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Por: N22

El 20 de julio de 1923, el General Francisco Villa fue asesinado en la ciudad de Parral, Chihuahua. Meses antes, entre marzo y abril de ese mismo año, un grupo de ciudadanos destacados de Parral buscó a un personaje de nombre Melitón Lozoya para formar una escuadra de pistoleros con el objetivo de matar a Villa.

Los excesos en la guerra a los que en ocasiones había recurrido el “Centauro del Norte” ocasionaron que tuviera muchos enemigos (no solo en la política) que buscaran la manera de cómo vengarse.

El 19 de julio, el grupo de pistoleros llegó a Parral en el conocimiento de que Villa estaría en la ciudad. Se refugiaron en una casa ubicada estratégicamente, ya que para ese momento conocían la ruta que tomaría Villa al salir de la ciudad.

Francisco Villa, que se encontraba en Parral atendiendo trámites de su testamento (el cual nunca terminó), había ido también a recoger el dinero del banco para pagar la raya de su hacienda de Canutillo, entre otros asuntos administrativos.

Eran las 07:50 de la mañana de ese 20 de julio, Villa tomó el volante del Dodge Brothers, en ese momento un cochero se le acercó y le dijo: «No se vaya, jefe, que lo van a matar». A lo que Vila contestó: «Esas son habladas».

En ese momento Villa junto con su escolta y acompañantes iniciaron el recorrido que los sacaría de Parral en dirección a su hacienda de Canutillo, incorporándose a la calle de Gabino Barrera.

Al mismo tiempo los gatilleros ocultos en la casa de seguridad abrieron las ventanas y puertas de los cuartos y apuntaron los fusiles. Los primeros disparos destrozaron el parabrisas del automóvil y acribillaron a Villa, quien instintivamente había intentado sacar su revólver.

Recibió 12 impactos que le destrozaron los pulmones y el corazón. En una fotografía que ha pasado a la historia por registrar la escena del asesinato se puede apreciar el cuerpo de Trillo, su asistente, que también intentó sacar su pistola y por las heridas recibidas, hizo un extraño arco y quedó con el cuerpo colgado de la ventanilla del coche.

El auto se detuvo al chocar con un poste de telégrafos, quedando a la mitad de la calle. Se habían disparado 150 tiros. Los asesinos con toda tranquilidad salieron de la casa, sabían de antemano que no corrían peligro y que la policía no les molestaría.

El gobierno de Álvaro Obregón  prometió una investigación, pero esta nunca se realizó, lo que hace pensar en otro de los móviles del asesinato.

Varios años después, en febrero de 1926, se dio la noticia de que la tumba de Villa había sido profanada y al cadáver le fue cercenada la cabeza. En el imaginario colectivo se corrió el rumor que los responsables habían sido los norteamericanos que no salían de su asombro de cuando Villa invadió Columbus en 1916.

Otra versión indica que fue el coronel Francisco Durazo, jefe de la guarnición de Parral, quien leyó en un panfleto que se ofrecían cincuenta mil dólares por la cabeza de Villa, y debido a su escaza cultura se lo tomó de manera literal, por lo  que ordenó a sus hombres profanar la tumba y extraer la cabeza del Centauro del Norte.

Años después, el resto del cadáver fue depositado en el Monumento a la Revolución.

Si deseas conocer más sobre el acontecimiento puedes consultar los libros: Pancho Villa, una biografía narrativa (Paco Ignacio Taibo II) y Muertes Históricas (José Manuel Villalpando y Alejandro Rosas).