Por: Juan Pablo Vasconcelos

La salida fácil de descalificar las manifestaciones y organizaciones sociales, demuestra que buen parte de nuestra sociedad se encuentra en predisposición en contra de dichos movimientos. Seguramente le vienen a la memoria, no sin razón, las barricadas del 2006, los días que terminaban a las seis de la tarde debido al toque de queda de facto que entonces se vivía, las consecuencias económicas que aún hoy muchos no terminan de pagar, como carreras y negocios truncos debido a la violencia e incertidumbre provocadas.

Pero ese recuerdo y aquel contexto, no debe nublar el juicio y nuestra capacidad crítica. No todos los movimientos sociales ni el ejercicio de la libertad de manifestación pueden estar sujetos a los excesos del pasado.

Es aconsejable algo de cautela al momento de disponer una posición con respecto a las expresiones de ciudadanos y organizaciones entorno a determinada circunstancia o demanda. Cautela para enjuiciar a priori, cautela para cancelarles y, por ende, cancelarnos al resto en el futuro el derecho a inconformarse y a exigir legítimamente ciertas reivindicaciones.

Por el título de la columna, a estas alturas alguien pensará que ahora escribo a favor de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) que a últimas fechas anunció su reconformación. Aclaro que no escribo en ese sentido. Pero también aclaro que no lo hago en ningún otro. Tampoco en contra.

Escribo, porque a cada intento por ejercer la libertad de expresión, no solamente de este grupo sino de cualquier otro, los ciudadanos debemos tener suficiente cautela para no equivocarnos ni en ánimo ni en actuación, sino por el contrario, ejercer con madurez nuestra capacidad de análisis y voluntad por entendernos.

Tanto se equivoca quien ejerce con violencia su libertad a manifestarse, como quien enceguece su criterio con prejuicios y, por lo tanto, se declara a favor de un silencio irracional.

No digo que sea el caso, porque no conozco las entrañas de sus motivaciones ni su organización, pero la APPO existe entre otras razones porque las condiciones en Oaxaca están dadas para exacerbar los ánimos, levantar al más calmado y enardecer los rencores: la pobreza en la que miles de familias se debaten a diario, la profunda inequidad en los niveles de ingreso y calidad de vida, la desigualdad y la cancelación de oportunidades. Por no hablar de educación, salud, violencia.

Es decir, en 2013 llegamos a las mismas conclusiones sobre las cuales se conversaba en 2006: la APPO como producto no de un pueblo violento, sino de un número importante de personas de la sociedad que la mira(ba) como un desfogue a sus inconformidades, una oportunidad para modificar el estado de cosas, incluyendo la de obtener beneficios que les están(ban) vedados por completo con su modo de vida actual. Sobra decir que muchas y muchos oaxaqueños no tienen en mira obtener durante un día el alimento, durante una semana un empleo, durante una vida un techo. Y el movimiento de 2006 les dio, según esta línea de argumentación, al menos un espacio para expresarlo.

Así que este y otros movimientos no se pueden explicar sin un corazón de inequidad que sobrepasa los argumentos de paz y orden a toda costa. Los desechan por improcedentes e inclusive por inhumanos. Por el contrario, traen consigo una discusión a la cual no debemos rehuir: ¿hasta cuándo esta sociedad, solidaria y desprendida, permitirá que miles de personas a su alrededor continúen acumulando los estragos de la injusticia, la inequidad y la pobreza?

No quiero decir que la Asamblea tenga las respuestas a este cuestionamiento. Digo que no debemos descuidar el fondo del asunto y que en todo caso su conformación es un acicate para que pensemos en las causas y no en las banderas.

En suma, la polarización social y económica en Oaxaca ya está dada y no llega con la APPO. Quien así lo crea, de un lado o de otro, o no ha visto la película completa o se niega a verla como ciertas personas que huyen para no mirar las cintas de terror.

 

*El autor es Magister en Gestión Cultural por el Instituto José Ortega y Gasset.

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