Cineteca Nacional. Foto: N22

Por N22/Julio López

Durante 46 años la Cineteca Nacional ha cumplido cabalmente su función de ser un promotor de la cultura fílmica nacional e internacional. El 17 de enero de 1974 abrió por primera vez sus puertas al público. Originalmente se encontraba en la esquina de Tlalpan y Río Churubusco, y sólo contaba con dos salas, El salón rojo y la Sala Fernando de Fuentes.

En la inauguración se proyectó la película El compadre Mendoza, de 1933, de esta manera la Cineteca cumplía con otra de sus misiones: preservar la memoria fílmica nacional.



El 1977 se vuelve de parte de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos y ese mismo año organiza por primera vez la Muestra Internacional de Cine, que a la postre se convertiría en uno de los eventos fílmicos más importantes del país. Prácticamente se han proyectado las películas de todos los grandes maestros del cine internacional.

 

El 24 de marzo de 1982, la Cineteca Nacional se incendió. Existen muchas teorías, se habló de un corto circuito y también se dijo que el fuego inició en el restaurante, sin embargo, una de las más radicales sugiere que el siniestro fue provocado. Lo que se buscaba era desaparecer los rollos que se habían filmado sobre la matanza en Tlatelolco del 2 de octubre. Todo apuntaba a que la orden la había dado Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente José López Portillo.

Desde el 27 de enero de 1984 la Cineteca Nacional ocupa la sede que todos conocemos, también conocida como la Plaza de los compositores, un lugar que se ha convertido en refugio natural para el cine nacional, donde se proyectan las más arriesgadas propuestas, un sitio que ahora cuenta con diez salas de proyección, un foro al aire libre, una sala de exposiciones, un centro de restauración de películas, una videoteca, un centro de investigación, restaurantes, cafés, librerías  pero sobre todo un público asistente que se la ha apropiado. Tan sólo en 2018 más de un millón 400 mil personas asistieron a este recinto.