Por: Adrián Ortiz Romero

+ Todo pasó para que nada cambiara

El operativo policiaco desplegado el 14 de junio de 2006 para intentar desalojar a los profesores de la Sección 22 del SNTE del primer cuadro de la capital oaxaqueña, continúa surtiendo sus efectos siete años después. Entonces, como ahora, el magisterio buscaba razones para continuar su lucha. Sólo que en ese momento el gobierno cometió un error de cálculo que fue trágico no sólo para Oaxaca, sino para el país. El saldo fue no sólo la revuelta magisterial, sino el primer ensayo de lo que pretendían que fuera la primera revolución del siglo XXI.

En efecto, haciendo un ejercicio rápido de memoria —porque tenemos el problema recurrente de olvidar pronto lo que sucede—, debemos preguntarnos qué ocurrió hace siete años. Pues bien, la madrugada del 14 de junio de 2006, y luego de 24 días de plantón en el Centro Histórico de la capital oaxaqueña (porque el paro indefinido de labores había estallado desde el 22 de mayo de ese año), el Gobierno del Estado decidió desalojar a los integrantes de la Sección 22 del SNTE que se encontraban ahí, exigiendo el cumplimiento de una demanda de rezonificación salarial que en sí misma era un callejón sin salida, pues el gobierno estatal no tenía capacidad para otorgarla, y era una de las tantísimas demandas que no tenía ánimo de atender el gobierno federal .

Aquel catorce de junio, luego de varias horas de enfrentamiento, en el que se combinó la mala planeación del operativo con el mal cálculo de a cuántas personas se enfrentarían, los elementos de la entonces Policía Preventiva, se toparon con un bien agrupado y numeroso contingente de profesores, que defendieron los espacios que mantenían ocupados hasta replegarlos por completo.

Así, los 700 elementos dispuestos para la tarea, fueron dispersados por los varios miles de manifestantes con quienes se enfrentaban. Los elementos de la Policía Federal Preventiva que habían sido prometidos por el presidente Vicente Fox al gobernador Ulises Ruiz, nunca llegaron a Oaxaca. Y por eso, al final de la jornada, el gobernador Ruiz ya no sólo enfrentaba la demanda económica de la Sección 22, sino que ya también se le exigía tanto su renuncia como la de varios de sus funcionarios, y el magisterio se hermanaba con otras organizaciones sociales que también se decían agraviadas por el gobierno estatal, para juntas exigir la salida del régimen gobernante.

Fue a partir de entonces, que la Sección 22 inició el proceso de creación de un organismo que aglutinara a todas las organizaciones y grupos ciudadanos que entonces les mostraron simpatía, y estableció un catálogo de demandas cuyo común denominador era la democratización del estado, el arribo de un régimen de gobierno respaldado por la ciudadanía, y la realización de reformas para garantizar que hubiera democracia, fiscalización, rendición de cuentas y transparencia en el ejercicio de los recursos públicos.

Así nació la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, que luego mutó para construir una coalición partidista que enfrentara, en el ámbito electoral, al gobierno de Ruiz Ortiz. Si esa fue la consecuencia inmediata del conflicto magisterial desatado por el desalojo violento, los efectos de mediano plazo se han dejado ver en otras plazas, y en otros procesos electorales, en los que a partir de las enseñanzas del conflicto magisterial de Oaxaca se han querido replicar escenarios como el de ese año.

EL CONFLICTO EN CONTEXTO

Oaxaca en el 2006 pronto se convirtió en el contexto de las inconformidades nacionales. Antes de los hechos ocurridos en la entidad, ya se habían dado otros acontecimientos que habían lastimado a la ciudadanía. Uno de ellos fue el enfrentamiento entre policías y obreros en el caso de la Siderúrgica Sicartsa en Michoacán, y otro, emblemático, fue la acción policiaca ocurrida en San Salvador Atenco, apenas días antes de que se desatara el conflicto en Oaxaca.

Por eso, ese hecho se dio frente a un grupo bien organizado (los maestros oaxaqueños), que a diferencia de los otros grupos, sí supieron responder a las agresiones y tomar acciones políticas para inscribir este conflicto en el escenario nacional. Por eso, cuando el conflicto se desató, de inmediato Oaxaca saltó a la escena nacional como una situación de riesgo. ¿Por qué?

Porque el magisterio nunca estuvo solo en Oaxaca. En realidad, en aquellos momentos el conflicto magisterial se convirtió en una caja de resonancia de la inconformidad postelectoral que se vivía luego de la elección presidencial que apretadamente ganó Felipe Calderón, pero también fue una vía de escape para quienes habían ya decidido no continuar luchando por la vía institucional, prefiriendo la posibilidad de hacer uso de la violencia para tratar de hacer valer sus derechos.

Esa fue la razón quizá por la que el gobierno federal dejó correr el conflicto indefinidamente. Pues entre agosto y octubre quedó claro que una intervención policiaca significaría agregarle elementos a un clima tenso por razones políticas. La orden de la intervención policiaca del gobierno federal para restablecer el orden, finalmente, se dio hasta finales del mes de octubre, cuando la crisis social se recrudeció y cayó muerto un ciudadano norteamericano.

Sin embargo, cuando eso ocurrió, Oaxaca ya era todo un laboratorio de escenarios violentos. Aquí operó la guerrilla, los grupos más radicales del magisterio, las organizaciones de lucha social, y ciudadanos espontáneos que decidieron salir a contribuir con el movimiento. Muchos de esos movimientos fueron los que presenciamos con la apariencia de haber sido estrategias diseñadas sobre la marcha por los profesores y la ciudadanía que apoyaba a los paristas. En realidad, eran acciones milimétricamente diseñadas y ejecutadas por grupos que de espontáneos tenían nada.

Por eso, todo el conjunto de acciones y escenarios fue lo que luego fue tratado de ser visto como la primera revolución del siglo XXI. No fue así, en la misma medida en que la oportunidad del cambio se vio perdida cuando los grupos que integraron el movimiento se partidizaron, y perdieron el norte —y el compromiso— del Oaxaca que describieron a la ciudadanía cuando intentaban justificar la validez de su movimiento.

¿Y LOS CAMBIOS?
El grupo gobernante le arrebató a la APPO y la Sección 22 las banderas del cambio, y lo hizo a su modo. Por eso ahora vale preguntar: ¿dónde están todos aquellos que hablaron de un Oaxaca distinto? ¿Les ganaron la jugada o sus dichos eran simplemente demagogia?