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28 de febrero de 2013

Nada más sagrado que el derecho de expresión y manifestación. Pero la Ciudad de Oaxaca en los últimos días no ha sido escenario para el ejercicio de esos derechos, sino por el contrario del chantaje, la ignorancia, el gusto por la revuelta, el resultado de una inercia que ha formado hombres y mujeres que saben vivir del conflicto más que del trabajo.

En efecto, los bloqueos y manifestaciones a toda hora en la ciudad, son apenas el síntoma de una ciudadanía que sufre varios males. Por un lado, la apatía, la falta de motivación social, el desgano.

Por el otro, que una buena parte de ciudadanos se presta, a veces por necesidad y otras por falta de instrucción, a seguir el juego a ciertos líderes ‘sociales’ a cambio de la dávida, el dinero fácil, o ya de plano por diversión. Esos hombres y mujeres de Oaxaca (oaxaqueños como nosotros) no se dan cuenta que son víctimas y victimarios al mismo tiempo.

Victimarios por las razones evidentes. Pero víctimas porque es necesario que lo sepan: el hambre de hoy es la miseria de mañana si no mejor ocupan su tiempo y capacidad en otros menesteres. Son víctimas de sí mismos porque están predeterminando el dudoso futuro de sus hijos y de sus familias.

Por otro lado, están los líderes. Líderes además que todo mundo dice conocer pero que al mismo tiempo nadie conoce; no le rinden cuentas a nadie, su poder es omnímodo y viven en completa impunidad. Personas que se dan el lujo de afectar a todos los demás sin responder por nada, ni siquiera por su nombre.

La referencia a cierta lideresa de mala suerte es involuntaria. Y lo es, porque al menos aquella lideresa tiene nombre y apellido.

Pero en el caso de los líderes de Oaxaca, los ciudadanos ni siquiera sabemos cuáles son sus nombres, imágenes, forma de vida, calle donde de viven, cuentas bancarias. Actúan en completa opacidad y en completo anonimato.

Ha llegado el momento de exhibir quiénes son esos líderes, cuáles sus intereses, los miembros de esos membretes espectaculares que presiden y que vemos inflamados inclusive en los muros del centro histórico.

Alguien puede decir que esta publicidad sólo le daría alas a ciertos personajes que buscan fama.

Se equivocan. Nada mejor que un nombre y la transparencia, la identidad, para desmontar ciertos temores, fantasmas, para sacar de la oscuridad las amenazas.

Así es. Hay que sacar de la oscuridad a quienes inclusive presumen su actitud beligerante. Ayer mismo, en redes sociales, ciertos líderes apuntaban que una u otra organización ahora sí «habían mostrado músculo», demostrado «su capacidad de movilización», la «tropa en pleno».

Es natural. La opacidad, el bajo nivel educativo en nuestra sociedad, la impunidad y la poca firmeza y ausencia de proyecto de gobierno, provocan que al paso de los años se conformen ideas y creencias equivocadas. Creer por ejemplo que la invasión y destrucción de las calles y la valentonería son lo correcto.

¿Cómo comenzar a cambiar esas ideas? Exhibiendo a quienes lo provocan, explicando que hay actitudes impermisibles, que hay reglas que deben cumplirse y hacerse cumplir.

 

Foto: Phyveln, Algunos derechos reservados.