolívar… murió llorando, murió solitario. Una de sus últimas frases: ‘qué puede un pobre hombre contra el mundo’. Ahora no estás solo padre. Aquí estamos nosotros, tus hijas y tus hijos”.

La tapa al sarcófago se levanta. En ese instante, una orquesta interpreta notas heroicas.

Chávez remataría horas más tarde: “Fue un momento sublime, dirigido al alma de Venezuela (como decía Bolívar:) si mi muerte contribuye a consolidar la unión, bajaré tranquilo al sepulcro”.

21 de marzo

En el año 2006 (17 de enero para ser precisos), se publica en el Diario Oficial de la Federación el decreto que reforma el artículo 74 de la Ley Federal del Trabajo.

Allí, el presidente Vicente Fox hace publicar el documento que le ha enviado el Congreso, para que los días 5 de febrero, 21 de marzo y 20 de noviembre, no se celebren necesariamente en esas fechas, sino que, por razones de afluencia turística y otros objetivos educativos, productivos, sociales y familiares, se corran hacia sus lunes más próximos.

La idea fue, desde la primera propuesta del grupo parlamentario del PRD en el Congreso, crear “fines de semana largos”, pues los ingresos adicionales por tales periodos para la industria turística serían muy importantes. De hecho, cuatro fines de semana largos generarían 752 millones de dólares adicionales, casi el 10% de los ingresos del sector por aquella época.

Además, propiciaría “la unión familiar”, pues los padres e hijos tendrían mayor oportunidad de estar juntos, para disfrutar los paquetes de viajes que el sector pondría a disposición durante esos días.

La productividad laboral y el funcionamiento de las empresas también se verían beneficiados, pues se estarían eliminando los puentes a discreción de los trabajadores, se favorecía la planeación oportuna y el descanso de la base.

Ninguno de estos argumentos son interpretación mía. Todos son parte de la exposición de motivos de aquella iniciativa, la cual no contempla de forma exhaustiva ninguna motivación cívica, profundamente cultural o simbólica.

El hecho es que en México —como en otros países de América, lo cual no lo hace necesariamente correcto—, ciertos días cívicos no se celebran en el día que corresponde, sino en otros, por simples razones de dinero y ‘productividad’.

¿Para qué recordar a Juárez y otros ilustres?

Para darle sentido a nuestra unión, para argumentar las razones profundas por las cuales vale la pena gastar la vida juntos. Si nos empeñamos a vaciar de sentido la historia, los referentes que nos identifican, entonces que deje de extrañarnos la violencia, el abuso de autoridad, el individualismo obcecado.

Luego, que no nos extrañe el precipicio.