2 de abril de 2018
Por Omar Alejandro
a María Teresa Ríos Chiñas
Fui condenado por un judío
y vendido por algo parecido
a unas piezas que simulaban ser plata:
el papeleo de la Unión Americana.
El gran sueño se tornó en pesadilla
y mi voz quemadura
que madura
dejó a un lado la valentía.
Mi único gran pecado:
extrañarte en las noches
de insomnes letras y trabajos infinitos.
Jamás pude comprender lo que se necesitaba
para ese momento,
para esa situación…
para salvarlo.
Las discusiones nada arreglaban
y volvían más frágil ese hilo rojo
del que hablaron los poetas enamorados.
Fui criminal.
Mi delito: hacer de la vida un poema,
ser un salmón en ciernes que buscaba su camino.
Víctima de la burocracia entré, cuál artista,
por la puerta trasera de Ben Taub.
“Aquí te ayudaremos con tus problemas” me
decía el hombre con cutis de ceniza
al mismo tiempo que me esposaba a un banquillo.
Fui interrogado.
Sobajado, tanto en palabra como acción.
Y nadie dirá nunca nada
pues resulta mejor seguir el protocolo y así
“salvar la vida”.
Ví el descenso de la humanidad:
los tropos entrándole a los no cuerdos
por cada poro, por cada entraña.
Viví una metáfora de infinitos significantes
y nulas respuestas.
Clasificado fui trasladado.
El manicomnio, ese pshyc ward en Bellaire,
prometía un respiro ante los desvelos y traumas
pasados, perdidos.
What does love look like? Me preguntaba.
Sintiéndote tan cerca de mí
aun cuando miles de kilómetros
nos separaban.
Allí la cosa quizá sí fue distinta:
aprendí a traducir. Y no solo de un idioma a otro:
comprendí cómo plasmar las emociones en la tinta: con sal diluida,
diría el numen.
Hicieron que todo fuera más lento.
Mis párpados y mi nuca
se volvieron grandes yunques
que arrastraba por el ala ocho
junto a mi pena, a mi pesar, a mi vergüenza.
Zoloft 200 mg: su fórmula de contención.
De alguna manera había querido estar allí,
pero no en ese momento, no contigo, no sin ti.
Lo maldito del poeta es una bendición catastrófica
que le es común sólo a los tocados por la mano de
Dios.
Perdí todo.
El control sobre mí fue la mayor ausencia.
Smoke break: orden anhelada, ocasión única
para sentir el viento sobre mi rostro,
imaginando
las aguas divinas de tus manos
intentando calmarme.
Line up for medication!:
vuelta terrenal
y verdadera al mito de Sísifo.
Alfa y omega del día,
sin ti, sin mis yoes, con nada.
Fui condenado por un judío
por el pecado de vivir la poesía.
Más no crucificado.
Comprendí, de toda esta locura,
la esencia del poema, del artista.
Y eso,
voces mías y de los no cuerdos,
es los que nos mantiene a raya, viviendo:
sufrimiento.
Omar Alejandro Ángel Cortés
(Oaxaca de Juárez, Oaxaca, 1992) es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa (UAM)
En el marco de sus estudios de grado, tuvo la oportunidad de ser intercambista en la Universidad Nacional de Villa María, Córdoba, Argentina, en la licenciatura en Lengua y Literatura.
Posee especial atención en la obra de Oliverio Girondo, las vanguardias hispanoamericanas y la poesía y narrativa contemporáneas. En cuanto a la creación literaria, ha participado en talleres de escritores tales como Julio Trujillo, Leonardo Da Jandra, Ricardo Piglia y David Voloj (Argentina), principalmente.
Su trabajo poético ha sido incluido en revistas como Molino de Letras y Espora de (UDLAP). Parte de su trabajo de investigación literaria se encuentra publicado en Graffylia, Revista Destiempos, Fuentes Humanísticas y Ágora. Preparó, para Círculo de poesía, el “dossier de poesía oaxaqueña actual”, así como su traducción al inglés.
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