“Algunas de las más grandes fortunas del mundo, ahora son poseídas por jóvenes.

Las hermanas Andersen, por ejemplo, tienen una riqueza que se calcula

en 1,400 millones de dólares. Tienen 21 y 22 años.

Al mismo tiempo, en otras partes del planeta, otros jóvenes se debaten con el hambre.”

 

(www.eloriente.net, México, a 6 de noviembre de 2017. Por: Juan Pablo Vasconcelos @JPVmx).-

“El dinero no es la felicidad… sobre todo cuando es poco”, bromea siempre un querido miembro de la familia, cuando nos ponemos a hablar de la relación entre satisfacción personal y bienestar económico. El poeta José Emilio Pacheco también decía —atribuyendo el dicho al escritor peruano Manuel Scorza— que el dinero evidentemente no es la felicidad, pero produce una sensación tan parecida que solo un experto podría explicar la diferencia entre una sensación y otra.

También hay una corriente muy tradicional, defensora de la idea de no acumulación, pues considera al dinero como un factor de peligro para la vida de su dueño, que suele cambiar el carácter, enfermar de poder y vaciar de sentido ciertas áreas nobles de la existencia como el trabajo, sentir la necesidad cotidiana que iguala al resto de los mortales y la pérdida de valor de las pequeñas cosas materiales, aunque no evidentemente del lujo y el despilfarro.

Sea como sea, hay otras fortunas aún más valiosas que el dinero. Como la juventud.

Hace algunos días, en una de sus magistrales conferencias en Guadalajara, después de ganar el Óscar (mismas que pueden consultarse íntegras en www.eloriente.net), Antonio del Toro trató por todos los medios de hacer ver a la audiencia un valor: la juventud es un recurso.

Claro está, además de una etapa vital, parte de un proceso de desarrollo, una muletilla de la política para convencer a la mayoría de los ciudadanos, además de todo ello, es también un recurso.

Uno encima que puede perpetuarse a través de la creatividad, la rebeldía, la determinación, una perspectiva crítica y abierta de la vida.

Aprovecharlo sin remordimientos, ocuparlo sin limitaciones, regenerarlo con entusiasmo y renovarlo con arte, cultura, inspiración, sin prejuicios y con cierta sabiduría, es indispensable.

Un recurso que desfallece si nos empeñamos en repetir los patrones tradicionales y que han demostrado no funcionar, pero que se aviva y encuentra nuevas posibilidades si se arriesga con sinceridad, creyendo en lo que nos dicta ese interior profundo que luego, por temor o inseguridad, tratamos de vencer, esconder y apagar.

La juventud se ocupa.



En este cruce entre dos fortunas (riqueza y juventud) se ubican pocos hombres y mujeres en el mundo: 63 de los 2,208 multimillonarios de la lista de Forbes tienen menos de 40 años. Una buena parte, se dedica a las tendencias tecnológicas de nuestro tiempo.

Las hermanas Alexandra y Katharina Andersen, de 21 y 22 años, recibieron en herencia de su familia una compañía (Ferd), cuyo valor se calcula en 1,400 millones de dólares. Por su parte, la empresa de comercio electrónico Stripe, es propiedad de John Collison, de 27 años. Su negocio estaba valuado en 2016 en alrededor de 9,200 millones de dólares y su fortuna en mil de ellos.

Evan Spiegel fundador de Snap hilaría alrededor de 4,100 millones también a los 27 y Gustav Magnar Witzoe alcanzaría los 1,900, habiendo heredado una gran compañía de productores de salmón.

Sin embargo, los contrastes de siempre. Mientras podría resultar ofensivo divulgar estas cifras inimaginables para la mayoría, también debería serlo (con mucha mayor razón) divulgar la inmensa desigualdad y pobreza en la cual se debaten millones de jóvenes en el mundo.

Peor aún, la ignorancia, indiferencia y desesperanza con las cuales muchos de ellos y ellas enfrentan sus vidas y (des)aprovechan su recurso.

 

Por eso NO haré apología de la injusticia.

Creo que lo menos necesario para los jóvenes es recordarles lo mal que los adultos les dejan el mundo. Por el contrario, lo importante es insistir en la conciencia. En que nunca se les duerma y nunca se rindan. En que depende de ellos. No solo del gobierno.

No son víctimas.

Es verdad que aún hoy 2.8% de las personas entre 15 y 29 años en México son analfabetas funcionales, es decir, que tienen una incapacidad para utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en situaciones habituales de la vida. También es cierto que ya desde esas tempranas edades, se va abriendo una brecha de desigualdad entre hombres y mujeres muy notable. Normalmente en países como el nuestro la tasa de desocupación, ya desde entonces, es mayor para ellas que para ellos.

En el campo laboral, la situación cada vez es más compleja de abordar y entender. 81.7% de los desempleados, de las personas “que no encontraron trabajo, tiene estudios de secundaria, preparatoria y profesional”.

Además, sabemos que los trabajos disponibles en México y en el mundo están exigiendo perfiles cada vez más inclinados hacia las ciencias y la tecnología, cuestión que los jóvenes en nuestro país aún no están midiendo, no están valorando.

44.7% de las personas que se integran a la educación superior, “lo hacen en estudios relacionados con las ciencias sociales, las leyes y los negocios”, pero no hacia las áreas denominadas Stern (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).

Y otra vez es más complejo para las mujeres: solo 8% de las personas que aplican a las carreras Stern son mujeres.

 

La fortuna de la juventud

Es que podemos cambiar. Sustituir una creencia por otra. También hay espacio aún para equivocarnos. Invertir un poco de tiempo en errar.

Otra fortuna de la juventud de hoy es precisamente el mar de información con el cual contamos para entender el mundo. Hay que utilizar esos datos para tomar las mejores decisiones. Lo mejor de esta era es la disponibilidad de recursos para comprender mejor el universo. Para ello, se necesita una mente clara.

Quizá el mayor esfuerzo, el mayor desafío de los jóvenes de nuestro tiempo es justamente mantener la mente clara, el equilibrio y la solidez interior, la inteligencia para tomar determinaciones en base a sus preocupaciones auténticas y al conocimiento que tienen disponible.

Una encuesta de Global Shapers para el Foro Económico Mundial resumió en 3 las grandes preocupaciones de la juventud: el cambio climático y la destrucción de la naturaleza; los conflictos bélicos y las guerras; así como la desigualdad y la discriminación.

Grandes causas en las cuales, se los digo con afecto, pueden depositar su energía. Grandes causas en las cuales pueden confiar y gastar el breve tiempo que todos tenemos de vida.

 

Caminen hacia sus causas con confianza

Las otras fortunas, llegarán detrás, si lo hicieron con pasión, fuerza de voluntad e inteligencia.

Por cierto, en ese camino, también andará la felicidad. Agazapada como suele estarlo. Burlándose de la ambición desmedida.