Indicio Esmeralda
Por: Jarumy Méndez
Japón 2020
Iniciaron los juegos olímpicos en medio de esta pandemia que el mundo acogió entre los extremos del sentimiento, del pánico hasta el desdén; una pandemia que en altibajos con picos de contagios y muertes nos mueve constantemente entre la nostalgia del pasado y la ansiedad del futuro. Como un presagio idílico de que el mundo sería otro a partir de 2020, los juegos olímpicos tocaron a un país históricamente estoico y ejemplo de regeneración social.
El mundo se preguntó, después de Hiroshima y Nagasaki ¿Cómo Japón superó el dolor y las consecuencias del ataque y se convirtió en el gigante económico y tecnológico que siempre busca ir hacia adelante?.
La complejidad cultural, política y económica en que se desarrolla la vida nipona cargada siempre de un fuerte componente nacionalista representa un reto aspiracional para naciones que desde fuera vemos su avance, mientras nuestras naciones se convulsionan internamente sin lograr esa unidad nacional.
Estos juegos olímpicos están llenos de simbolismos y contrastes que no podemos dejar pasar, pues el mundo será otro a partir de la post pandemia. Si de por sí, los juegos olímpicos representan una de las máximas expresiones de la voluntad y espíritu humano y, además, se piensa que al igual que la educación, el deporte y sus deportistas son el reflejo de sus naciones, llegar a Tokio 2020 en 2021 pone énfasis en diversos puntos y es un llamado a la humanidad.
El primero de ellos, se encuentra en la capacidad tanto pública como individual de resiliencia. Enfrentar la duda e incertidumbre de posponer, cancelar o no cancelar la justa olímpica puso a prueba la capacidad de decidir del gobierno japonés y seguramente la capacidad mental de todas y todos los competidores. La política de tolerancia cero frente al COVID-19 que mantiene Japón evidencia una serie de protocolos y decisiones drásticas como mantener todas las justas a puerta cerrada y sin aforo, lo que contrasta claramente con diversas políticas europeas que traen a nuestra mente, por ejemplo, el estadio de Wembley casi lleno en la final de la pasada Eurocopa.
En un país con un fuerte sentido del deber y compromiso, de la reputación personal y familiar y el dilema de la virtud ligada al sentimiento nacional, se da la sanción más severa que el Comité Olímpico Internacional y la Agencia Mundial Antidopaje haya impuesto hasta ahora al determinar que los deportistas rusos no podrán usar la bandera y el himno nacional en sus participaciones en Tokio 2020; se asegura que la evidencia mostró que el gobierno ruso altero los datos de un laboratorio de Moscú que habían sido sellados previamente por las fuerzas de seguridad y cientos de casos potenciales de dopaje fueron eliminados e intercambiados por evidencia falsa.
Tokio es finalmente, la puerta hacia el futuro. Materializar el mundo supersónico o futurista que tan cerca nos hemos sentido con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información, pero que queda en deuda ante la disparidad e inequidad mundial.
Lejos de las expectativas de una inauguración rimbombante, la ceremonia de Tokio 2020, además de emotiva estuvo cargada de fuertes simbolismos políticos y culturales de la propuesta que el país ha trabajado para presentar el mundo y es la apuesta hacía el transito a la “sociedad 5.0”. Este concepto, busca poner a la persona en el centro de las transformaciones tecnológicas, el desarrollo de una sociedad superinteligente con el desarrollo de inteligencia artificial al servicio de las personas.
Parecía que Japón tenía que ofrecer al mundo robots, luces y tecnología, pero nos da muestra de ir más allá de lo aparente, para mostrarnos que todas sus propuestas tienen cimientos ideológicos y principios éticos que sostienen sus propuestas. Esa es la más radical premisa sobre la que descansa la sociedad 5.0: busca garantizar una pluralidad de estilos de vida, pero con criterios profundos en la formar de entender el mundo, por ejemplo, el cambio de ser una sociedad “eficiente” por una que “crea valor”, suprimir la individualidad por la colectividad, la disparidad e inequidad por el principio de “no dejar a nadie atrás” (alineado con la agenda 2030), la idea de liberar a la sociedad de la ansiedad y de considerar los principios medioambientales.
La idea de la tecnología al servicio de la sociedad puso en el centro de la ceremonia de la inauguración la participación de niñas y niños y de médicos que integraron la cadena hacia el encendido del pebetero olímpico para que fuera la tenista Naomi Osaka, una mujer joven de color quien tuviera en sus manos el encendido de este fuego, presagio simbólico de una nueva sociedad.
Los juegos olímpicos 2020, pasarán a la historia también como los más ecológicos, la apuesta del tránsito hacia una sociedad 5.0 requiere del cambio de la dinámica económica hacia un modelo circular, donde el desperdicio no existe. Los japoneses lo llevaron a la práctica en diversas metas y detalles: medallas con materiales reciclados de dispositivos tecnológicos, 24.5 toneladas de plástico recicladas para elaborar los podios, uniformes del cuerpo técnico y auxiliar con materiales reciclados, disminución de la huella ecológica de carbono a través del uso de energías renovables en instalaciones y alcanzar más del 60% del transporte eléctrico, entre muchas otras cosas.
En medio de esta pandemia, los juegos olímpicos Tokio 2020 nos devuelven la esperanza, en su también arraigada cultura nipona de la reciprocidad en el dar y recibir, Japón elige “imagine” de John Lennon y nos dice “espero que algún día te unas a nosotros …Y el mundo será uno solo”
@jarumymendez
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