eloriente.net

6/junio/2014

Por: Adrián Ortiz Romero

Relación Oaxaca-federación: 3 lustros inerte

Las consecuencias, pagadas por la ciudadanía

Estamos a muy poco tiempo de que Oaxaca cumpla tres lustros de sostener una relación fría y distante con la federación. El resultado de esa lejanía es palpable en diversos aspectos, comenzando porque hoy en día Oaxaca parece más una ínsula que una entidad integrante de la federación. En esa relación, la alternancia partidista sin madurez política ha sido factor fundamental para la persistencia de esta crisis.

En efecto, si miramos al pasado veremos que Oaxaca ha pagado caro el costo de sus efervescencias políticas. Cuando en el año 2000 se dio la alternancia de partidos en el poder presidencial, nuestra entidad atravesaba por un dominio casi total del priismo. En la decantación del viejo poder presidencial los nuevos depositarios de ese poder fueron los gobernadores. Y en el caso de nuestra entidad, en aquel entonces había un mandatario fuerte que asumía que ejercer el poder era un ejercicio de plenitud que implicaba no ceder oficiosamente frente al adversario.

Los resultados de esa relación, en aquel momento, fueron poco perceptibles. El entonces nuevo presidente de la república (Vicente Fox Quesada) llegó al poder asumiendo una actitud democrática que le sirvió para ganar legitimidad en el primer periodo de su gobierno. Por eso, en el inicio aceptó la tolerancia total frente al disenso y decidió utilizar la sola herramienta de la lejanía para mostrar oposición a sus adversarios. Sólo que después, cuando asumió la parte del poder que disimuló al principio, comenzó una campaña de hostigamiento en contra de las entidades con las que no concordaba. Oaxaca fue una de ellas y entonces, a través de las restricciones presupuestales, comenzó a hacer presión a la entidad.

¿Cuál fue el efecto? Que, en lo inmediato, los poderes de la entidad se vieron obligados a llevar a cabo diversas acciones de reacción frente al gobierno federal, que incluso llegaron a un plantón en la capital del país, en exigencia de recursos. Lo que ocurría no parecía simple, porque entonces la federación no negaba más recursos a la entidad, sino que se resistía a entregar los que ya tenía. Por eso, la batalla de los poderes locales en contra de la federación fue finalmente ganada por los oaxaqueños, con la “salvedad” de que la federación impidió que el presupuesto y la inversión hacia Oaxaca crecieran por voluntad. Los recursos y las obras que se llevaron a cabo fueron producto de desencuentros feroces en los que lo que menos prevalecía era la solidaridad y la simpatía de la federación con nuestra entidad.

Luego, en los tiempos electorales, vino el primer revire fuerte. En los albores de las alianzas partidistas raras en nuestro país, en 2004 se dio en Oaxaca una alianza inexplicable del PAN y el PRD para impulsar a un solo candidato opositor al PRI, y apoyado por todos los factores de poder externos, incluyendo la federación. No pudieron ganar. Pero el nuevo mandatario, Ulises Ruiz, llegó nuevamente cuestionado y generó desde el inicio roces con el Presidente, que seguía siendo Vicente Fox. ¿Qué pasó? Que Fox aparentó tener una relación civilizada con la entidad, que nunca debía ser entendida como una relación de solidaridad. Por eso, cuando todos se enfrentaron al conflicto magisterial del 2006, el gobierno federal decidió dejar aislada a Oaxaca, en su afán por vengarse del entonces gobernador Ruiz y todo lo que éste implicaba.

¿Quién ganó? Nadie. Porque la federación no consiguió la renuncia del gobernador Ruiz. Éste no ganó la posibilidad de arrinconar al más importante poder fáctico de la entidad, que es la Sección 22 del SNTE. El magisterio no consiguió derrocar al gobernador del estado y finalmente la gran perdedora fue la ciudadanía oaxaqueña que vio cómo por un conflicto entre grupos políticos, la ciudad entró en una situación de crisis, y los habitantes –que nada tenían que ver con ese lío– terminaron pagando las consecuencias por esas afrentas.

Relación sin futuro

Después del conflicto magisterial, las veces que el Presidente vino a Oaxaca fueron escasas, y de mala gana. De hecho, el titular del Poder Ejecutivo federal evitó casi por completo venir a la capital oaxaqueña, y en las pocas ocasiones que visitó alguna región del estado lo hizo de la forma más breve y distante posible.

Esa situación tuvo sus efectos en la imposibilidad de la entidad para acceder a mejores condiciones. La federación comenzó, por presión de los representantes oaxaqueños en el Poder Legislativo federal, a etiquetar más recursos para la entidad. Pero, siempre quedó claro que a pesar de lo ofrecido, lo dado no era todo lo posible, y esto siempre estaba enmarcado por la corrupción que la federación nunca se ocupó por combatir, de verdad, en nuestro estado.

Así llegó el 2010. Cuando los partidos a nivel federal estaban perfectamente determinados en sus rutas políticas, en Oaxaca ganó Gabino Cué la gubernatura. Él llegaba gracias al apoyo del PAN, PRD y PT. Sin embargo, éste desde el primer momento se asumió como garante de las fuerzas de izquierda, y entonces el panismo –que estaba en el poder presidencial- se alejó, abriendo una nueva brecha que ya no se cerró. En los comicios federales de 2012, en Oaxaca el perredismo ganó los comicios presidenciales gracias al impulso del gobernador del estado, pero eso no dejó bien parada a la entidad. ¿Por qué?

Porque la izquierda fue lanzada hasta la tercera posición en la importancia y presencia de las fuerzas políticas nacionales. El hecho de que ganara el PRI la presidencia no le abrió margen de negociación alguno porque las cúpulas nacionales de los partidos mayoritarios fueron abordadas directamente por el Presidente, quien logró acuerdos que marginaron a los liderazgos locales. Por eso el capital político del gobierno de Oaxaca no cobró mayor relevancia en las grandes negociaciones nacionales, y por eso no hubo mecanismos a partir de los cuales el Presidente se viera obligado a buscar los consensos locales para una mejor gobernabilidad.

¿Qué sigue?

Es posible que más allá de los triunfalismos, la relación entre Oaxaca y el gobierno federal no se componga sino hasta los resultados de los comicios estatales de 2016. No hay forma clara de saber cómo se compondrá el escenario de la sucesión estatal, pero lo que sí queda claro es que sólo bajo condiciones muy específicas el gobierno federal accederá a construir una relación aceptable con nuestra entidad. Mientras, los ciudadanos seguiremos pagando las consecuencias de esa relación lejana, que está por cumplir tres lustros.

 

Foto: Lucy Nieto

 

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