España, que también se prepara para el desconfinamiento, es uno de los países más afectados por el coronavirus, con más de 26.000 muertes. Las cifras de desempleo se están disparando. En las ciudades obreras del sur de Madrid, una reserva de mano de obra barata y de trabajadores indocumentados, existe una gran preocupación sanitaria y económica.



Por Véronique Gaymard, enviada especial en el sur de Madrid.

Leganés, un municipio obrero del sur de Madrid, es donde el coronavirus ha golpeado más duramente, entre la población anciana, las casas de retiro y las generaciones más jóvenes afectadas por las crisis económicas, incluida la de 2008.

El Dr. Rafael Rodríguez Rosado es especialista en medicina interna desde hace más de veinte años en el Hospital Severo Ochoa. Nunca antes había experimentado una tal saturación. «El hospital, para que se hagan una idea, tiene unas 350 camas para pacientes ingresados. Hemos estado trabajando durante algunos días para 700 pacientes ingresados. O sea hemos tenido el hospital duplicado. Gente en los pasillos, gente que se traía la colchoneta para poder pasar la noche. Gente que se ahogaba… Teníamos que priorizar, una persona de tal edad contra otra, la cama se la doy al más joven. Es una decisión que para nosotros es espantosa y también para los médicos de cuidados intensivos. Compañeros míos médicos que se echaban a llorar…», cuenta.

Malestar entre el personal médico

En la puerta principal del hospital hay un letrero con una colorida inscripción: «Todo va a estar bien, vamos a salir adelante». Con la salida gradual del confinamiento, el Dr. Rosado está preocupado: «Yo tengo la impresión de que vamos a tener rebrotes, espero que no sean tan grandes. Me parece que nos faltan medidas, como identificar los casos [de Covid-19] con test, pero aquí no se están haciendo como nos gustaría. Al personal del hospital, ahora nos están haciendo los test. A un compañero mío le salieron positivos, y bueno, no lo pasas bien, es un mal rato», explica.

Existe un gran malestar entre los trabajadores de la salud que se sienten maltratados. Muchos tienen contratos precarios, como Vanessa, una enfermera: «No creo que podamos volver a una normalidad como la que teníamos anteriormente. Va a ser una nueva normalidad, y espero que esa nueva normalidad tenga unas mejores condiciones para el personal sanitario y, sobre todo, mejores y más recursos para ofrecer una atención sanitaria de calidad a la población», estima Vanessa.



Fuerte desempleo

Los habitantes ven las próximas etapas del desconfinamiento con muchos temores, sanitarios pero también sociales y económicos.

Las cifras del desempleo se están disparando. En la ciudad de Puente de Vallecas, las colas son cada vez más largas frente a las parroquias que distribuyen comida. Antes de la crisis sanitaria, 300 personas venían cada día. Hoy en día son 900, como Laura, de unos 30 años, que llegó de Bolivia en 2007.

Debido a la cuarentena, ya no tiene trabajo. «No tengo papeles, así que vengo a esta iglesia, nos ayudan. El único ingreso que tengo son 100 euros al mes cocinando para una persona ciega, discapacitada, pero con eso no se puede vivir. Yo tenía otro trabajo limpiando casas, y me quedé sin trabajo», lamenta.

El Estado, las regiones y los municipios intentan ponerse de acuerdo sobre planes para ayudar a las personas desempleadas y a las empresas que tendrán que reiniciar su trabajo, pero la herida es profunda y aquí, la gente tiene miedo de las cifras reales del desempleo.