eloriente.net / Fernando Escárcega

16 de diciembre de 2012

Por: Fernando Escárcega Vélez

 No resultó complicado el proceso que la Unesco llevó a cabo para declarar al mariachi como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en virtud de que las evidencias están a la vista de todos. El mariachi, como elemento cultural cumplió sobradamente todos los requisitos.

Sin duda alguna, muchas manifestaciones culturales de nuestro país son susceptibles de un reconocimiento similar, y sobre ello deben estar trabajando los gobiernos estatales.

Un problema con cierto grado de complejidad se presenta cuando una determinada manifestación cultural abarca un extenso territorio pero conservando rasgos comunes. Esto sucede precisamente con la marimba, que a juicio de los habitantes de la región sureste de México es un elemento que merece ser reconocido como patrimonio cultural de la humanidad.

Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Campeche son entidades en las que se ejecuta por tradición la marimba, aunque no de manera extensa como en el caso de Chiapas, estado en cuya totalidad territorial la marimba tiene un alto significado de identidad. Desde este punto de vista, Chiapas es el poseedor natural de la patente de la música ejecutada en marimba, lo cual no es suficiente para presentar una propuesta ante la Unesco en busca del reconocimiento como patrimonio cultural. El caso es que, Guatemala, tendría los mismos derechos para promover el mismo elemento cultural.

Bajo el supuesto de que Chiapas y Guatemala emprendieran una solicitud ante la Unesco, enfrentarían, ahora en otras instancias, la añeja disputa por el reconocimiento de origen de la marimba.

A pesar de los argumentos que Chiapas y Guatemala presentaran a su favor, ningún fallo al respecto sería justo, pues es evidente que los conocedores no tendrían dificultad alguna para distinguir la música de marimba de ambos países – me refiero a Chiapas y Guatemala, no a México y Guatemala.

Para los melómanos especializados en la marimba, las diferencias entre ambas formas musicales son muy claras, lo cual llevaría a la posibilidad de considerar a los dos estilos susceptibles, por méritos propios, de obtener este reconocimiento, de manera que se establecieran formalmente términos distintivos como: “marimba chiapaneca” y “marimba guatemalteca”. La discusión se tornaría compleja en el caso de que El Salvador, Nicaragua o Costa Rica argumentaran la paternidad de la marimba, cuestión poco probable pero posible.

Al igual que el mariachi, la marimba ha rebasado las fronteras de su extenso territorio de dominio para ser conocida y reconocida en todo el mundo; pero hay diferencias que anotar: mientras que el mariachi se relaciona con el carácter festivo del mexicano, la marimba suele recorrer el mundo presentándose en salas de concierto, ejecutando programas complejos que incluyen arreglos clásicos de sones y música regional, hasta versiones de primer nivel de los grandes clásicos universales.

Esta es la diferencia que no me haría dudar en reconocer la supremacía cultural de la marimba sobre el mariachi y, a la vez, reconocer que la marimba es un elemento cultural mejor preservado, menos contaminado y en verdad poseedor de una gran historia, que abarca desde la llegada de esclavos negros de África, pasando por la primitiva marimba descubierta en Jiquipilas (Chiapas) en el año 1545, por el encomendero Pedro Gentil de Bustamante, para llegar a un punto culminante cuando Corazón Borraz, en 1896, fabricó en San Bartolomé de los Llanos, actualmente Venustiano Carranza, la marimba moderna, tomando como modelo el teclado del piano, que le permitió al instrumento autóctono la ejecución de la escala cromática, es decir, la totalidad de las doce notas musicales con las que se crea la música occidental contemporánea.

El asunto es, que si se le llegara a dar o no el reconocimiento a la marimba, ella cuenta con más seguidores de corazón, en todo el mundo, que cualquier otra manifestación regional de carácter musical, y eso, ya es suficiente.

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