Mercado Semanal del zócalo a finales del siglo XIX Fotografía perteneciente al Archivo Luis Castañeda Guzmán extraída de Danivia Calderón ,"Un recorrido de la historia del Zócalo (segunda parte)", La gaceta del instituto del Patrimonio Cultural , INPAC, núm 2, julio-septiembre,2005,p5.

Por Noelia Ávila Delgado
A través de redalyc

Resumen: En este trabajo se analiza uno de los agentes que ha participado de manera protagónica en la actualización de las funciones económicas del centro histórico de Oaxaca: el denominado comercio informal o ambulante. Desde el enfoque geográfico-relacional de la teoría de las geometrías del poder de Doreen Massey, se muestra que la trama de interacciones generadas en su entorno está mediada por una multiplicidad de formas de apropiación que configuran este espacio como un escenario de conflictos y exclusión. La conclusión se orienta a demostrar que dichas apropiaciones igualmente lo dotan de una gran vitalidad, poniéndolo en movimiento como un proceso complejo, dinámico y relacional.

introducción

En América Latina, los espacios urbanos centrales –hoy centros históricos– han concentrado durante siglos la diversidad de expresiones arquitectónicas, artísticas y culturales que cada sociedad produjo a lo largo de su historia. Asimismo, son utilizados de manera cotidiana por los pobladores locales como los lugares privilegiados para la recreación, el descanso o el paseo, configurándose como los sitios predilectos para el encuentro y la convivencia social. Más allá de estos usos tradicionales, también ahí se han concentrado las principales funciones y de servicios de la ciudad, destacando entre otras la administración y confluencia de los espacios que conjugan los tres poderes fundamentales de la sociedad: el religioso, el político y el comercial. Este último atributo es heredado a los centros históricos desde su fundación en el periodo colonial, de modo que a pesar de sus transformaciones, su labor como espacios de reproducción económica, centros de consumo o intercambio mercantil ha logrado extenderse hasta el presente manteniendo fuertes vínculos y continuidades con la sociedad actual.

En el ámbito contemporáneo, uno de los agentes que ha participado de manera protagónica en la actualización de dichas funciones ha sido el de-nominado comercio informal o ambulante. Como señala Caroline Stamm, la dimensión informal del comercio popular mantiene un paralelismo difícil de disociar de la definición del “comercio ambulante”, el cual se refiere estric-tamente a “las actividades de venta en el espacio público por medio de un puesto fijo, semifijo, móvil o sin puesto”. 1 En este sentido, aclaro que en este trabajo utilizo el término “comercio ambulante”, ponderando el criterio de que es la forma más común o generalizada con que se identifica a los trabajadores que ejercen el comercio en las calles o espacios públicos de las ciudades.



En el plano empírico, las referencias serán recuperadas de la observación del centro histórico de Oaxaca (ubicado al sur de México), espacio urbano caracterizado por un enorme dinamismo, resultado a su vez de una multiplicidad de agentes y usos que participan de procesos muchas veces conflictivos y antagónicos, entre los cuales actualmente destacan los generados por la pre-sencia –a veces masiva– de los comerciantes ambulantes. 2

Para la exposición de los temas, me apoyaré en una serie de postulados básicos desarrollados a partir del enfoque relacional propuesto por la geógrafa inglesa Doreen Massey en su teoría de las geometrías del poder (1993, 2005), así como en la secuencia metodológica diferencias-escalas-relaciones formulada por la también geógrafa Blanca Ramírez. 3 El primer postulado se refiere a la necesidad de reconocer que el carácter complejo y multidimensional que caracteriza al centro histórico de Oaxaca demanda ir más allá de las visiones tradicionales –patrimonialistas, monumentalistas, conservacionistas–, ubicando en principio a los distintos agentes sociales y políticos que actualmente participan en su producción, entre otros: los gobiernos en sus distintos órdenes (local y federal), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), pero también los sectores populares, la protesta y el comercio ambulante (sólo por mencionar a los más significativos); esto con miras a observar sus especificidades, es decir, sus diferencias.

En un segundo momento es preciso identificar sus intereses particulares y la forma como se insertan en las distintas posiciones o escalas del espacio –de lo local a lo global–, considerando que en el centro histórico de Oaxaca se combinan todo el tiempo escalas múltiples. Finalmente, es necesario ubicar el tipo de relaciones o interrelaciones que se desarrollan entre los distintos agentes mencionados, las cuales comúnmente se adhieren al ámbito de la disputa o el conflicto,

aunque en su multiplicidad las puede haber también de inclusión o complementariedad, dependiendo de los agentes y procesos que se trate.

Con el esquema anterior intento seguir la secuencia metodológica de Ramírez –diferencias-escalas-relaciones–, para quien esta nueva forma de concebir los procesos o los agentes espacializados implica necesariamente: 1) el reconocimiento de las diferencias; 2) de las ubicaciones diversas de los agentes-procesos diferenciales en jerarquías o escalas, y 3) el reconocimiento de que dichas escalas, posiciones o capas jerarquizadas se traslapan nuevamente a partir de las relaciones que las incluyen y vinculan. 4 Al respecto es preciso anotar que la propuesta de Ramírez se nutre en buena medida de los planteamientos de Massey (entre otros autores), para lo cual recupera tres de los postulados esenciales que articulan su teoría de las geometrías del poder: 1) el espacio es producto de interrelaciones, se constituye a partir de interacciones, desde lo inmenso de lo global hasta lo infinito de la intimidad; 2) el espacio es la esfera de posibilidad de la existencia de la multiplicidad, es la esfera en la que coexisten distintas trayectorias, lo que hace posible la existencia de más de una voz; y 3) precisamente porque el espacio es producto de las relaciones que están necesariamente implícitas en las prácticas materiales que deben realizarse, siempre está abierto y en proceso de formación, en devenir, nunca acabado, nunca cerrado. 5

Una de las implicaciones más relevantes de esta provocativa teoría es que reconoce abiertamente el carácter político del espacio en tanto lo concibe como la esfera de posibilidad de existencia de la multiplicidad: “sin multiplicidad no hay espacio, la multiplicidad y el espacio son co-constitutivos”. 6 De igual modo, Massey revela con claridad la condición del espacio como un sistema abierto, es decir, como un proceso incompleto y en constante transformación, por lo cual, tiempo y espacio no pueden nunca disociarse. 7 Otro de sus aportes es que nos permite dimensionar al espacio a partir de una perspectiva de conflicto, pues si la propuesta es que el espacio debe ser reconocido como la esfera del encuentro –o desencuentro– de las múltiples trayectorias que ahí coexisten, es lógico pensar que éstas en algún momento logren influirse y como efecto entren en conflicto. Para la autora, estos conflictos se derivan necesariamente de las interacciones y las complejidades, de los entrecruzamientos y las desconexiones, situación que corrobora, por otro lado, el carácter relacional y abierto del espacio. 8

Tomando como base estas ideas, planteo como hipótesis central que el centro histórico de Oaxaca puede ser pensado como el resultado de una “simultaneidad dinámica y abierta, producto de interrelaciones donde actualmente coexisten diferentes trayectorias”, entre las que sugiero, las de los comerciantes ambulantes ocupan un lugar central en el presente. Al final podré mostrar que la trama de interacciones generadas en su entorno está mediada por una multiplicidad de formas diferenciadas de apropiación, las cuales se entrecruzan de manera permanente con las trayectorias de los otros-distintos agentes con quienes se disputan los mismos espacios. Esta dinámica constituye al centro histórico de Oaxaca como un escenario de conflictos y exclusión, pero también de redes de relaciones o de alianzas establecidas en este caso con quienes, como ellos, se ven en la necesidad de defender los espacios apropiados.

 

Oaxaca, ciudad-mercado: antecedentes de una práctica histórica

Considerando que el origen del centro histórico de Oaxaca es la ciudad misma, no debe extrañarnos la alta concentración económica y comercial que ahí se localiza y que se manifiesta como resultado de un conjunto de relaciones históricas que lo han mantenido por siglos como el principal centro de consumo e intercambio comercial de la región. Desde la fundación de la ciudad de Antequera (hoy Oaxaca) en 1532, su función ha sido la de servir como punto de encuentro para la provisión y comercialización de los productos locales, pero también para la introducción de otros provenientes de las distintas regiones del país y del mundo destinados a las comunidades circundantes.

Un aspecto estructural y básico de este sistema económico regional es la relación funcional que existe entre los distintos municipios que conforman la región de los Valles Centrales, y que ha dependido de un complejo sistema rotativo de mercados con tianguis semanales en las diferentes poblaciones y en distintos días de la semana. Al respecto, Molina y Campos explican que en la actualidad este sistema pervive casi intacto y se organiza en función de una periodización semanal que muestra cierta jerarquía y cuya trascendencia es que “son centros de intercambio cultural, socialización y reproducción social […] una de las más importantes expresiones de la pluralidad cultural, étnica y lingüística de la región”. 9

En este sistema, la ciudad de Oaxaca ha mantenido durante siglos un papel destacado al servir como la ciudad-mercado central, pues como señalan Murphy y Stepick: “desde su fundación en la ciudad capital el mercado fue instalado en la plaza mayor que cada sábado se llenaba de indígenas que venían de los pueblos cercanos a vender sus productos”. 10 De acuerdo con los autores, aún en la década de 1970 el mercado semanal de la ciudad de Oaxaca permanecía como el tianguis campesino más grande e importante de México:

Hasta mediados de la década de 1970, el mercado de la ciudad estaba situado a sólo una cuadra de distancia del Zócalo y ocupaba las calles adyacentes. Cada sábado las calles de la ciudad se llenaban de actividad y colorido con los vestidos tradicionales y el uso de los idiomas indígenas provenientes de los valles de otras partes; ahí se reunían para distribuir sus productos a los turistas, intermediarios y a otros comerciantes. Los vendedores comenzaban a llegar desde el viernes y trabajaban toda la noche arreglando los puestos y las mercancías, el sábado muy de mañana el lugar estaba lleno de colores y sonidos […] Las calles eran cerradas al tráfico vehicular y entre los puestos se formaban estrechos pasillos. 11

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Ávila Delgado, Noelia (2018). Dinámicas del comercio ambulante en el centro histórico de Oaxaca . <i xmlns=»http://www.w3.org/1999/xhtml»>Política y Cultura, </i>(49), undefined-undefined. [fecha de Consulta 5 de Septiembre de 2019]. ISSN: 0188-7742. Disponible en: <a xmlns=»http://www.w3.org/1999/xhtml» target=»_blank» href=» http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=267/26757651002″> http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=267/26757651002</a>