Por Psic. Fernando Arturo Alonso Sosa
Aunque en la actualidad van tomando más importancia los temas referentes a las emociones -sobre todo aquellas que son difíciles de manejar como la ansiedad, la angustia, el enojo o la tristeza- realmente no hay claridad cuando se trata de definir el significado de la palabra emoción. En trabajo con grupos, reuniones con compañeros, amigos o incluso la misma familia la situación se repite, pues cuando surge la pregunta ¿Qué es una emoción? La respuesta normalmente es: lo que sentimos, lo cual tiene verdad más no exactitud.
El punto central aquí es ¿Por qué es importante saber qué es una emoción? ¿Beneficia en algo tener esa información? ¿Hace cambios en la vida cotidiana? Sucede que la respuesta a estas interrogantes se resume a un principio muy sencillo, la neurociencia demuestra que en realidad sentimos antes de lo que pensamos, y es a partir de la emoción que actuamos, incluso está demostrado que tomamos una decisión emocional y la justificamos con la razón.
Ahora, en términos de experiencia todos los seres humanos hemos experimentado eventos en nuestra vida como pérdidas, decepciones, separaciones, frustraciones que nos marcan, y algunas veces suceden en momentos clave de nuestra vida que configuran una perspectiva del mundo y una forma de actuar en el mismo; sin embargo, cuando el sujeto se detiene en el proceso emocional, y en lugar de reaccionar hace una pregunta de su sentir, puede cambiar su vida, pues sin saberlo está generando un recableado cerebral que le permitirá una mejor adaptación.
Para hacerlo más sencillo, podemos ilustrar este proceso tomando como ejemplo a una persona que está acostumbrada a guardar su enojo cada vez que ocurre algo que le frustra, de manera que cada detalle que le parece irritante, en lugar de expresarse lo niega y lo acumula, hasta que llega el punto donde por una trivialidad (de manera aparente) la persona explota de desproporcionadamente, lo cual trae consecuencias negativas tanto para sí mismo como para su entorno, pues sus relaciones se desgastan, la convivencia se vuelve más difícil y presenta mayores cargas de estrés, este ciclo se repite hasta que empieza a aprender que dicho malestar se puede expresar de una manera diferente, por lo tanto a través de la experiencia se empieza a entrenar para establecer un espacio en su mente que le permita darle nombre a lo que siente y expresarlo de la mejor manera posible, claro está que en un inicio dicho proceso no resulta fácil de realizar, pues por la rutina que ha llevado se tiene que implantar un nuevo modelo, sin embargo con la repetición logra cambiar y comprender su respuesta emocional para que en lugar de reaccionar, responda.
En este ejemplo lo más importante es que la persona aprenda a ponerle nombre a su sentir, es decir, etiquetar la emoción que experimente, pues el lenguaje es el mejor vehículo para trabajar con las emociones, ya que permite entender las causas de nuestro sentir e intervenir de la mejor manera para que los otros realmente comprendan el porqué de nuestras conductas, las palabras transmiten contenidos necesarios para interpretar y conocer el mundo, incluido nuestro mundo interno.
Por lo tanto, la respuesta para la pregunta ¿Por qué las emociones son tan difíciles? Es que son invisibles, es decir, no se pueden tocar, ver u oler, se experimentan, se viven, se sienten, pero de una manera prácticamente invisible, pues es gracias a las emociones que percibimos el mundo y que lo interpretamos, además debemos tener en cuenta la razón por la cual las emociones existen, que es asegurar la supervivencia del organismo, por ello, son procesos que surgen de manera espontánea, en milisegundos, y que determinan en gran parte nuestra percepción.
Esta concepción debe entenderse e implementarse a nivel familiar, escolar y social para poder resolver y prevenir momentos de frustración y conflicto, que si bien son inevitables gracias al conocimiento de las emociones pueden abordarse de mejor manera y, por lo tanto, tener menos desgaste y aprender a vivir mejor.
Herramientas para lograr este objetivo se pueden adquirir en lo referente a la inteligencia emocional, las inteligencias múltiples y el pensamiento crítico que permita una visión más allá de las ideas apreciadas normalmente, en síntesis, es necesario que aprendamos a conocer y gestionar nuestras emociones y como un paso inicial podemos etiquetarlas para expresarnos y entendernos mejor.