La ciencia como actividad teórica y práctica del ser humano se encuentra ampliamente relacionada con el entorno, formando parte importante del mismo. La aplicación o uso de la ciencia se extiende en diferentes o en casi todas las áreas de nuestra vida, al grado que dejamos de reconocerla en nuestras actividades diarias; e incluso muchas veces, sin darnos cuenta, vamos adoptando respuestas científicas para darle explicación a cuestiones cotidianas.

Aunque no podamos definir qué es la ciencia, ni hablar de elevadas explicaciones científicas de física cuántica, el genoma humano o la velocidad de la luz, revisemos en nuestros hogares, en la escuela o en lo que decimos y hacemos qué sabemos del quehacer científico.

En la cocina, por ejemplo, tenemos lo más parecido a un laboratorio en casa. Un sitio en el cual podemos ver reacciones físicas y químicas, como son: los cambios de estado físico del agua cuando hierve y pasa de líquido a vapor; las mezclas de agua y sal; agua y azúcar, el cambio de densidad y consistencia de algunos cereales como el arroz o los frijoles. En la cocina además se trabaja con unidades de medida, de tiempo, de temperatura, con utensilios de distintos materiales y con los sentidos.



En la escuela, la Geografía nos enseña sobre los movimientos de rotación y traslación que realiza la tierra. Por lo tanto sabemos que nuestro planeta no sé está paralizado en un mismo sitio, que se mueve y su movimiento es constante, desde el centro y cuando orbita alrededor del sol, aunque no sintamos bajo nuestros pies el movimiento o veamos a la tierra sacudirse, ésta se mueve y existe una explicación desde distintas áreas de conocimiento para responder a esto.

Guiados por el sentido común resultaría fácil aceptar la idea de que la tierra permanece inmóvil mientras los otros planetas, la luna y el sol giran alrededor suyo y curiosamente ésta idea se mantuvo por mucho tiempo hasta el siglo XVI cuando Nicolás Copérnico publicó el modelo Heliocéntrico con el sol, y no la tierra, como el centro del universo. Con el descubrimiento de los movimientos planetarios se rompe con la explicación del modelo Geocéntrico planteado por Ptolomeo, que había sido aceptado desde el siglo II, debido a que funcionaba matemáticamente y describía de manera genial la forma en que el sol y los demás planetas giraban alrededor de la tierra. La idea fue poco a poco sustituida, cuando Copérnico estableció que la Tierra giraba sobre sí misma una vez al día (rotación) y que una vez al año daba una vuelta completa alrededor del Sol (traslación).

Hoy en día los movimientos de rotación y traslación de la tierra son explicaciones científicas aceptadas y adoptadas dentro de nuestra sociedad., a tal grado que sí alguien nos afirmara que vivimos en una superficie plana e inmóvil nos resultaría absurdo, pues la mayoría de nosotros aceptamos que nuestro planeta es de forma esférica y gira alrededor del sol. Ya conocemos los movimientos que realiza la tierra sin embargo, de qué manera esto podría resultarnos cotidiano si no sentimos que ésta se mueva -esto lo puedes comprobar siguiendo ciertas regularidades- hay una división de los meses, las semanas y los días que tienen razón de ser en estos movimientos y por ellos se explica el porqué del transcurso los días entre horas de luz y de obscuridad, pasando del día a la noche; así también se explican las cuatro estaciones del año en “primavera”, “verano”, “otoño” e “invierno” y los cambios de horario y clima en las distintas regiones del mundo.

En lo anteriormente dicho podemos advertir cómo el hecho de caracterizar o nombrar algo, nos permite visualizar la forma en que el pensamiento científico se ha ido adoptando socialmente para ser parte de vida cotidiana, y es que diariamente en cosas tan comunes como pedir la hora, esperar las vacaciones de verano, encender la luz, escuchar la radio, ver la televisión, utilizar el teléfono, una computadora e incluso en las más aparentes trivialidades se hallan pensadas a partir de uno o varios criterios científicos.