C. Nobel media

Por: Weforum

Se acaba de dar a conocer el premio Nobel de Economía de 2019, que ha recaído en Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer (investigadores en el MIT y Harvard) por su «enfoque experimental en el alivio de la pobreza». La academia reconoce así su contribución sobre el terreno a los avances de la economía de los países en vías de desarrollo, con aplicaciones prácticas y no solo con modelos teóricos.

El trabajo empírico de los galardonados, basado en descomponer el problema genérico de la pobreza en problemas más concretos a los que poder aplicar soluciones cuya efectividad pueda ser más fácilmente medible, ha servido para alcanzar logros tan importantes como mejorar el nivel educativo o las tasas de vacunación en los lugares donde han desarrollado sus experimentos (fundamentalmente Kenia o India).

De forma crucial, el trabajo de Banerjee, Duflo y Kremer no se enfoca en la desigualdad o la redistribución, como sucede frecuentemente en el campo de la economía del desarrollo, sino en las causas primordiales de la pobreza y las acciones concretas que pueden mitigarla en las comunidades que la sufren. Es precisamente este acercamiento científico a la pobreza, alejado de la ideología, lo que les ha hecho merecedores del premio.



¿Quiénes son Banerjee, Duflo y Kremer?

De entre los tres premiados, el primer perfil que sobresale es el de la francesa Esther Duflo, por ser la persona más joven en haber conseguido el premio en toda su historia (superando en ese honor nada menos que al célebre Kenneth Arrow, quien lo ostentaba desde 1972). Duflo es además la segunda mujer en ganar el Nobel de Economía, justo una década después de que lo hiciera Elinor Ostrom. Comenzó su carrera investigadora en la antigua URSS en la década de 1990, y trabaja en el MIT desde 2002. En 2015 recibió el premio Princesa de Asturias en la categoría de Ciencias Sociales.

«Nuestro objetivo es asegurarnos de que la lucha contra la pobreza esté basada en la evidencia científica. Frecuentemente los pobres se ven reducidos a caricaturas, e incluso aquellos que intentan ayudarles no entienden las causas profundas que les convierten en pobres. Nosotros intentamos resolver esos problemas tan científicamente como sea posible.» — Esther Duflo

Abhijit Banerjee, que emigró a Estados Unidos para doctorarse en Harvard tras haber estudiado en la India, también es profesor del MIT. Banerjee fue el director de la tesis de Duflo y es además su marido, lo que les convierte en la sexta pareja en la historia en la que ambos miembros han ganado un Nobel. Entre ambos escribieron «Poor Economics» (titulado en castellano «Repensar la pobreza«), un best-seller mundial que acercó su trabajo al público general.

Por su parte, Michael Kremer realizó el camino inverso a Banerjee, y es actualmente profesor en Harvard tras haber pasado por el MIT. Su actividad investigadora va desde problemas tan concretos como el estudio de incentivos para aumentar la tasa de vacunaciones a otros tan genéricos como la transición demográfica de países en desarrollo. Realiza además una intensa actividad filantrópica, liderando o colaborando con múltiples iniciativas para la erradicación de la pobreza.

 

«Divide y vencerás», también para luchar contra la pobreza

La ciencia económica frecuentemente ha tratado de resolver la pobreza desde las grandes iniciativas macroeconómicas, cuyo efecto directo en las comunidades no es fácil de medir, y que además suelen estar contaminadas por sesgos políticos e ideológicos de forma casi inevitable. La gran aportación de Banerjee, Duflo y Kremer a la economía del desarrollo es acercarse a ella desde abajo, estudiando problemas específicos que se puedan medir a nivel microeconómico en las comunidades afectadas. Así, descubrieron que los problemas de baja productividad en los países en desarrollo se deben fundamentalmente a grandes desigualdades de productividad dentro del propio país, mientras que en los países desarrollados el nivel de productividad de un mismo factor suele ser similar (y cercano al óptimo) para todos los agentes.

La baja productividad en los países pobres no es un problema con solución general, sino que se debe a grandes diferencias a nivel interno.

Por ejemplo, en un país desarrollado prácticamente todos los agricultores tienen acceso a maquinaria moderna, fertilizantes, etc., haciendo que la productividad de todos ellos no solo sea alta en promedio, sino que además haya poca variación entre unos y otros. En cambio, en países en vías de desarrollo coexisten explotaciones modernas con productividad similar a las del mundo desarrollado con otras mucho más atrasadas tecnológicamente, lo que hace que el nivel medio sea muy inferior.

El enfoque de los galardonados no consiste, por tanto, en proponer políticas para ‘eliminar las desigualdades’ entre aquellos con mejor y peor rendimiento; sino identificar a estos últimos, determinar una serie de posibles causas y diseñar experimentos para ver si mitigando dichas causas su rendimiento realmente mejora. Esta forma de descomponer el problema no solo ha servido para identificar posibles soluciones, sino también para desmitificar otras que se consideraban efectivas erróneamente.

 

Mejorar los resultados de las escuelas pobres no es solo una cuestión de recursos

En uno de sus primeros experimentos, Kremer comprobó si el mal rendimiento en las peores escuelas de Kenia se debía, tal y como se creía, a la escasez de recursos de los colegios y de las propias familias, por estar en zonas pobres. Probaron a proveer libros de texto gratis en algunas y menús gratuitos en otras, y compararon sus resultados con aquellas que no habían recibido nada. Los menús solo reducían el absentismo, pero no mejoraban el rendimiento, mientras que los libros gratis tampoco mejoraban el rendimiento salvo de los mejores alumnos (es decir, aquellos que ya rendían al nivel de las buenas escuelas).

Los experimentos de Banerjee, Duflo y Kremer desmitificaron la escasez de recursos o ratio de alumnos por profesor como causa principal del bajo rendimiento de las escuelas pobres.

Descartar la escasez de recursos como causa del bajo rendimiento le sirvió para enfocarse en otros problemas y acabar descubriendo que los incentivos a profesores (que en las malas escuelas estaban peor pagados y mucho menos motivados) sí eran una forma realmente efectiva de mejorar el rendimiento a nivel general entre todos los alumnos. Banerjee y Duflo continuaron en la India los experimentos de Kremer, descubriendo que otra medida enormemente efectiva para mejorar el rendimiento global de una escuela era la atención personalizada a los alumnos con problemas de aprendizaje (que en las escuelas pobres eran mucho más numerosos) permitiendo así avanzar más al conjunto de la clase. Basándose en esta evidencia, India ha implementado programas de atención a los alumnos con dificultades en más de 100.000 escuelas.

Los resultados de Banerjee y Duflo también demostraron que un problema clave en la mayoría de escuelas pobres indias era la infrautilización de uno de sus recursos clave: el profesorado, con altos niveles de absentismo y baja dedicación. Desmitificaron la ratio de alumnos por profesor como una causa raíz del bajo rendimiento escolar: compararon escuelas donde se redujo dicha ratio sin cambiar las condiciones laborales de los profesores con otras donde se mantuvo la ratio pero se ligaron los contratos del profesorado a las mejoras del rendimiento de los alumnos. En estas últimas escuelas, las notas mejoraron, pero en las primeras no.

 

Vacunas a cambio de lentejas: cómo mejorar drásticamente la salud infantil con mínimas inversiones

Otro campo importante de investigación de los galardonados ha sido la salud infantil, y en concreto, las razones por las que muchas familias pobres descuidan intervenciones básicas como la vacunación o desparasitación, cuyo impacto positivo es brutal. En la mayoría de los casos no se debía a una falta de acceso a estos tratamientos, sino sencillamente a la falta de incentivos adecuados.

Los resultados empíricos demostraron que las familias pobres eran más sensibles al precio de lo que se estimaba. En un estudio en Kenia, Kremer comparó escuelas donde se ofrecía gratis un tratamiento contra los parásitos intestinales con otras donde el tratamiento tenía un precio simbólico y totalmente asequible para las familias afectadas (0,40 dólares). En las primeras, el 75% de las familias decidió tratar a sus hijos, en las segundas tan solo el 18%. Es decir, en estos casos subvencionar medicinas básicas por completo es dramáticamente más efectivo que hacerlo casi por completo.

Imagen: Efecto de las campañas móviles de vacunación (Johan Jarnestad / Real Academia Sueca de las Ciencias)

Banerjee y Duflo realizaron experimentos similares con vacunas. Descubrieron que los programas de vacunación móviles no solo eran más baratos, sino mucho más efectivos que los centros de vacunación fijos. Aparte del absentismo laboral en los centros fijos, había otro problema: los padres tendían a posponer la decisión de vacunar a los hijos y al final muchos acababan por no hacerlo, mientras que las campañas móviles les forzaban a tomar una decisión con un horizonte temporal limitado (Banerjee y Duflo continuaron esta vía de investigación para demostrar que los subsidios con caducidad eran mucho más efectivos que los permanentes). Adicionalmente, algunas de las unidades móviles de vacunación ofrecían un incentivo simbólico (una bolsa de lentejas) por cada niño vacunado. Algo tan sencillo y barato hacía disparar la tasa de vacunación al 31% (frente al 18% de las unidades móviles sin incentivos y solo el 6% de los centros fijos), reduciendo así el coste unitario de cada vacuna.

En definitiva, Banerjee, Duflo y Kremer han demostrado con su trabajo que el concepto genérico de ‘pobreza’ se puede descomponer en problemas menores sobre los que se puedan realizar y medir experimentos empíricos, gracias a los cuales pequeñas intervenciones pueden tener impactos dramáticamente positivos en las comunidades más pobres.