eloriente.net

2 de octubre de 2017

Indicio Esmeralda

Por: Jarumy Esmeralda Méndez Reyes

Septiembre sorprendió. Los sismos exigieron de todo y de todos estar a la altura de una crisis humanitaria: coordinación, eficiencia y eficacia de los tres niveles de gobierno, principalmente, para dar respuesta inmediata a las necesidades de la emergencia nacional y solidaridad, sensatez…humanidad de todos los mexicanos. También sirvió para evidenciar las fallas de los gobiernos federal, estatales y municipales en algunas de las entidades afectadas por los sismos, para ello basta ver las declaraciones de la Delegada de Tlalpan- Claudia Sheinbaum- respecto a las irregularidades permitidas por funcionarios corruptos que salieron a relucir en el caso del Colegio Rebsamen y que hicieron que la tragedia fuera aún mayor.

Aún con susto y con la sensación constante de que aún tiembla, los mexicanos decidimos seguir adelante, hay un ambiente de tristeza, de duelo, pero también de esperanza, sabemos que algo cambió en México y que no será lo único, que a partir de ahora México no volverá a ser igual.

Comienza la etapa de “reconstrucción” que en términos estrictos consiste, una vez terminada la evaluación y censo de las viviendas afectadas, reparar, demoler y/o levantar viviendas para los millones de damnificados que lo perdieron todo en CDMX, Estado de México, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Morelos y Puebla.

Sin embargo, las circunstancias nos obligan a pensar la reconstrucción más allá de lo estrictamente material. Voluntarios y rescatistas nos mostraron que sus acciones tenían un fuerte contenido simbólico, ahí dónde México estaba minado de mitos, representaciones y símbolos denigrantes y que nos avergonzaban, las cadenas humanas, el brazo izquierdo levantado el puño para pedir silencio, los dos brazos levantados indicando vida entre muchos otros, son símbolos de organización y liderazgo alejados de la forma tradicional, unitaria, autoritaria y vertical en que el liderazgo se entendía en México. Remover los escombros, limpiar la zona, colocar nuevos cimientos y levantar nuevas edificaciones  aplica para México mismo.

La semana pasada, alguien compartió un en su cuenta de Twitter: “El Gobierno tiene daño estructural. Urge demolerlo”. Al leerlo no dude en compartirlo, refleja esa necesidad de cuestionar no sólo el Gobierno conformado por quienes hacen las leyes, quienes las ejecutan y quienes imparten justicia, sino al Estado  Mexicano, tanto a gobierno, territorio y población, desde los conceptos mismos en que se fundó. No es una situación de sexenio, de qué partido esté en el gobierno o quien sea oposición, todos coincidimos en que no hemos logrado que el Estado Mexicano funcione. Las luchas principalmente democráticas han ido a cuenta gotas limpiando y abriendo algunas ventanas y puertas de un edificio viejo, gris, cuadrado, rígido, construido entre guerras con algunos laberintos que parecen no tener salida. Hay muchas razones para demolerlo. Hacerlo o no, querer o no, poder o no es un debate prolongado por años, décadas e incluso siglos. Para demolerlo, necesitamos tener un nuevo diseño y un nuevo plano.

El Estado Mexicano tiene daño estructural, y ese daño estructural está en  el sistema mismo. La reconstrucción de México exige cuestionarnos sobre temas trascendentales en los que descansan las relaciones de poder, por ejemplo,  si vivimos en un centralismo disfrazado de federalismo, en una monarquía disfrazada de república, si el diseño de nuestra Democracia descansa en principios de igualdad, equidad, libertad, si son muchos nuestros Diputados, si el dinero que se destina es ofensivo para que tengamos certeza en la realización de las elecciones, si no podemos participar en la tomas de decisiones gubernamentales, si el financiamiento debe ser público o privado, si somos o no un Estado paternalista, liberal o conservador…tantas cosas que damos por sentadas y que no nos hemos puesto a reflexionar si para el Mexico de esta época resultan funcionales.

Esa es la reconstrucción que ha esperado México. Un nuevo diseño en las relaciones de poder, en el simbolismo mismo de quién tiene el poder. Algo tan olvidado, empolvado y sepultado como letra muerta en nuestro artículo 39 Constitucional: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

La sociedad civil demostró su capacidad para cubrir sus propias necesidades, y que ahí, dónde los espacios no son suficientes para converger sociedad y gobierno, la misma sociedad los crea: comités vecinales, asociaciones civiles, grupos de trabajo académico, es claro que desde ahí debe darse esta reconstrucción ideológica de México.

En el próximo proceso electoral, más que antes los millenials queremos escuchar, cuestionar y aportar no solo propuestas, sino un proyecto de nación. No queremos un cambió de color en el edificio, sí un cambio de fondo…desde los cimientos.

 

@jarumymendez

BANDERA ISTMO

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