Hablando de temas de trabajo, muchas son las ocasiones en que encontramos referentes o información respecto a tips para ser más productivos, comunicarnos mejor, caerle mejor al jefe, etcétera. Sin embargo, algo que pasa desapercibido, o que no se enfatiza como debería, es la cultura organizacional pues, a partir de la misma se establecen cuáles son los modos de ser y hacer dentro de una organización, institución o empresa.

Si recordamos el concepto de cultura, vamos a entender que se trata de una red de significados que determinan la conducta, identidad y creencias de un grupo –en términos muy generales- por lo tanto es invisible, intangible y omnipresente; en el ámbito laboral esto representa un desafío, pues la cultura organizacional al pertenecer al mundo simbólico, nos recorre, nos delimita y nos guía en nuestro quehacer cotidiano laboral y no nos damos cuenta.

Para entender mejor este concepto, siempre son valiosos los ejemplos, más a manera de historia, pues las historias conectan fácilmente con nosotros; imaginemos una persona que recién ha egresado de la universidad y entra a laborar a una empresa que lleva años en algún sector específico, puede entenderse que el recién llegado trae energía y entusiasmo para generar cambios positivos en su entorno y demostrar su valor así como la importancia de su contratación, incluso alberga la esperanza de un reconocimiento por parte de directivos y la probabilidad de un ascenso a mediano plazo, mientras todo esto ocurre en su cabeza, en el mundo real las dinámicas del trabajo operan de una manera distinta.

No le lleva mucho tiempo comprender que aunque tiene mucha energía, entusiasmo e intención, eso no basta para transformar el ambiente laboral en el que está, pues de por medio hay saberes, modelos y prácticas que están presentes en la empresa, se digan o no, y que son acatados y repetidos por todos sus miembros.

En consecuencia el ciclo de aprendizaje del nuevo integrante, conlleva necesariamente una experiencia emocional que va de la alegría, optimismo, entusiasmo (el lado positivo) a cuestiones de observación y análisis (parte racional) que pueden terminar en enojo, indiferencia, desánimo y monotonía (lado negativo).

La cuestión aquí es cómo la cultura de diferentes empresas y organizaciones permite que este circuito de emociones exista gracias a variables tales como la jerarquía informal, los modelos ineficientes de comunicación, la falta de alineación entre los objetivos personales y los objetivos organizacionales, el discurso contra la cuestión práctico-real, por citar algunos ejemplos.

De todas estas variables, destaca la confrontación entre el discurso y la práctica real, pues es común escuchar que se hable de valores, misión, visión, congruencia y encontrar en la parte real prácticas que son incluso opuestas a lo que el discurso institucional determina, desgraciadamente en nuestro país eso es algo común que abarca tanto al sector público y privado, cuyo análisis refleja aspectos que –muchas veces desde la parte directiva o gerencia- son negados.

Teniendo todo esto en cuenta, la pregunta interesante es ¿por qué debe preocuparme o interesarme a mí como trabajador la cultura de mi organización si de todas formas es difícil hacer cambios en la misma? La respuesta reside en la capacidad de adaptación y bienestar personal dentro del trabajo, pues México es uno de los países con la tasa de mayores horas en el trabajo, en consecuencia si pasamos gran parte del día laborando en un lugar específico resulta estresante y difícil tener una relación ambivalente o negativa hacia el trabajo, ya sea por la relación con los compañeros, el estilo de comunicación o el clima organizacional.

Si logramos entender que depende de nosotros mismos lograr el bienestar como experiencia emocional e integral dentro del trabajo, veremos con otros ojos analizar la cultura organizacional de nuestro empleo, pues el resultado del análisis puede traer variables que nos permitan sentirnos más seguros, cómodos y confiados en nuestro quehacer cotidiano.

De una manera muy práctica podemos empezar analizando variables como la comunicación, las jerarquías y las alianzas, por medio de preguntas como: ¿llegan los mensajes realmente a donde deben llegar? ¿Cómo se solucionan conflictos? ¿Hay apertura para escuchar propuestas e ideas nuevas? ¿Quién está realmente a cargo? Entre muchas otras.

Para finalizar un mensaje: comprender cómo funcionan los sistemas puede contribuir a servirnos de ellos.

Te Proyectas: Comunicación para el trabajo en equipo

Te Proyectas es una mirada a la realidad desde la psicología, con la participación de Fernando Alonso, Estefanía Sánchez-César, y un invitado o invitada que fortalece el tema desde una perspectiva distinta.

Esta semana, la charla es en torno a la comunicación para el trabajo en equipo, los diferentes perfiles de percepción y puntos para garantizar una comunicación efectiva.

 

Fernando Arturo Alonso

Licenciado en psicología por la universidad mesoamericana, dedicado a brindar apoyo psicológico profesional, capacitación empresarial y desarrollo de proyectos.

 

Estefanía Sánchez César

Psicóloga por la BUAP, enfocada en temas de salud mental de las mujeres. Ha trabajado en espacios terapéuticos privados y públicos.

Es co-fundadora de Iniciativa Inviértete, un centro educativo alternativo en Oaxaca.
Creadora e instructora de talleres y capacitaciones para personal de restaurantes y hoteles, en “Alpha Consulting”.