Por: Adrián Ortiz Romero

+ Movimiento Ciudadano: diez personas, por “representación”

El Partido de la Revolución Democrática en Oaxaca encarece hoy la posibilidad de un acuerdo para una nueva coalición electoral, porque ya se asume como la primera fuerza electoral de Oaxaca. Eso es lo que los mueve no sólo a elevar la expectativa sobre los comicios estatales de 2013, sino que también es lo que parece permitirles la posibilidad de coronar sus inmoralidades exigiendo que el gobierno estatal castigue… a quienes no hicieron otra cosa sino trabajar para beneficiarlos a ellos. Los resultados de la elección federal sólo dan cuenta de eso.

En efecto, en días pasados connotados representantes del PRD han expresado la exigencia de que el gobierno estatal castigue enérgicamente a todos aquellos que han lucrado con programas públicos para obtener beneficios electorales. Eso lo han dicho ante los claros indicios de que militantes o simpatizantes de ese partido, como el senador Benjamín Robles Montoya, estén utilizando recursos del Estado para promover sus imágenes y para tratar de construir una candidatura al Gobierno del Estado para los años venideros. Pareciera que, ante eso, el PRD tiene suficiente calidad moral y fuerza política para exigir castigo, cuando en realidad lo que están haciendo es evadir, a la vista de todos, la responsabilidad que tienen en acciones de ese tipo. Veamos si no.

Históricamente, el PRD en Oaxaca había sido una fuerza meramente representativa, y en la mayoría de los momentos había sido un partido político incluso testimonial, porque no alcanzaba a ganar un solo espacio en el Poder Legislativo del Estado, y porque prácticamente no existían posibilidades de que, en elecciones federales, figuraran más allá de los representantes de sus tribus que llegaban a las cámaras legislativas a través de los cargos obtenidos por la vía de la representación proporcional.

La historia del perredismo en Oaxaca cambió hace pocos años, cuando a raíz del conflicto magisterial y popular del 2006 llegaron a tener una representación inusitada, incluso para ellos mismos, en las cámaras federales. Como hasta entonces el perredismo local tenía una presencia poco más que discreta en los comicios, decidieron únicamente hacer postulaciones para que llenaran el requisito de que ninguno de los distritos electorales se quedara sin representación ni candidatos. El problema, para ellos, fueron nada menos que los resultados electorales.

En 2006 el PRD local ganó 9 de los 11 distritos electorales, sin estar preparados para ello. Habían postulado a un conjunto de personas que no sólo eran desconocidas en las regiones por las que fueron postulados, sino que también tenían nulo arraigo y conocimiento de los problemas que habrían de defender ante el Poder Legislativo y los Poderes Federales.

Por esa razón, en aquella ocasión el perredismo desperdició la oportunidad de hacerse de buen arraigo en la mayoría del territorio estatal, producto del desconocimiento total de los asuntos legislativos y de la improvisación de sus candidatos. Llegaron, incluso, en el caso de quien fue diputada por el Distrito 03 de Huajuapan de León, que la candidatura fue asignada, literalmente, a quien quiso recibirla; pero sin que mediara en ello un conocimiento de quién posiblemente los representaría ante los poderes federales y de las capacidades que podría tener para esos efectos.

Por eso, en los siguientes comicios —y “ayudados” por el priismo, que con el despliegue de todo el potencial de su maquinaria bien aceitada con recursos del Estado— perdieron todos los espacios que habían ganado, y quedaron nuevamente como una fuerza testimonial que no tenía la menor posibilidad de hacer algo para que remontara en fuerza como partido político con representación genuina en la entidad.

GOLPE DE SUERTE

En los años siguientes, el PRD se subió a una aventura electoral por una cuestión irremediable. El ahora gobernador Gabino Cué Monteagudo había pasado seis años haciendo campaña en la entidad, y de la mano de Andrés Manuel López Obrador había visitado la totalidad de los municipios de la entidad, palpando todas las necesidades sociales y abrevando el conocimiento político que era necesario para desarrollar una campaña de gran calado. Contrario a lo que siempre ocurre, el candidato buscó a los partidos; y en el caso de Oaxaca —que el PAN, PRD y las demás fuerzas de izquierda eran meramente testimoniales— a todas las fuerzas de oposición no les quedó de otra más que involucrarse en esta empresa política en la entidad.

A eso les ayudó el propio López Obrador. Éste, estando identificado plenamente con el perredismo —a pesar de sus últimos esfuerzos por ubicarse en el Partido del Trabajo o Movimiento Ciudadano—, impulsó claramente a Cué como abanderado. Por eso, y por la propia fuerza y arraigo que había construido en la entidad, ganó holgadamente los comicios de 2010 y desde entonces se asumió como parte de las fuerzas de izquierda. Eso le cayó como aire fresco al PRD, que buscaba afianzar la presencia que había construido a la sombra de Cué.

En 2012 la puja final fue entre el PRI y el PRD en el ámbito nacional. Como el priismo es fuerza opositora en la entidad, el gobierno estatal decidió apostar todas sus posibilidades a la única fuerza con la que tenía presencia real. Por eso, hubo disposiciones expresas para que se apoyara a las fuerzas perredistas para que transitaran en lo que les hacía falta y evitaran que cualquier otra fuerza hiciera presencia. Por eso, en esta ocasión, como nunca había ocurrido, el perredismo ganó 10 de las 11 diputaciones federales y, de nuevo, las dos senadurías de mayoría relativa.

Eso hoy no lo ven los perredistas, que sin ningún pudor “exigen” castigo a quienes han no han hecho otra cosa que ayudarlos a situarse en la posición en que se encuentran. Por eso, en sus triunfos artificiales, el perredismo ya se siente con la calidad suficiente como para exigir castigo respecto de lo que, a la vista de todos, les ha beneficiado. Por eso no hace falta sino que cambien los tiempos para que el perredismo regrese a la posición en la que verdaderamente debía encontrarse, y deje de soñar con posiciones que realmente no merece.

MC: ANARQUÍA

En el Partido Movimiento Ciudadano diez personas crean conflicto a una dirigencia deslegitimada, cuestionada y confrontada con todos los grupos. La diputada Margarita García debería demostrar que tiene afanes reales de rescatar a su partido. Sólo así daría cuenta de que es algo mejor que el impresentable Saúl Díaz Bautista.